sábado, 3 de diciembre de 2011

TRESCIENTOS CINCUENTA Y CUATRO MESES


¿Cuándo aprenderemos? Ni el paso del tiempo nos cambia un ápice el carácter. Pasados ya casi tres décadas desde el primer caso de esta enfermedad que lleva a sus espaldas una cifra de muertes realmente escandalosa, el número de muertos y afectados ha disminuido pero sigue en primera línea acechando, esperando lentamente acabar con el mayor número de vidas posible. No es de recibo que además de la hambruna, se deje morir por esta enfermedad a cientos de miles de personas en países como el norte de África, con más del 60% en el total de afectados, el Caribe o Rusia con todo su capital energético que le hace ostentar un lugar de privilegio en el mundo.
Las Naciones Unidas dicen que hay más de 34 millones de infectados por el VIH pero a pesar de ello, la lista de fallecidos descendió hasta un 5%. Los retrovirales y demás tratamientos en la lucha contra la lacra que significa el Sida para toda la humanidad, siguen aportando un poco de esperanza en países desarrollados, pero en aquellos en los que el hedor de la muerte se mezcla con la carencia de algo que llevarse a la boca continua haciendo estragos.
Hoy todavía hay gente que no sabe diferenciar entre una persona infectada por el VIH, que se convierte en seropositiva y pasa a desarrollar un cuadro de sida cuando su nivel de linfocitos T CD4, células que ataca el virus, desciende por debajo de 200 células por mililitro de sangre.
El VIH se transmite a través de fluidos corporales como la sangre, semen, secreciones vaginales y leche materna. Es ahí donde entra la ciencia, la investigación y la mentalización de todos, de que una persona que padece el VIH no es alguien del que debamos sentirnos amenazados, es simplemente un enfermo más al que cuidar, sanar y comprender.
Mucho más difícil lo tenemos en aquellos países con una serie de costumbres arraigadas de promiscuidad, confrontaciones bélicas o leyes permisivas con la violencia de género. Ahí es donde empiezan las negociaciones entre organismos y países involucrados con ellos en materia de suministros. Ahí es donde se debe de empezar a atajar el problema de la enfermedad, seguir proveyéndoles de material adecuado para que el mal no siga creciendo inmune. Luchar sin descanso para acabar con un mal que dura ya treinta años en la historia del mundo es nuestro deber como seres humanos.
Hoy es otro aniversario más, un nuevo día para la reflexión sobre el Sida y su significado, sobre los que son portadores de tan cruel enfermedad y los que salen corriendo cuando les hablan de alguien que está sufriendo en silencio un calvario, por no ser juzgado como merece, éll@s los portador@s, son personas con las mismas obligaciones y con el derecho al menos, de ser tratados como tales.
Un lazo es un gesto hacía esos niños que mueren cada momento por el sida y por el hambre, una palabra de aliento para la madre que intenta salvarlo de una muerte segura antes de que ella misma deje de respirar y una mano a la esperanza de que algún día la enfermedad sea erradicada. Un lazo por favor.
Juan Antonio Sánchez Campos
01 Diciembre de 2011

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