sábado, 3 de diciembre de 2011

TODOS CON LOS DISCAPACITADOS


La Constitución Española de 1978 en su Artículo 49 y posteriormente la Ley de Integración Social de aquellas personas que padezcan algún tipo de minusvalía (LISMI) de Abril 1982, han resultado ser tan sólo un mero trámite en la legislación vigente, un diseño con el que acallar las voces de los que necesitan de atención especial adecuada.
Muchas promesas incumplidas han sido realizadas a este colectivo, decenas de Fundaciones surgidas como benefactoras que se han limitado tan sólo, a confeccionar innumerables listados, números de teléfono que nunca han sonado y ayudas que se han quedado en el aire.
La cruda realidad es la que hay a poco que se indague en el sistema laboral, personas con un afán productivo superior al requerido, verdaderos profesionales a los que una silla de ruedas les ha dejado sin poder entrar a competir con el resto de ciudadanos, con la misma aspiración a una vacante demandada en una empresa.
La obligatoriedad de cumplir la LISMI es un mero trámite del que cualquier compañía que tenga en su nómina una cantidad superior a cincuenta trabajadores sale airosa, se difumina entre los papeles con un simple donativo en alguna asociación afín a sus intereses, dejando al discapacitado huérfano de posibilidades de inserción en el mundo laboral. Las personas con discapacidad no quieren limosna, vivir de un subsidio toda la vida no les resulta digno porque hiere sus valores personales; una persona con minusvalía es una persona viva, ansiosa de demostrar su valía con un trabajo adecuado a sus posibilidades que le haga sentirse útil y valorado por el resto de la sociedad.
En tiempos de necesidad los políticos buscan el apoyo de los votos en cualquier colectivo social, incluso no les duelen prendas prometer ayudas, subvenciones o, algo más necesario, la dignidad que les permite afrontar la vida con esperanza, la del desempeño de una actividad laboral lo suficientemente lucrativa para su independencia futura. Toda esa palabrería se queda en saco roto cuando consiguen llegar al lugar que aspiraban y el disminuido se vuelve a quedar igual, desprotegido, indefenso ante un mañana en el que estará sólo.
Las familias de parte del colectivo de discapacitados que padecen un tipo de minusvalía más necesitada de cuidados especiales sufren cada día, viven en un entorno en el que la preocupación de faltarles les angustia a cada momento y no comprenden la falta de medios de unos gobiernos más preocupados en sacar adelante sus proyectos, que en resolver los graves problemas cotidianos con los que luchan a diario estas personas. Las empresas ni siquiera toman en cuenta las subvenciones a percibir en la contratación de aquellos trabajadores con un determinado grado de minusvalía y en muchos casos, si son contratados, perciben un salario muy por debajo del que debieran ser remunerados por su trabajo y productividad.
Todo esto lo saben los representantes de las administraciones involucradas de alguna forma en los colectivos de personas con discapacidad, pero hacen la vista gorda, oídos sordos y malogran las oportunidades de los mismos. No hay nada peor que saber y no hacer nada, eso es realmente lo que se hace en este país con los minusválidos y todo el mundo asiente sin hacer nada. Sólo en días como hoy en los que vemos las noticias, escuchamos la radio o leemos los periódicos nos acordamos de que en España hay gente que, por nacimiento, una enfermedad o un accidente sufren las consecuencias físicas o psíquicas con la única ayuda de los recursos familiares.
Los derechos de los minusválidos son nuestros derechos, las aspiraciones que ellos tienen es la misma que la nuestra con una diferencia, ellos necesitan una ayuda un poco más especial que no les llega nunca, que se queda en burdas promesas y demagogia barata. España es un país grande, pero queda menguado en gran medida ante la falta de recursos destinada a mejorar la calidad de vida o simplemente, darle un poco nada más de ella, a gente que necesita de todos los recursos al alcance de la ciencia, la tecnología y la solidaridad de los ciudadanos que compartimos su mismo espacio.
Tenemos demasiada falta de convicción en solucionar problemas como el homenajeado el pasado día 1 con su lazo rojo, para garantizar un progreso de la medicina en la erradicación de enfermedades de ese calado y el de hoy día 3 en el que tan sólo, nos quedamos mirando sonriendo al perro que un ciego lleva de la correa ayudándole a sortear los obstáculos que encuentra en su paso y después, seguimos andando olvidándolo por completo. Estamos como seres humanos, en la obligación moral de recordar que existen niños en este país postrados en una silla de ruedas de por vida que ríen, lloran, juegan como nuestros hijos, que estudian para el día de mañana tener un futuro y una familia a la que querer como nosotros queremos.
Juan Antonio Sánchez Campos
03 Diciembre de 2011

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