LA POESÍA
Algo que aprendemos como individuos sociales, que puede llegar a ser un modo de vida conscientes, una forma de pensar distinta o una fórmula precisa para reconducir nuestros sentimientos y expresarlos de una manera exclusiva, de nosotros solos, es la poesía.
CUENTO
Hubo
una vez un país llamado España
Allá por el año 2012
hubo un país llamado España que mantenía una lucha sin igual contra los
coeficientes, porcentajes y bajadas de presupuestos, Sobre sus ciudadanos
pendía la espada de un Gobierno que aspiraba a quebrantar cualquier ley que le
impidiera hacerse con los pocos ahorros de los ciudadanos, exprimiéndoles hasta
el último céntimo que guardaban en sus ajados bolsillos.
Destacaba la avaricia
del poder sobre la humildad de los menos privilegiados; no había clases medias
tan sólo los muy ricos y los necesitados que buscaban un pequeño resquicio de
calidad de vida. Existía un prepuesto que marcaba la llamada Política de
Pensiones, que empezó a marcar la vida de aquellos que combatían la falta de
riqueza, una cantidad que ascendía de forma diabólica año tras año mermando el
bienestar de las familias. En ese tiempo los órganos que dirigían el rumbo del
pueblo dijeron que había subido el gasto, hasta un 3,2% de aquellos de la
época; a esto se le sumaron casi seis millones de personas que no cotizaban al
definido como Régimen de la Seguridad Social, un sistema que les daba
protección ante las enfermedades y los males que les pudieran sobrevenir. Un
matemático de los de entonces puso en una balanza las dos sacas y está se venció
del lado de los no cotizantes. El resultado era sencillo dijo después el ábaco,
siempre saldremos perdiendo sino trabajamos; el problema surgirá constantemente
hasta que la lista de los no cotizantes mengue y para eso la próxima cosecha de
inversiones debía aumentar.
Dos claros ejemplos que
llegaban al mismo punto de inflexión que hacían al feudo representativo buscar
en otros sectores de la población dinero para sus arcas. A esa conclusión
llegaron los señores tras rebanarse los sesos pensando en soluciones acertadas
para ellos, que no dejase en la quiebra el territorio de España y quedar débil
para ser atacada por el resto de naciones que conformaban la llamada Unión
Europea.
Mientras todo esto
pasaba, en un país llamado Alemania se encargaban de avisar al entonces
Presidente que serían intervenidos en un corto espacio de tiempo, sino lograban
llegar a los límites que les marcaron en el crecimiento de su cosecha. Los
habitantes de España se preguntaban como habían llegado a depender de esa forma
tan humillante de las decisiones de otros, un país como el suyo, que siempre se
sintió rayano en un bienestar social casi correcto no podía ser que, de la
noche a la mañana, fuera tratado de segunda categoría en el escalafón del
crecimiento económico de sus finanzas.
La mentira fue la causa
de tanta desolación, una mentira constante durante los días que pasaron hasta
la proclamación de los nuevos dirigentes, una mentira escondida tras el telón
de un escenario creado para ello. Una mentira que supieron tapar alevosamente
diciendo sacar al país de una crisis que afectaba de forma imperiosa a su
hacienda y que después de conseguir los objetivos que tenían previstos,
transformaron en ajustes, recortes, reformas y leyes de amnistía a su antojo.
El reflote de los mercados de las finanzas les lanzó al descontrol de no cuidar
a sus ciudadanos como se merecían, tan sólo con los ojos puestos en el fondo
del arcón que se iba llenando con las esperanzas perdidas de la clase no rica.
Pero la mentira siguió su curso, los impuestos subieron, los gastos más
elementales de los hogares se hicieron insufribles y la gente comenzó a pasar
penuria.
Y como era previsible
ocurrió; no se puede vivir en una mentira constante pues tarde o temprano, la
verdad sale a relucir. Comenzaron los recortes. A aquellos que un día tuvieron
la valentía de trabajar para las administraciones, tuvieron la desgracia de caer
en las redes de unos soberbios, negándoles el pago de la deuda que tenían
contraída con ellos si está pasaba de una cierta cantidad. Pagaban a
regañadientes en algunos casos por debajo de la deuda sin explicación alguna.
Así gobernaban estos señores, todo valía si era para mejorar las proposiciones
hechas a una poderosa dama de un país fuerte llamado Alemania.
No hubo lugar a
protesta alguna, nadie se salvó de las garras hambrientas y ambiciosas de un
recaudador insaciable, el Estado. El gasto en innovación y desarrollo menguó en
más de un 25%, dejando a una gran parte de centros de investigación, que
financiaban las llamadas administraciones, con las probetas a medio camino
entre el microscopio y la cámara frigorífica del laboratorio, donde se
almacenaban multitud de avances en la cura de enfermedades. Unos trabajos
costosos que quedaron a medio hacer y que dejaron a los enfermos de males como
el Alzheimer, Parkinson, demencia vascular, cáncer, cuerpos de Lewy y numerosas
enfermedades más de las cuales se tenía constancia de los avances y logros
conseguidos hasta ese momento. Muchos de esos laboratorios quedaron cerrados,
sin calor ni inteligencia humana que siguiera trabajando con tan buenos
resultados como los hasta entonces conseguidos.
A la zaga le siguieron
enfermos crónicos de otras características, como los adictos
(drogodependientes, alcohólicos), pacientes con enfermedades raras, Síndrome de
Down, etc. Todos con un gasto social elevado debido a su enfermedad y los daños
colaterales que las mismas suponían (degradación familiar, tratamientos,
terapias), todo quedo prematuramente olvidado por aquellos que seguían en su
premisa de recaudación sin descanso.
El país estaba triste,
apático, malhumorado, despedazando familias a causa de la falta de dinero,
expectativas de trabajo y esperanza; pero parecía que todo daba igual, el
prestigio del poder en España estaba en juego y no estaban dispuestos a
perderlo por nada. La educación, el conocimiento y la cultura no les afectaban
en su misión de llegar al compromiso adquirido, reajustaban sobre lo ajustado
sin atender el crecimiento que se iba degenerando a pasos agigantados. Era una
guerra sin cuartel contra el tiempo, la obligatoriedad de llegar a cubrir el
expediente del juramento realizado a países extranjeros.
La ciudadanía se
hacinaba en largas colas, esperando la llegada de algún enérgico capataz que
les gritara, pidiendo mano de obra para empezar un trabajo por precario que
fuese. Tan sólo aspiraban a poder llevar algo de dinero a sus hogares, comprar
lo más esencial para llevarse a la boca; todo les valía para seguir adelante
sin quejarse de ello, a pesar de una Ley de Reforma Laboral que sacaron para
darle más poder a los patrono
No entendían esos
señores que España y su crisis estaban por encima de cualquier tipo de batalla
ideológica. La situación económica que afectaba al sector del mercado laboral y
dejaba en posición precaria a muchas familias, merecía un exhaustivo análisis
que devolviera a sus gentes la estabilidad social y calidad de vida pérdidas.
La única forma veraz de
atender las necesidades del mercado era la colaboración de todos los partidos
políticos con el mismo objetivo común; sin desavenencias que iban atrasando soluciones
apremiantes. Tardaron mucho, mucho tiempo en darse cuenta de su grave error,
aún hoy seguimos pagando el atraso al que nos llevó la incompetencia de unos
señores encaramados en el poder. Aquella Sra. Merkel es la acreedora por
naturaleza de un país que está saliendo de una depresión incalificable a la que
nos fue guiando para hacernos sus más obedientes súbditos, mano de obra y
conocimientos que le salieron baratos y que ahora nosotros pagamos a pesar de
ser investigadores nuestros los que lo descubrieron, arquitectos que diseñaron
sus edificios, médicos que trataron sus enfermedades y familias que se
disgregaron sin remedio.
Los libros se apilaron
a las estanterías de unas aulas casi desiertas, tan sólo algún esporádico
ciudadano de bien osaba abrir un tomo para atender su curiosidad, apenas
saciada por la presión de sus hojas. Grandes naves que fueron cines, cerradas
por clausura de voto propio de sus propietarios, agobiados por la ausencia en
sus butacas.
Y así fue como España,
uno de los países con una educación, conocimiento y cultura inigualables,
puntera en el llamado Viejo Continente, península inigualable con dos mares y
un océano en su entorno, tierra de descubridores, quedose relegado a otra
posición en el escalafón de una inventada Unión Europea. Aún resuenan en
nuestros oídos las voces de aquellos señores del PP diciendo “más dinero, aún queda margen para el
recorte, más dinero”. Hasta aquí puedo contar amig@ mí@, colorín colorado,
esté cuento todavía no ha comenzado, pero entonces…
Juan Antonio Sánchez Campos
LA VERGÜENZA
La descontrolada actuación del ser humano ha ido degenerando progresivamente en la perdida de valores éticos e inherentes a la convivencia de la sociedad. Pero ni siquiera hemos llegado a darnos cuenta que uno de ellos, la vergüenza, ha ido perdiendo valor con el paso de los años, bien por los designios que nos marca la política anti-integradora o bien por la apatía de la sociedad que ha consentido ser relegada al plano del ostracismo. La vergüenza está desapareciendo sin remedio. La desvergüenza aflora entre nosotros como vehículo de rebeldía de los ciudadanos con el momento que viven.
Juan Antonio Sánchez Campos
21 Julio de 2012