En
una situación excepcional debemos hechar mano de leyes excepcionales que vengan
a aportarnos algo de tranquilidad. Este es el caso del Estado de Alarma en el
que nos encontramos y cuya finalización según el Gobierno a través de su
Ministro de Sanidad, el propio Presidente y los abogados del Estado coinciden
en ser la única herramienta capaz de protegernos en una desescalada que essta
siendo prudente, como no podría ser de otra manera, a pesar de algunos
incidentes reseñables con finalidades políticas y algún que otro descerebrado
que se salta las normas confeccionadas para la ocasión, uso de mascarilla,
distanciamiento social o reuniones inconscientes producto de una nula capacidad
de convivencia o una ignorancia severa delictiva y maliciosa.
Aquíi
no hay intereses políticos, a ver si se enteran de una vez los señores de la
derecha y los que se encuentran aun más a su derecha enredados en la polémica
nada constructiva. Estamos en un periodo de nuestra vida que tenemos que andar
con el rabillo del ojo ante un posible rebrote de la pandemia; es con esta ley
con la cual conseguiremos ir frenando paulatinamente el contagio, no a costa de
que todo sea previsible de generar economía sin poner en riesgo la vida de los
ciudadanos, de nada nos valdría una nueva oleada de positivos, posibles
victimas mortales o confinamiento de la sociedad por el hecho de cuantificar en
dinero las perdidas de vidas en un ascenso poco precavido y más pensando en
intereses propios que en el conjunto de la sociedad.
De
leyes saben los expertos, de enfermedades los profesionales sanitarios, de
virus los investigadores y científicos; dejar trabajar a estos es hacerlo en
pro del bien común de la ciudadanía, fracasar por hacer caso omiso de los
avisos de máxima prudencia es frenar en seco la esperanza de que esto acabe
cuánto antes, a pesar de que para hacerlo de una manera segura tendremos que
esperar a una vacuna o un tratamiento viral pero hasta que eso llegue, sigamos
haciendo las cosas como estos aconsejan.
Si
miramos a socios europeos podremos darnos cuenta de que tanto en Alemania y Reino
Unido como en países que encumbran su poderío con respecto a la UE, caso de
Rusia, el uso de la mascarilla sin una
ley que no solo aconseje sino que sancione, ha hecho brotar focos de contagio y
sumado cientos de víctimas mortales a su lista. En Valencia una parte de la sociedad
como ocurren otros lugares de España no
se ha dado por aludida a los avisos de prudencia emitidos por la
Administración y hasta una de las ciudades más cosmopolita de Europa, Barcelona,
ha preferido resguardar a sus habitantes por miedo a dar rienda suelta a la
masa social, no parece estemos preparados para transitar por estos nuevos
tiempos si no es a cambio de que nuestro bolsillo se vea afectado con una
sanción pertinente a nuestro escaso compromiso.
Esa
regeneración de la economía que se devalúa cada día tendrá que esperar al menos
unas semanas más hasta que la desescalada concluya, es preferible hacer uso del
comedimiento que no lagrimar con los sucesos una vez pasados, porque es fácil
hablar una vez acabado el conflicto y esa es la dinámica populista de un líder
de la derecha con manifestaciones de lingüística grosera y descortés, sin
obviar el acecho del extremismo ideológico de unos recién llegados al poder y que
entraron por la puerta de atrás ante la desafección del voto ciudadano.
La
mesura es difícil que haga su aparición
en el Parlamento, todo se convierte en una sin razón predecible, en tú más, en
quién es el culpable o cual de las
formaciones prevé la solución factible a una situación sin tener ni pajolera
idea de cómo resolverla; mientras la sociedad
temerosa que cree al que mejor lo cuenta se agarra con ello a un clavo ardiendo
y no atiende al que quiere tratar de focalizar el resurgir de la economía, el
trabajo, la educación y la cultura sin poner en peligro la vida de los ciudadanos
y ciudadanas de esté país.
Qué
cuando todo se relaje el Gobierno habrá quedado dañado es algo que saben no
solo los que ahora gobiernan; entre otros, los agentes sociales los primeros
implicados en criticar por motivos obvios a estos, la Patronal en su sitio tampoco esta falta de razón en
sus declaraciones, la Reforma Laboral impuesta por los que ahora se dan golpes
de pecho en patriotismo y se jactan de liderar la oposición a pesar de sentirse
estar en un lugar incómodo con el
aliento del extremismo en el cogote, trajeron a la escena del mercado laboral
con sus recortes, tijeretazos y trampas en un cambio que se tradujo en rescate.
Son los agentes sociales por tanto, junto al Gobierno, quienes tendrán que
ahondar esfuerzos de buscar alternativas a la facilidad de despido que las
empresas obtuvieron con el cambio en la ley, porque si quieren tener beneficios
deben de pagar salarios dignos y tratar al trabajador como si un socio de la
misma compañía se tratase, dependientes ambos del liderazgo de la firma para
llegar a objetivos mutuos.
Malgastar
el tiempo en sucesivas prorrogas del Estado de Alarma confirma que las
formaciones políticas durante la pandemia solo se mueven en intereses
partidistas alejados del bien social; yo me abstengo o digo sí a cambio de que
tú me des lo que yo quiero. Vergonzoso ¿verdad? Pues ahí los tienen, tan
comódos en sus escaños y con tan pronosticables declaraciones en los medios.
No
debería extrañarnos que en política todo se traduzca a trapicheos, encaje de
bolillos, suspicacias o tramas urdidas para conseguir objetivos; sería ilógico
pensar que los que ahora tratan de influenciar a la opinión pública dando
muestras de exagerada onradez ayer no manejasen los mismos argumentos que
quienes ahora manejan el poder pues lo veriamos como mentiras ambientadas con
la intención de pasar página de lo que entonces aconteció en sus formaciones cuando
la sociedad sufría el envite de la anterior crisis económica a la vez que los
que daban imagen de honestidad en realidad eran ladrones de guante blanco sin
ética ni honradez en sus miserables triquiñuelas.
Política,
palabra que esta repleta de suspicacias, definición sujeta a cambios constantes,
idoneidad momentánea con la que salvaguardar intenciones, extrapolable al
interés partidista y afán lucrativo. En estos tiempos no es lo más apropiada
para atender necesidades que estén estrictamente fuera del contexto sanitario;
tal vez habría que dejar apartada, aunque solo fuese momentáneamente esa actividad
de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a nuestra
sociedad y volcarse en conseguir un pacto por la pandemia, eso sí que es
urgente de tratar objetivamente y no la poca sutileza de la que hacen gala
todos y cada uno de los que nos representan en el Parlamento. jasc