Han pasado 100 años, un siglo en
la vida de Madrid y cuyo progreso por el bien de la ciudadanía tristemente en la sociedad no ha repercutido prácticamente nada, siguiendo con sus mismas discusiones recurrentes al provecho de los que tienen mayores recursos mientras las luchas por los derechos de los débiles sigue viajando en el vagón de cola de la jerarquía política. Si
en sus usos, gustos, costumbres o iconos de lo que significa una Calidad de
Vida y un Bienestar de las familias hasta ahora inaccesible para la inmensa mayoría.
Sí, cien años en los que hemos pasado de estación en estación, cruzado andenes,
haciendo transbordos y multiplicando por centenares el número de pasajeros de
un medio de transporte realmente extraordinario para el devenir de nuestro día
a día. Por encima de sus vías tuvimos latigazos ideológicos, golpes
terroristas, políticas obsoletas que acabaron con la dictadura y una Transición
encomiable de la que deberíamos de enorgullecernos todos y todas las que hemos
tenido la suerte de conocer de primera mano lo que la libertad de expresión y
nuestros derechos significan tras la firma de la Carta Magna. Han pasado diez
decenios, veinte lustros, muchas muertes inocentes arrebatadas a sus vagones, a
sus túneles concurrentes de aire que azotan un invierno crudo o calientan un
rostro helado, a la protección de la lluvia sobre nuestras cabezas, jalonadas
por paredes curvadas, pasillos tintineantes de tacones repujados y gentíos
abundantes que solo conocen sus extrañas figuras, a veces incluso en la soledad
de una hora determinada, formas o sonidos evocadores de miedos. Ha pasado un
siglo en el que no nos hemos podido despegar de una constante afluencia de
ideas para rebatir opiniones ajenas que se bajan en distintas estaciones de un
recorrido cargado de historia.
No quiero menospreciar la fecha, no es mi intención
malograr aspectos de nuestros colectivos sociales mejor posicionados que, por
el contrario, viajan a nuestro lado solidarios del valor que el uso de tal
herramienta influye al proyecto tecnológico. Ya no se abren conductos en los
altos del vagón para que entre el frescor de las corrientes sobre la frente del
pasajero, ya no deben de usarse a no ser por dignidad propia organigramas favorecedores
de eliminar olores a humanidad sostenidos. Se ha avanzado, la seguridad y el
compromiso con los usuarios ha sido garante de tal proceso de avance, espero
que en todo lo que esta sociedad demande para un futuro más accesible todos y
todas las que tienen el poder de ejecutar las normas primen en ello y provean
las necesidades; por tal motivo es Metro Madrid quién debe liderar el proyecto
y extienda su compromiso con las instituciones para que las barreras
arquitectónicas sean tan sólo un recuerdo más del pasado mejorado en la larga
lista de este histórico transporte
jasc