martes, 28 de abril de 2020

Vulgarismos obscenos en tiempos de respeto


Es tan patético como triste que las mofas en época de pandemia se oigan en los medios audio visuales, no tiene ni gracia ni ética moral alguna quién se dirige al Ejército con palabras malsonantes; esto ha pasado en una televisión que a pesar de su respeto a la libertad de expresión u opinión de sus presentadores y del propio medio, se permiten la obscenidad de decir que es extraño como los militares velan cadáveres en la improvisada morgue del Palacio de Hielo en lugar de hacerlos.
Si ya es repugnante aguantar que los políticos endurezcan sus mitines parlamentarios lanzandóse muertos a los escaños, mal nos va si seguimos treduciendo palabras desprovistas de solidaridad allá dónde cada cual entienda considerar ser su espacio privado, reglado por sus propias normas e impune a las críticas que de sus palabras salgan a relucir. Esto no es lo que piensa por ejemplo un concejal de un pueblo de la Comunidad de Madrid contagiado por este desalmado virus a la hora de implorar compromiso a la clase representativa de la sociedad española, trabajo en común para acabar con la pandemia es su máxima y el que no atienda esta pues mejor que cambie de trabajo porque le queda poco por hacer en el que ahora predica a sus anchas sin freno a ser increpado por sus desaires.
Y es que el escepticismo campa a sus anchas, si el pueblo se comporta con dignidad, solidaridad, compromiso y respeto a las normas, en sus hogares hasta que los especialistas procedan a variar en algo sus consejos de confinamiento, si nuestros pequeños y adolescentes privados de sus derechos a jugar en las calles por el bien social se comportan mejor de lo que nadie hubiese esperado, si nuestrosjóvenes utilizan su conocimiento para interactuar de manera virtual para no correr riesgos inapropiados ¿qué les sucede a la élite política y a algunos comunicadores televisivos que se creen con el poder de la palabra por encima de la coherencia requerida en estos momentos?.
Lo curioso es que aunque nadie se lo crea, cuando todo esto acabe y una nueva normalidad venga a asentarse en nuestras vidas, estas manifestaciones imprudentes no quedarán en el aire como algún sucedido tipícamente rastrero; estas cuestiones que ahondan en la sociedad y son interpretadas con la reflexión apropiada tendrán su contestación a futuro en los consejos de administración de  empresas de información a la ciudadanía, aunque tengan un liderazgo en redes más bien populista y poco profesional; por el lado político tampoco se salvarán de sus continuos exabruptos callejeros en las urnas electorales que vengan en un futuro que ahora nos parece lejano pero que con la imagen de solidaridad de la sociedad puede ser más bien a un corto o medio plazo.
Podemos dejar trabajar a nuestros especialistas sanitarios en su abnegada lucha por tratar de conseguir llevar a feliz término esa llamada desescalada o por el contrario, transformar sus condiciones en favorecer idealismos recurrentes que nada aportan a ampliar las opciones estudiadas por estos a conciencia, estaría dentro de la vuelta atrás después de tanto sacrificio y trabajo bien hecho por la sociedad española; salvaguardar al sistema sanitario de lo que podría convertirse en un rebrote sin precedentes sería un gravísimo traspiés en el camino por erradicar a su más elevada potencia tan luctuoso virus.
Nada se escapa de la fortaleza social de una ciudadanía que ve colmada su ya demasiado trabajada paciencia con aptitudes irreverentes, inusualmente comprometida, pero con la solidaridad de siempre las ciudadanas y ciudadanos de este país resurgirán de nuevo, vencerán el virus, valorarán lo sucedido y optarán por el recuerdo de la dignidad a sus mayores y las victímas de esta pandemia, pero ojo, estos maleantes de la palabra tendrán su castigo. jasc

sábado, 25 de abril de 2020

Un Parlamento descompensado


Basta que el país se encuentre en una emergencia económica comparable a la posguerra española para que la clase política asentada en la oposición intente descuartizar al gobierno de la nación en lugar de apoyar decisiones que, aun siendo erróneas en alguna ocasión, son las que la propia ignorancia de enfrentarse a un azote imprevisible en la salud de la ciudadanía, mantiene alerta a la sociedad con su abnegada labor en favor de acabar con tal estado de ALERTA.
Lo curioso es que en lugar de hacer propuestas se limiten a lanzarse muertos a los escaños, procurando transmitir una imagen de lealtad y patriotismo contradictoria con los constantes vaivenes y zarandeos a la institución del Estado. Nadie hace nada por demostrar solidez política más allá de mensajes que con ligereza suelta incoherencia al momento. Unos por ser como a ellos le gusta un partido anti sistema, los otros por querer favorecer un lugar en el tiempo para llevarse el botín del Gobierno en el futuro e incluso los hay que dejan claro una distante disconformidad con todo lo que suene a Estado español, alimentando improperios para culpar al Gobierno de las víctimas de la pandemia y argumentando para ello que si Cataluña hubiese sido una república independiente nadie habría sufrido lo que ahora están sufriendo. Error, un error que les va a resultar fatídico en el futuro cuando todo esto acabe y las elecciones que vengan pongan a cada cual en el lugar de la historia que se merece.
Ni siquiera un ligero beneplácito a la actuación del presidente en su feroz defensa de los intereses de la sociedad española en Europa, son para las formaciones opositoras asimilable scon la empatía que en estas circunstancias deben formar parte común ante la Unión Europea, confirmando un ligero avance en las posiciones de España con respecto a sus socios europeos. Bien puede significar que los euroescépticos de la ultra derecha quieren mantener intacta su imagen de exasperados defensores de lo añejo y que los conservadores acepten de buena gana sus probabilidades para que en un futuro a medio plazo ostenten el poder. Lo de los independentistas lo dejo sin más, no se merece otra argumentación que hacer de sus palabras oídos sordos y su independentismo un onírico retroceso al progreso nacional.
Seguimos enfrascados en la lucha sin cuartel, aquí no parecen dolerles prendas a los representantes políticos, a pesar de tener a la sociedad confinada en sus hogares por precaución y un demostrado sentido del civismo, ellas y ellos siguen su transitar rutinario acercándose a un abismo político de resultados poco eficientes. La reflexión en las palabras, meditar lo suficiente antes de culpar de lo que no han sido los que culpan capaces de adelantar, el vandalismo léxico a esa democracia que algunos desean darle la vuelta para ponerla al nivel de su ideología y la sensatez de la que ha hecho gala la mayoría de gobiernos y oposición de países europeos hacen mella o vislumbran huecos de pactos resolutivos o rencillas aparcadas hasta que podamos de nuevo demostrar a estas y estos el daño que nos están haciendo.
Pues bien, dejemos a las familias de las victimas con su dolor y no hagamos más daño al recuerdo, tengamos la prudencia necesaria para afrontar los problemas que se nos vienen encima como consecuencia de esta pandemia, no escenifiquemos lo que no somos porque se nos ve a la legua de que color es cada cual y arremanguemos nuestras camisas para enfrentarnos al largo camino que se nos presenta por delante, el de recuperar la economía, reemprender el conocimiento en las aulas, devolver la dignidad a los sanitarios y profesionales médicos, acelerar la productividad con la precaución necesaria, atender la demanda de la pequeña y mediana  empresa envuelta en la dinámica del desconcierto y vulgarizar la ofensiva dialéctica de un Parlamento que debe dar ejemplo de solidaridad y no solventar rencillas de tiempos pasados.
La sociedad es la fuerza de un país, la política es la ciencia que debe proteger sus intereses y no dilapidarla confianza que el pueblo soberano deposita en ella.
Se puede ser ministro, profesional de la política, miembro de un Gobierno que afronta un momento de la historia realmente excepcional, no visto desde hace más de un siglo, pero, ante todo, esta mujer demostró sensibilidad, sentimiento de dolor ajeno y unas dosis de empatía que par así la quisieran muchos de sus colaboradores en el Gobierno Central y por supuesto, gran parte de una oposición que se conforma con lanzar a la cara de la institución el número de muertos de esta pandemia. Como si alguien de los que se pronuncian en el Parlamento tuviese la culpa de semejante situación.
En fin, por qué no regalarle un pequeño gesto de agradecimiento a la ministra de Defensa Margarita Robles. ¿O es qué toda esa malasangre seguirá anexionada al covid19 hasta que desaparezca de nuestras vidas?. Lo llevan claro aquellas y aquellos que quieren lograr el poder enfrentando a la sociedad contra un Gobierno al que en vez de ayudar calumnian. Esto no va de olvidar de un plumazo el color que representas, ni siquiera obviar discrepancias normales de pensamientos distintos, la solución tan sólo exige prudencia dialéctica, carisma dialogante y disposición al pacto ante el alto riesgo que sufre el país si los acuerdos se sustentan en exposiciones personales o prevalencias partidistas.
Cuándo la soberbia forme parte de la lealtad ideológica el sentido común, la solidaridad y la coherencia desaparecerá del escenario humano. jasc

viernes, 24 de abril de 2020

¿Me lo creo o lo descarto?


Puede que tengamos lo que nos merecemos, absorbidos por las redes y con el impulso del no siempre eficiente acto reflejo en lugar de la reflexión lo visceral ha terminado por colapsar la reciprocidad entre lo verdadero y demostrado o lo ocurrente y preestablecido con algún objetivo prioritario.
El respeto a los demás para tratar de identificar lo que debemos o no creernos es fundamental en democracia, la libertad de expresión u opinión descarta limitaciones a nuestro escepticismo, candidez o ignorancia de los hechos, pero, por el contrario, deja en el aire el resultado de calibrar con sentido común y coherencia lo que tenemos o no que acatar en conciencia. La única verdad resolutiva que existe de momento es la muerte, todo lo demás pueden ser conclusiones afectas a circunstancias concretas que se extralimitan para envolvernos en la dinámica de llegar a creernos lo que en realidad puede ser una simple mentira.
No por ello debemos caer en la incertidumbre de un futuro que no conocemos pero al que hay que esperar con optimismo, alejándonos de radicalismos o interpretaciones variopintas con miradas puestas en el deterioro de la ilusión; aspectos del ser humano actual atrapado en el liderazgo de las redes sociales y convertido en uno más por el simple hecho de apretar el botón de la interacción virtual, sin ver más allá de lo que se muestra como espejo real cuando es un decorado construido con la idea de manipular nuestros sentidos.
Lo que nos dicen los científicos e investigadores en el estudio de la pandemia es a lo único que tendríamos que asirnos para buscar una cierta verosimilitud entre la certeza absoluta y el optimismo fugaz. Es decir, la confianza en estos profesionales es lo más cercano a la verdad de lo que disponemos en la actualidad para reflotar nuestras vidas.
Cuestionar la verdad es una de las libertades del pensamiento humano, las conclusiones que podemos llegar a sacar tras reflexionar demuestran el sentido común o la incoherencia. De momentos dramáticos se alimentan las malas noticias con capacidad para destronar la verdad con un mero toque de sutileza en la realidad, la trampa de sobrecargar nuestra mente mediante el uso de las redes sociales, creyendo a pies juntillas todo lo que en ellas se plasma es el riesgo que corre como la pólvora en pro de dimensionar el problema que se argumenta con intenciones nocivas.
Lo adecuado pasa por analizar la situación dentro de unos parámetros análogos con cierta probabilidad de asemejarse lo más posible a la tan deseada  certeza; algo que solo nos pueden dar los medios profesionales exentos de otra ideología que no sea la de la investigación de los hechos; cualquier tipo de hipótesis lo único que conseguirá será despertar la ansiedad de lo que nos espera en un futuro cercano.
Ser disciplinado con las dosis de expectación que las redes difunden es la manera idónea para tratar de pasar con mejor calidad mental una circunstancia tan excepcional como la que estamos viviendo.
Otorgar la consideración de verdadero a algo o alguien sin el análisis reflexivo suficiente es ponernos en serio peligro de caer en la ingenuidad. Jasc

miércoles, 22 de abril de 2020

El cuento de “A cal y canto”


Érase una vez  existía un mundo moderno y civilizado, en un lugar de su extensa dimensión vivía el personaje de esta historia. Titular de un bar con las persianas cerradas desde que comenzó el Estado de Alarma al que indujo la propagación descontrolada de un virus inaccesible; la luz pagada cada día le salía más cara de lo normal en otras situaciones, el agua que no brotaba de los grifos al estar los pulsadores inactivos cobraba un valor inaceptable y la clave de internet llevaba sin funcionar hacía ya cerca de dos meses sin visos de reiniciar su sentido a corto plazo.

Nuestro personaje en cuestión derrochaba negatividad leyendo los periódicos, oyendo en el teléfono móvil la emisora preferida en la que las voces de los políticos le impulsaban a soltar improperios varios con los que relajar su  angustia; se indignaba con  el estado de una cuenta a través de una aplicación que e hizo efectiva la entidad bancaria y ya no le sorprendía nada, la cuota de autónomos, los recibos inherentes a la actividad que ahora está inactiva, los seguros del automóvil que lleva aparcado y cerrado unos días menos que el establecimiento, la renovación del seguro de hogar, la cuota de préstamo hipotecario de un piso del que ahora en este tiempo de reclusión obligada no le quedaba más remedio que disfrutar en cada rincón, cada plaqueta del baño o la cocina y los cinco metros de pasillo adelante y atrás en el que quemaba parte de las tabletas de chocolate que devoraba inconscientemente como consecuencia de una ansiedad irresistible.
La cerveza en los bidones, los refrescos en las cajas, las neveras repletas y el miedo al mañana era tan cercano que cerraba los ojos y veía las persianas plegadas; los empleados en sus hogares dando ánimo y suplicando paciencia expuestos a perder un empleo que ahora palian con el famoso ERTE que tanto bombo le ha dado el Gobierno pero el o la protagonista de este cuento real seguía temiendo por la falta de ingresos de manera constante, el no saber hasta cuando durarían sus ahorros para afrontar el pago de la hipoteca la dejaba sin aliento, hasta donde llegara el sentido común que ratificase la coherencia de un mañana mejor se le presentaba tremendo y crudamente oscuro y las lágrimas salían de muy adentro, rebotando en unas nerviosas manos y resbalando por entre unos labios que sabían a amargura al roce de una piel macilenta por la falta de sol que la hidratase lo suficiente.
Los poderes institucionales intentaron desde el principio de la historia convencer a la ciudadanía de la fortaleza de la sociedad de la cual nuestra heroína o héroe son parte integrante, especulando con la llegada de medidas transitorias que ayudasen a sofocar en algo el difícil momento que los autónomos tras el cerrojazo a sus negocios padecían y todo quedó en una moratoria de impuestos que les obligaba a pagar cuando las puertas del negocio abrieran y el sonido de la caja resonase en el establecimiento.
 No quisieron propagar una alarma susceptible de atraer zozobra a la pequeña o mediana empresa, el desconocimiento de como acabar con el problema de esa atroz pandemia resultó inasumible y desconcertante ante el hecho de  que la sociedad tardaría en llenar los locales y la recaudación iba a resultar insuficiente para afrontar los gastos, lo de la moratoria fue sencillamente el empujón definitivo para que muchas de esas persianas fuesen cerradas para siempre, los trabajadores y trabajadoras que dependían de esos negocios pasarón de ERTE a engrosar las listas del INEM y los bares eran lugares deshabitados con sus titulares formalizando la demanda de desempleo.
Pero a pesar de todo siguió aplaudiendo a las ocho como todas y todos sí, rabiosamente, como queriendo aplastar con las manos el aislamiento, deseando que todo esto acabe y volviese a recibir con agrado a los clientes, con las bromas de siempre, cambiar inquietudes, hablar de cosas cotidianas mientras atendía displicente el continuo transitar de mercancías con las que rellenar generosamente expositores y cámaras frigoríficas.
Suplicó a los cielos, se encomendó al tan desgastado optimismo confiando en que todo acabase lo más pronto posible porque si no viniese pronto la solución a tan descorazonador paisaje, las persianas del establecimiento acabarían cerradas para siempre al igual que los sueños e ilusiones que en sus entrañas dispuso con ánimo de salir a flote de aquella crisis vivida hace ya una docena de años.
Hay cuentos que siempre acaban felices por sus dosis de ficción, en la realidad palpable de una situación dramática tendremos que buscarle la moraleja para no acabar de malas formas; “la constancia es la dimensión más grande del ser humano”, persigue sin descanso un sueño porque hay ocasiones en las que sin sueños la vida sería inasumible.
Este es mi humilde homenaje a todas y todos los que resisten estoicamente, esas y esos personajes de esta historia que esperan la llegada  del momento que tanto ansían para volver de nuevo a un mundo que se paró de golpe, dispuestos para volver a arrancarlo con más fuerza, convencidos de habernos convertido en mejores personas y con una solidaridad a prueba de cualquier tipo de amenaza que se nos presente.  jasc

lunes, 20 de abril de 2020

España es Europa sin mercadeo

No estamos para desaceleraciones ni desafecciones arbitrarias entre países que conforman Europa, las palabras no son suficientes, ni los buenos deseos demagogia; tenemos por delante un duro camino que debemos transitar en común, sin dejar en las cunetas a países que por sistema siempre fueron posicionados como débiles a los ojos de los que, por el contrario, se afanaron en buscar deuda para obtener beneficios a medio o largo plazo, sustentando con ello una buena parte de su economía ya de por sí lo suficientemente abastecida de recursos propios como para salir más airosas de la situación actual provocada por la pandemia.
El mercadeo de especulaciones no debe ser considerado como posibles acuerdos en un corto espacio de tiempo para resolver la situación de recesión económica a la que nos vamos a ver inmersos en lo que queda de año y parte del ejercicio siguiente. Las cuentas no salen si queremos dotar de recursos a las familias menos afortunadas, ni establecer una renta mínima de por vida será factible sin el concurso de todas las instituciones del país, las autonomías son una de las que tienen que contar con medidas y estas vendrán como siempre del Fondo de Liquidez Autonómico establecido en las normas.
Optar por las ayudas a las pequeñas empresas, a los autónomos que debieron cerrar las persianas de sus negocios o la caja de herramientas en el maletero del coche se debe hacer compatible con los recursos que vengan de la administración europea; esperar que las cuentas públicas salgan a flote por si mismas del angosto trayecto por el que caminaremos es inasumible para las arcas de cualquier Estado.
Necesitamos realismo en las aseveraciones o denegaciones de los dirigentes políticos, exigimos de estos una celeridad propia del momento, un avance en el liderazgo de Europa que no nos vuelva a dejar en el ostracismo y para ello, contamos con una dosis de empatía, sacrificio, solidaridad y valores sociales que deben ser suficientes para servir de aval a la hora de pedir lo que obviamente es presumible de tener que gastar en fechas inmediatas.
Corremos el riesgo de quedarnos atrás de nuevo, servir de apoyo para otros países con la malsana intención de seguir liderando la Unión Europea a nuestra costa y la del resto de naciones del sur del continente. Vamos con buen ritmo para no vernos adelantados por zona prohibida y esa circunstancia es la que tenemos que aprovechar junto con aquellos que son socios por defecto de nuestra zona en el mapa europeo.
Ha sido la pandemia lo que nos ha puesto a trabajar con denodados esfuerzos en pro de nuestros derechos como socios europeos, imprevisible y dramático sí, pero pese a ello, ha valido para despertarnos del sopor de las administraciones e instituciones del viejo continente y poner sobre la mesa las peticiones legitimas de un país que se sentía vapuleado por las denominadas potencias económicas de la UE. Seguramente estas tendrán como objetivo acelerar para ponerse por delante antes de que nos demos cuenta, por ello es imprescindible estar atentos a las circunstancias que nos rodean e intentar ponernos a su ritmo con los merecimientos que nuestra sociedad siempre ha sabido generar en tiempos difíciles.
No hay otra herramienta posible para lograr los objetivos marcados que anticiparnos a los acontecimientos y buscar un pacto por la regeneración económica a nivel nacional, sin un acuerdo de las fuerzas representativas no lograremos marcar un objetivo a nivel europeo y todo quedará en baldío, con una cosecha inaceptable para la ciudadanía y un hartazgo de incompetencia política en decadencia, al que los populismos, la demagogia del independentismo y el extremismo existente sacarán lucro partidista y escalará posiciones peligrosas; con el añadido de  una democracia que nos sacó del oscurantismo del conjunto internacional y nos sirvió como escaparate de competencias sociales en el mundo global, un mundo 

domingo, 19 de abril de 2020

LA LIBERTAD DEL MIEDO



En esta ocasión no han sido bulos, facke new de red social o mentiras fabricadas lo que nos ha horrorizado, lo que nos esta sucediendo es una pesadilla real, inmune a la ciencia y mortal a la humanidad recorre el tiempo dejando tras de sí desolación, muerte y añadiendo más pobreza a lo que ya era excluyente por falta de recursos básicos. No dejamos de pensar confinados en nuestros hogares de qué forma se ha podido transmitir tan letal enfermedad en tan escaso tiempo, la gente en su gran mayoría lo denomina guerra y yo por mi parte prefiero palabras, como una pugna entre la vida y la muerte, entre lo que se denomina progreso y evolución tanto humano como tecnológico que se ha visto desbordada por una pandemia sin parangón en la historia reciente, un silencioso conflicto que sigue su inagotable avance a la destrucción de todo lo que sea racional sembrando el horror en toda la población del Planeta.
Los habitantes de este mundo con sus diferentes culturas y costumbres no se explican como en pleno siglo XXI con los avances de la ciencia, la investigación y la tecnología, no han sido capaces de prever la llegada de esta pandemia; llevamos meses sabiendo de su procedencia, identificando el  virus y protegiéndonos de la única manera que los representantes de la sanidad a nivel global han recomendado, el confinamiento en nuestros hogares, el lavado constante de las manos, el distanciamiento social a la hora de salir para hacer las compras imprescindibles y el uso de mascarillas.
De una etapa de confinamiento pasaremos a otra antes de doblegar a tan pavorosa enfermedad, de unas normas a otras con tal de que la economía no desfallezca y termine por tocar fondo y, sin embargo, seguimos sumando víctimas mortales a la estadística, contagiados y un gran grupo de los que denominan asintomáticos, instalados en el miedo de creernos infectados o por el contrario contagiar a otros sin saber siquiera que somos portadores de la enfermedad
Nos dicen que hasta mediados del mes de mayo siempre que los números así lo permitan, no pisaremos la calzada de nuestros pueblos y ciudades con sumo cuidado de no poner los guantes en superficies cualquiera. Todo parece estar infectado o ser susceptible de contagio al menor descuido posible, viviremos con la amenaza constante a lo desconocido, con el miedo aflorando ante posibles escenarios peligrosos y lo más doloroso, teniendo que esperar a nueva orden lo de besar a quien queremos o abrazar a nuestros amigos.
La angustia a lo que podemos encontrarnos en el camino cuando abramos la puerta de nuestras casas será tremenda, bajaremos las escaleras para no utilizar el ascensor por si los botones están contaminados, sujetaremos el pomo del portal con un pañuelo de papel que luego tiraremos en las papeleras y no se nos ocurrirá llevarnos las manos a la mascarilla, a la cara o peor aún, a los ojos por mucho que el aire levante siempre será mejor cerrarlos para que no entre polvo antes que padecer un terrible sobresalto.
Cuando tengamos a alguien cerca nos preguntaremos si estará o no infectado, si tose o estornuda nos alejaremos apresurados ante semejante situación de riesgo y aquellas o aquellos que sufran los síntomas normales de una alergia, serán señalados por las miradas cercanas o por los sanitarios del centro ambulatorio cuando vayan a pedir un antihistamínico. Lo que es gripe pasará a ser presunto contagiado, la nariz taponada símil de asintomático y si la fiebre añadida a un molesto dolor de garganta no aparece, tampoco se salva de la aptitud temerosa que las articulaciones ante tanto tiempo confinado representarán una duda constante a padecer el maldito covid19.
En pleno dos mil veinte hemos caído en la trampa mortal con una carencia total de contar con una vacuna a corto plazo la cual nos impida seguir horrorizados día tras día. Ni el capitalismo americano, ni los fuertes gobiernos económicamente poderosos de Asia, América, Europa o el gigante soviético parecen tener la solución a esta pandemia. Si la solidaridad es la única herramienta con la que contamos para salvar a la humanidad, deberían hacerse todas las gestiones posibles para proteger a un continente como África, siempre azotado por la pobreza y la falta de recursos básicos; depende la fuerza común para debilitar al monstruo que se nos coló en nuestro siglo.
Y lo peor será que la vida en sociedad cambiará, los colectivos que se reunían para atender las necesidades de nuestra cultura seguirán hibernando durante meses, si es que al final no nos vamos al próximo año.  Nos hacemos demasiadas preguntas sin contestación tranquilizadora alguna, nos protegemos entre las paredes de los hogares y esperamos, esperamos con el miedo en las miradas a que mañana hayan bajado las víctimas y los contagiados para mirar desde la ventana con el optimismo adecuado.
A pesar de todo desechemos la ilusión ficticia por asirnos a la utopía de un continuo desconcierto que solo conseguirá alimentar la ansiedad, tengamos como objetivo no dejar pasar cuando la oportunidad nos lo permita, la importancia de valorar las pequeñas cosas y gestos a los que no prestábamos atención alguna y confiemos en que lo mejor esta aun por venir a formar parte de nuestras vidas.
 jasc / 19 Abril 2020

sábado, 18 de abril de 2020

Trucos políticos, tratos insuficientes y pactos destemplados


En plena alarma sanitaria con una pandemia que se está llevando por delante miles de vidas las Cámaras representativas del pueblo soberano discrepan sobre argumentos irrisorios que nada de beneficio atraen en la lucha por acabar con esta amenaza.
Sufrimos una visible desafección de la política en nuestro país, partidos que idealizan contenidos inservibles con la única intención de devaluar al contrario; un acto de evidente torpeza ante una ciudadanía que ve con escepticismo las verborreas escurrirse por los escaños. Y es que no se quieren dar cuenta de que la sociedad tiene miedo, el contagio es un hecho manifiesto en cualquier lugar y esa es la única preocupación que les solivianta. La política esta quedando retratada con la inesperada aparición de una enfermedad sin previo aviso para anticiparnos en las medidas necesarias con las que protegernos de su contagio, pero, como imprevista que esta ha sido lo que queda es solucionarla. La firmeza del pueblo ha quedado sobradamente reconocida a nivel mundial, pero en la misma fotografía se ven en blanco y negro los que tratan de sacar provecho de los errores de otros en lucro propio y esos, sin ningún género de dudas, trataremos como se merecen cuando el tiempo nos deje y procuraremos no fallar de nuevo en la elección de los que difaman a la oposición refiriéndose a ellos como asesinos siendo estos los que fabrican la dinamita macerándola entre los dientes para hacerla más venenosa.
Micrófonos que se pliegan o descubren en las butacas para lanzar soeces improperios de patios de colegio, inaceptables artimañas unidas que se asemejan a ladinos mensajes y confrontación hasta en individuos de la política que ya tuvieron su baño de masas y ahora, desde unos entes estratégicos que se lucran de algún modo del dinero que sale de los bolsillos de la mayoría, intervienen con la malsana fe de dinamitar posibles pactos de entendimiento.
Y es que tenemos la derecha más malsonante de la democracia, una parte de ella la conservadora, intentando no salirse de la ruta de una intrépida ideología entre lo que realmente interesa a su partido o no dejar cancha libre a la extrema derecha que mancilla el diccionario y cita demasiadas veces refranes inapropiados. Pero es esa otra derecha, la que maneja sus hilos desde la sombra, la que podríamos señalar como ultra derecha, la que debería estar callada en unos tiempos que no la entienden; un personaje que fue presidente del Gobierno y que con un buen salario de por vida a su cuenta corriente, junto al de la que también de presuntas malas artes obtuvo lo suyo los que tendrían que estar alejados de la polémica y metidos en su yacusi dedicados alanzarse pompas de jabón con aroma a monedas de dólar.
Teníamos en nuestras manos un crecimiento de la economía desde finales de 2016 hasta que llego la pandemia; el mercado laboral comenzaba a liderar su lucha por erradicar los contrato basura, teníamos la gran oportunidad de rellenar las polvorientas arcas de la Seguridad Social con la afluencia de un mercado turístico excelente y todo se vino al traste con la obligación adquirida para salvarnos de un contagioso virus.
Ahora, en lugar de intentar reaccionar en los estrados, los políticos se envuelven en corazas ideológicas para ver quién es el mejor en soltar la más ocurrente de las ofensas a la parte contraria. Hasta la desfachatez de un dirigente independentista se vuelve vinagre en sus constantes alusiones al Gobierno Central que les ignora, como no podría ser de otra forma; presuntos ignorantes son los que cuando ven las cosas mal no dudan en pedir socorro a las fuerzas armadas para ayudarles en su lucha por la supervivencia. Poca grandeza demuestra el que deja de ser quién es por temor a lo desconocido; claro que para que pase desapercibida su insidiosa aptitud hacía sus representados desde que llego a gobernar la autonomía, siempre quedará mejor si dice hacerlo por el bien de su nación.
Nada nos hace pensar que sin pactos no hay solución posible en este episodio feroz de nuestra historia reciente. Pactos que subsanen errores cometidos o tropiezos por cometer, pactos que sostengan la esperanza de un pueblo que se siente traicionado por sus dirigentes, pactos que remuevan el sentir de las instituciones europeas, pactos que ayuden a salir lo mejor posible sin que nadie se quede en la cuneta de la exclusión, pactos que generen empleo, que den recursos a la sanidad pública, que saquen de su confinamiento a los más jóvenes para recuperar conocimiento y educación, pactos que atraigan valores a un país que se desangra de pena por ver lo que está ocurriendo, pactos que reinventen industrias como previsión para el aumento de las energías renovables, pactos que recuperen pequeñas empresas y autónomos como alternativa veraz de ser  grandes generadoras de empleo. Pactos en definitiva para comenzar a reaccionar ante la recesión económica que se antoja puede ser dramática hasta mediados del año próximo; sin obviar pactos con los que proteger lo más valioso de nuestro país, la familia, hacedora de riqueza cuyo colectivo social, el pueblo soberano, demuestra que el hartazgo de política insustancial tendrá su castigo.
Pero antes de acudir a esos pactos, lavarse las manos con agua y jabón, algunas y algunos aprovechando también para lavarse la boca, refrescarse la cara y limpiar la mente. A los pactos no se va con partidismos, ideologías o especulaciones de sacar provecho propio, a los pactos se acude para reaccionar a esta problemática que acucia y amenaza nuestra sociedad. Las deslegitimaciones ocurrentes se quedan en casa a buen recaudo porque esas de nada valen a los que esperamos con ansiedad y angustia que España siga adelante por encima de esta voraz enfermedad que nos asola.
Sobradamente hemos comprobado que el ERTE no es para políticos ni de Cámara Baja o Alta, son inmunes a las recesiones apoltronados en sus escaños y sillones de despacho con olor a nuevo. ¿Pactos?, el pueblo no entiende de otra cuestión para salir de esta situación dantesca en la que cada semana son más de cuatro mil personas las que dejan de existir en las listas del INEM, las estadísticas de la Seguridad Social o del Censo Electoral.
Ya no nos acordábamos siquiera de que fue allá por 2017 cuando comenzó a evolucionar la economía, devaluada y resentida azotó desmedida a una buena parte de la sociedad llevándose por delante esperanzas de recuperación de una calidad de vida perdida y un Estado del Bienestar del que nunca volvieron a saber nada.
Vamos que según se desprende ante la falta de idoneidad financiera entre naciones de la Unión Europea y la desfachatez política de nuestros representantes muchos ciudadanos y ciudadanas coinciden en la misma pregunta ¿No sería mejor dejar caer el dinero y salvar vidas para poder de nuevo replantear una economía duradera, sin desigualdades sociales más allá de las evidentes diferencias salariales según merecimientos en saber y conocimiento? ¿Es realmente imprescindible mantener la polémica de las arcas llenas y la delgadez social prolongada y en cambio gastar lo que haga falta para acabar con la amenaza de la pandemia? ¿Nunca ocurrió en el mundo que la historia nos cuenta que es mejor comenzar vivo que no vivir siempre amenazado?
Pactos, esa es la palabra mágica que fija la esperanza del país en el que vivimos al igual que el de otras muchas partes del mundo en las que el coronavirus arrasa con sus pobres recursos y sus escasas cosechas técnicas. Europa se está quedando con poco margen de reacción por falta de solidaridad entre sus miembros y peor aún, quedará sometida a la influencia económica de los que antes de su creación considerábamos enemigos del continente por la hegemonía de sus divisas.
Muchas horas de confinamiento dan para reflexionar con cautela, posicionarnos sobre un aspecto real que sirva para valorar lo que en ocasiones importantes decidimos. No ayuda demasiado la lluvia que hemos tenido estos días por su indudable paisaje que induce a la añoranza, pero vendrán tiempos mejores, pasaremos este episodio doloroso de nuestras vidas y valoraremos que el ser humano es maravilloso cuando se le exige colaborar por el bien de la mayoría. jasc  18/04/2020

viernes, 17 de abril de 2020

VIENTOS DE MIEDO


El silencio desbrozó la calle,
dejó el asfalto sin huellas
al campo lozano y verde
y a la vida acobardada;

miradores las ventanas
donde las palmas resuenan,
saludos desde balcones
y miradas de añoranza.

El silencio vino a quedarse,
extendió su manto oscuro
pegando por los rincones
la mudez en las gargantas;

días que parecen años,
semanas que asemejan meses
con las pisadas contadas
y las paredes de siempre.

Aves que vuelan ligeras,
hojas que prenden al viento
confinadas en las ramas
de troncos firmes y fuertes;

luces de desconcierto,
bañadas de miedos libres
orquestados por la muerte
y lúgubres en la distancia.
jasc /Abril 2020

miércoles, 15 de abril de 2020

Despedidas sin adiós


Dejándome llevar por la memoria sin querer obviar el paso del tiempo me vienen recuerdos de años pasados en los que nuestros mayores sacaron de la miseria a muchos de sus descendientes. Era la época de una recesión económica sufrida por millones de familias a las que el caos inmobiliario, el rescate a la banca y el desplome del mercado laboral devoró sin miramientos y sumió en una avalancha de peticiones para adquirir recursos con los que alimentar a sus congéneres.
Fueron miles de esos abuelos que hoy se marchan sin poder decirles adiós, con la única compañía de los que lucharon hasta el final por salvar sus vidas , los que vieron como ángeles vestidos de azul y blanco que después de expirar, acondicionaron sus pobres cuerpos, espectadores solidarios que esperaron hasta que  vinieran a recogerlos para depositarlos con respeto en un lugar de descanso eterno que no estaba preparado aun para recibirlos.
Malvado y fatídico virus que vino a traer el dolor a los habitantes de un mundo que se siente cansado, agotado de tanta infamia infringida en su aire, en su tierra y en mares o ríos de lágrimas echados a perder por una vida malsana.
Aquella generación de intrépidas e intrépidos abuelos venidos algunos de la vergonzosa guerra que mantuvimos entre hermanos, esos que lideraron el final de una dictadura, los mismos que dejaron poso para forjar la democracia en nuestro país se han marchado sin poder hacerles un pequeño homenaje o darles un abrazo de despedida con el que hacer su última travesía por el mundo de los vivos.
Habrá  ceremonias sentidas cuando todo esto pase, días de recogimiento en los lugares en los que descansen sus huesos pero el dolor quedará siempre, el sentimiento de pena por no haber podido hacer nada nos acompañará en muchas de las ocasiones en las que se celebren actos que recuerden a estos héroes por una enfermedad que no entendió de buenos o malos, de villanos o gente honrada, de ricos o pobres pero sí de dignidad, la que nos enseñaron cuando de pequeños y adolescentes preguntábamos en celebraciones familiares en las que contaban historias reales que parecían inventadas y que sin embargo ahora con el estupor de su pérdida, admitimos como la verdad más grande jamás oída.
Esto habrá un momento en que pase, saldremos temerosos del protectorado de nuestros hogares durante el tiempo de confinamiento para no ser contagiados y volveremos a sentir el aire en nuestros rostros o el calor de los rayos de sol sobre nuestras cabezas; nos iremos poco a poco acostumbrando a acercarnos unos a otros, a abrazarnos con reparos hasta llegar a besarnos; el mundo continuará existiendo pero será distinto, ya no estarán con nosotros los que la vida por nosotros dieron; se habrán marchado de una manera discreta, sin pedir nada, sin un grito suplicando vernos y al final, levantaron la mano para susurrar un último  os quiero.
Pero no estábamos allí para oírlo porque las normas de supervivencia nos lo dictaron, la tragedia se habrá multiplicado y una herida quedará abierta de por vida, nadie tendrá la culpa porque sería improcedente señalar a quién no sabremos fue culpable de un hecho tan pavoroso.
Solo la salud mental, la consciencia inocente y la memoria de los más pequeños  reportará beneficio a  los adultos, ellos serán el espejo en el que veremos con nitidez a los que se despidieron entre la bruma de una oscura pesadilla, un sueño del que nunca despertaremos, una verdad tan trágica y real como aquellos cuentos que nos contaron después de soplar las velas de un cumpleaños feliz. Abuelos de todo el mundo que nos hicisteis felices pidiendo de recompensa una ligera caricia o el leve esbozo de una sonrisa agradecida D.E.P.  jasc / Abril 2020

martes, 14 de abril de 2020

Guiones reales sin efectos especiales


La realidad supera la ficción y la alimenta; lo que está sucediendo en un mundo globalizado que corre peligro de caer en el distanciamiento con respecto a otras sociedades puede ser imprevisible, lo que no deja lugar a especulaciones es que el confinamiento nos ha devuelto algo de cordura, empatía y una cierta abnegación al estoicismo solidario.
Caminamos desorientados en busca de soluciones, exigimos lealtad de las fuerzas políticas y las instituciones, creemos en solventar de la mejor manera posible la vuelta a nuestros quehaceres rutinarios, especulamos sobre la importancia de ser parte integrante de la UE y está por el contrario, vuelve a caer en el pozo de la ignorancia al no saber cómo resolver la amenaza que la acecha; una UE que va de capa caída y se arriesga a pasar de ser un espacio democrático con una solvencia financiera para con los países que la conforman a plegarse al sibilino ataque de cierta parte de los mismos con exigentes ideologías de antaño.
El euro se resquebraja y eso es malo para la estabilidad financiera de los países integrantes  de la institución, nos convertimos en presa fácil para el dólar o los inquisitivos avances del poder asiático e incluso de países de nuestro continente a los que eso de construir salvavidas comunes para que nadie se ahogue no encaja en sus auténticos objetivos o prioridades futuras.
Los científicos e investigadores se nos están volviendo locos de tanto probar con cientos de fórmulas una que atrape el Virus y lo estanque en una probeta. Y ahora posiblemente no se trate de falta de recursos, es más que eso, falta tiempo para llegar al éxito. Una vacuna que solape el contagio, un remedio que pare el dolor de tanta muerte en escasas semanas, un escudo protector de contagios que nos lleve a la puerta de salida y el final del confinamiento.
Las cosas cambiarán, pero ¿durará ese cambio lo suficiente como para lograr la recuperación económica sin dejar a los más débiles en el umbral de la exclusión social? Ahora todo son buenas intenciones, los agentes sociales se muestran atareados en proteger el mercado laboral del contagio, una labor que no tendría nada de extraño sino fuera porque antes de llegar esta pandemia poco se veía su labor. La ciudadanía aplaude a las 20:00 p.m. desde los balcones y saludan con efusividad al vecino de enfrente del que nunca supo nada hasta el día de hoy; ojalá mañana sigamos preocupándonos por él aunque simplemente sea para regalarle una sonrisa.
Son los partidos políticos los únicos que desfasan del conjunto con sus bravuconadas, ofensas y discursos de mitin electoral; como si estuviésemos en época de candidaturas. Mal les irá a quienes no pongan el codo al lado de su colega, aunque este sea de ideología contraria, poco tendrá que decir cuando todo esto pase de lo que significa lealtad al pueblo soberano que a pesar de su estupor con lo ocurrido, no deja de ver algo de luz al final del túnel y reconocer el esfuerzo del colectivo sanitario, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, barrenderos, camión de recogida de basura, cajeros de supermercados, limpiadoras y así una larga lista de profesionales, al igual que el de un Gobierno que de saber lo que se le venía encima, quizá hubiese deseado esperar tiempos mejores para ser elegido. jasc

domingo, 12 de abril de 2020

Pesadillas extrapolables en la historia


Sufrimos una larga pesadilla que dura ya cien días, con sus noches de angustia y la amarga sensación de buscarle un razonamiento lógico a lo que nos está pasando. No podemos pensar en teorías conspiratorias para asemejar a los dioses que sacudían su ira o monstruos de los mares capaces de destronar a los reyes. Es indudable que el viaje de un atroz virus que salió del rebrote de alguna célula a la que es incapaz llegar según afirmaciones actuales de los científicos asiáticos viene a provocar una exigente duda de la ciudadanía del viejo continente sobre la veracidad de sus manifestaciones.
Ha habido pandemias en la historia de la humanidad que acabaron con la prosperidad de algunos pueblos más débiles y menos protegidos mientras por el contrario, trajeron bonanza económica a los que se recuperaron antes para recoger el botín de los recursos. Curioso que hace apenas cien años de la gripe española que mató a millones de personas en tiempos del final de la primera guerra mundial veamos ahora con un grado de conocimiento y técnicas más loables, una amenaza sin tregua que se está llevando por delante centenares de vidas, con el riesgo añadido de que el brote de la pandemia infrinja daños irreversibles al ya tan maltratado continente africano.
Igualmente parece poco menos que descabellado ver como la sociedad americana con su egocéntrico presidente al mando, haya visto morir tanta gente en la misma ciudad para creerse de una vez que una bufanda es para el frío y para los muertos han tenido que acondicionar cámaras frigoríficas en camiones o enterrarlos en fosas comunes en una isla. Esta es la cruda realidad de los estadounidenses y la manera de actuar de quién se cree uno de esos dioses que matan monstruos en la cultura china, o que mantienen una idea preconcebida sacada de un film como Gotzila, en el que si eres yanque y aludes a “Houston tenemos un problema” vendrán a sacarlos del atolladero unos héroes cinematográficos solo existentes en la ficción, o en la mente de su líder.
cuando acabó aquella guerra de 1918 comenzó el calvario de la gripe española, curioso que en el momento preciso salgan a escena otros dramáticos; tras esa guerra vino un periodo más o menos laxo que se vio sacudido por otra guerra, en este caso la nuestra contra un conocido enemigo, nosotros mismos.  Con el paso del tiempo adquirimos cordura y dejamos el belicismo atrás, tan solo los duros años del terrorismo nos sacaban de muy dentro el sonido de las balas; vino después esa Transición que trajo democracia y esperanza a un país irreconocible por su gran valía social y hace apenas una década volvimos a sufrir, en este caso la recesión y un estallido inmobiliario, un rescate a la banca y un exagerado desempleo entre los más jóvenes.
Ahora que nos encontrábamos a la puerta de una regeneración económica, con un mercado laboral que estaba a punto de entrar en alza por las campañas vacacionales instauradas en nuestro calendario, viene otro golpe sobre nuestros recursos que nos dejan de nuevo des nudos y desprotegidos en manos del capital.
No hay alternativa posible a la de trabajar en conjunto para salir de esta situación; aquellos que se distancien del cometido esencial que debe confirmar la UE cometerán un grave error, el de verse frustrados su recursos por tener que autoabastecerse ya que no serán aquellos a los que dejaron enterrados en sus miserias  los mismos que vayan a sacarles de las suyas. Esto no es la ley del Talión, esto es simplemente pensar que en situaciones adversas un país por sí solo no sacará nada más que barro de su cosecha capitalista por no haber sabido sembrar solidaridad a su entorno.
 Ama sin que te amen, quiere sin que te quieran y no odies por desespero; la vida es demasiado corta y bella, siempre sujeta a infortunios como para gastarla en actos injustificados en tiempos de necesidad. jasc

jueves, 9 de abril de 2020

Bajo la jamba de mi ventana


La pregunta es cuantas muertes son necesarias para lograr acuerdos internacionales contra la pandemia que asola a nivel global nuestro Planeta. Por la zona norte del viejo continente son reacios a sacar las manos de los bolsillos y se junta con un gobierno germano que se vio beneficiado al ser anulada la deuda que contrajo tras la ofensiva del malogrado imperio alemán provocada por su dictador. Es curioso, los que más tienen quieren solucionar solos el problema que acucia a las sociedades europeas y no dar su brazo a torcer para implementar soluciones para todos. La famosa Unión Europea se ve abocada a un desencanto de los europeístas ante la ruin y miserable decisión de países abonados a su propio interés en detrimento del resto de sus socios.
Pero no debería extrañarnos los desencantos en las cumbres institucionales con representantes de esta descompensada a todos los niveles UE; digo bien, nada tiene que nos asuste en las propuestas entre países de la zona sur con relación a los ubicados en la zona norte como Holanda o Alemania. El primero por considerarse a si mismo privilegiado dentro de su propio paraíso fiscal y el segundo, inquietantemente más preocupado en no arriesgar demasiado ante las próximas elecciones del país en cuestión, alejándose disimuladamente de un compromiso solidario que debe asumir de forma ejemplarizante contra aquellos que satisfacen su dolor con el dolor ajeno.
Y es que hablar de política hoy en día es indigno, concebir que con las palabras malsonantes o los lanzamientos de dardos envenenados a un Gobierno que sufre la pandemia como todos nosotros es realmente vergonzoso. Apelar a ideologías, independentismo o nacionalismos tanto del lado de la izquierda como de la derecha es algo que pasará su correspondiente factura cuando todo esto acabe.
Palabras amorales, frases impropias, alusiones a escritores o filósofos antiguos se ha convertido en escudos de ripio beneficio. No es el hecho de manifestar libremente lo que cada uno piense con la fuerza de nuestra democracia, es la manera en cuando, como y en que afecta a una lucha contra un virus al que tenemos que combatir cada día de la mejor manera posible. La ciudadanía está haciendo sus deberes desde el comienzo del Estado de alerta sanitaria, pero ¿y la clase política?, esa “casta” a la cual el oportunista actual vicepresidente apelaba en sus mítines ¿esta haciendo también sus obligaciones llevando a cabo planteamientos de soluciones o apoyo a quienes han tenido la buena o mala suerte de gobernarnos en tal excepcional situación?
Pues definitivamente no; han reaccionado de manera alevosa, indigna, falta de moralidad, ética política y apoyo sin medidas a sus representados. Hablar de política se ha convertido en un insulto gravoso a la respetabilidad de un pueblo confinado, solidariamente comprometido en ayudar con todas sus fuerzas para terminar con la amenaza más grande que hasta ahora ha vivido el siglo XXI.
Si la providencia nos lo permite, en unas semanas estaremos en las calles que ahora vemos desde la ventana, con las medidas que sean necesarias y con la prudencia debida; será a partir de entonces cuando habrá que ponerse a mirar con lupa y escuchar con los oídos atentos los discursos acontecidos con anterioridad para poner a cada cual en el lugar que se merece. La extrema derecha nunca será portadora en nuestro país del poder suficiente como para liderar un gobierno; el derechismo conservador va por mal camino si acepta el reto de sus correligionarios ultras; los independentistas que intensifican un discurso tendrán que esperar para proyectar su parece ser único objetivo; la izquierda deberá aprender que con su obcecación a repartir dinero sin ingresos habrá fracaso y por tanto, nos queda la esperanza de que los gobiernos en nuestro país sean legítimamente elegidos por la ciudadanía en contraposición a la mayoría y enfocados a una gobernanza aceptable de diferentes ideologías con la que lograr el equilibrio que una nación como la nuestra exige.
Llegará ese momento y será entonces cuando pongamos sobre la mesa si la UE es o no razonable con las necesidades de todos los que la integran, analizaremos si los votos que en su día emitiremos a favor o en contra de quienes presenten candidaturas es o no fructífero a nuestros intereses y pediremos con todas nuestras fuerzas como pueblo soberano, cuentas a los que nos han querido dejar desnudos y desprotegidos en la epidemia del coronavirus a cambio del capitalismo obsceno que llevan en sus carteras.
Preguntaremos como el porcentaje de bajas en el país que originó la epidemia es prácticamente insustancial en relación a los países de la zona sur de Europa más castigados y si mintieron a la hora de eximir la realidad en favor de un sistema cerrado. Porque no hay duda de que algo pasó que se ha escondido, lo sucedido tal vez fuera ocasional pero la ignorancia no siempre es negativa cuando afecta nuestra salud y la gran capacidad de un país con miles de ciudadanas y ciudadanos no cuadra con la pobreza de sus previsiones y la lucha de intereses entre capitalismos extremos.
Nos queda mucho por pensar, reflexionar con agudeza e incluso con el derecho a errar en nuestros pensamientos sobre cómo hemos caído en tal prueba de supervivencia sin armas para contener su ataque. Pero también hemos aprendido a recalcar lo que realmente es necesario para el mantenimiento vital de una sociedad de la cual me enorgullece ser participe. jasc

miércoles, 8 de abril de 2020

BLANCO Y AZUL, EL COLOR DE LA ESPERANZA


Partiendo de la premisa que define a un ángel en algunas religiones como un ser bondadoso que reparte generosamente lo mejor de lo que dispone, bien podríamos dar por sentado que nuestros sanitarios son ángeles para todas las religiones del mundo, incluso para los que se consideran ateos o aconfesionales por dar hasta la vida en pro del bienestar y la salud de sus pacientes. jasc


lunes, 6 de abril de 2020

Por boca de la racionalidad


En las costumbres de una cultura arraigada en la interacción personal y acostumbrada a empatizar mediante besos y abrazos dentro de su entorno e incluso a saludar con efusividad a personas desconocidas, nunca pensé que iba a reaccionar de manera tan drástica y cambiar la libertad por la seguridad de sentirse a salvo confinados en sus hogares.
Tuvo que ser un virus calificado por muchos como proveniente de un digamos descuido de los investigadores asiáticos, lo que ha inducido a ciudadanas y ciudadanos de una manera de ser tan afable como Italia o España a resguardarse de los demás para combatir a la muerte y liderar la bandera de la vida con su acatamiento a las normas. Algún día, cuando todo esto sea historia y  los libros de enseñanza divulguen tamaña situación, sabremos el por qué pasó toda esta pesadilla.
No han tenido que venir de políticas cerradas a enseñarnos que lo mejor de cada uno corría un serio peligro sino hacíamos algo por evitarlo. Han sido la democracia y nuestros sanitarios los que han dejado sobre la mesa las posibilidades que teníamos para construir una fortaleza inquebrantable, la de poner por delante la seguridad de los demás con la nuestra propia. Luego vendrán de partidos políticos a criticar decisiones tomadas, soluciones que pudieron ser más eficientes, protestas por la gestión que estiman no fue la correcta, pero lo científicamente resolutivo y transparente lo tenemos delante de nosotros y eso, a pesar de ser una excepcional situación que nunca antes la sociedad que conocemos había sufrido, por el momento es lo que nos vale para hacer que el optimismo prevalezca por encima de lo que las fuerzas de la oposición digan.
Ha sido puesto a prueba un sistema sanitario sin parangón, acotado tras las austeras leyes que singularmente llevaron a cabo los que ahora quieren quedar en buen lugar, heridos por los recortes y los despidos de unos profesionales que no han dejado solo al ciudadano y se están jugando su integridad física sin las herramientas que debemos importar de dónde vino la pandemia que nos ha sumido en el miedo.  Se aprende de lo bueno y también en muchas ocasiones de lo peor, nosotros ya hemos aprendido para no caer en el mismo error de mercado salvaje, terreno inhóspito repleto de avaricia, lucro a costa del dolor ajeno, suspicacias internacionales y evidencias de que el capitalismo yanqui ha demostrado una vez más ser el rey del dólar sin alterar el rictus. Debemos aprovisionar nuestro mercado  a las necesidades de la población, reinventar industrias capaces de autoabastecernos cuando las circunstancias así lo demanden y no depender de agentes extranjeros que ganen cifras estratosféricas a  cambio del dolor de los demás.
Esto nos hará también reaccionar a que no será esta situación la única que podrá aparecer en un mundo al que no cuidamos como merece, alterando el clima y un cambio evidente d la madre naturaleza que se da la vuelta para no ver lo que está sucediendo. Las grandes ciudades han llegado a mediciones extraordinarias de pureza en el aire como hace muchas décadas no se veía, los contenedores de reciclaje se llenan en un porcentaje mucho más elevado que antes de la pandemia y la sociedad reflexiona sobre lo increíble que resulta una primavera tan bella con los seres de la racionalidad encerrados en sus casas.
La muerte de miles de ciudadanos ha traído dolor para muchas familias y en su conjunto a toda la ciudadanía; los contagios se multiplicaron por cientos en pocas horas y el aviso de la catástrofe se nos vino encima sin darnos apenas cuenta. Tenemos la obligación moral ética y ciudadana de reducir la contaminación y polución de nuestros pueblos y ciudades, tenemos la alternativa al transporte público para no llenar de accidentes con vidas perdidas en nuestras carreteras, tenemos una sanidad que debe ser protegida con todos los recursos que hagan falta y los que se inventen tras la aparición de este virus pero, ante todo, tenemos el gran poder de la solidaridad para enfrentarnos a cualquier cosa, cambiar nuestra libertad por la de otros y recibir a cambio una calidad de vida mejor para un futuro al que tendremos que enfrentarnos con la lección aprendida  jasc.

sábado, 4 de abril de 2020

Coherencia y reflexión demócrata


Nadie se cree a estas alturas de la pandemia que en China la cifra de muertos sea la que las informaciones recogen, más aun dado el índice de población del gigante asiático, siempre usando la lógica y el hecho manifiesto de que   en nuestro país estamos cercanos ya a las11000 víctimas, Es tan sospechoso el número de muertos en un país extremadamente cerrado al exterior que da por pensar lo que es inevitable. La enfermedad apareció mucho antes de que dijesen las autoridades chinas que callaron tal epidemia hasta tener claro lo que iban a mostrar al exterior para quedar como un país honesto al divulgar a tiempo la extensión del virus.  
No tiene fundamentos científicos dirimir en política lo que ahora no es procedente, es el itinerante movimiento de un contagio que desborda cualquier sistema sanitario por muy fuerte que este sea. En nuestro país cabe incidir en que mejor nos hubiera ido sin la austeridad y los recortes de un partido político que ahora se pronuncia como sabedor de lo que hay no que hacer; no deseo gastar palabras en los que aluden a un Gobierno sin Presidente, basado en el poder de la ideología en lugar de usar la democracia como apoyo pues, si los demócratas no apoyan la democracia esta desaparecerá sin remedio y eso es algo que no podemos permitirnos.
Gastamos demasiadas fuerzas en proteger ideologías partidistas, conservadurismos inapropiados o extremismos repletos de polvo añejo, no queremos en España oír hablar de independentismos, nacionalismos o boicoteos parlamentarios. Este país necesita trabajar en común para servir a los ciudadanos y cuidar las plantillas sanitarias porque cuando salgamos de esta pesadilla puede que, sin darnos cuenta, venga por Asia, África o Estados Unidos una nueva enfermedad desconocida y para ponernos a resguardo las trincheras sanitarias tienen que estar bien equipadas de material, mano de obra e inversiones en ciencia e investigación.
Nos acordaremos de los recortes toda nuestra vida, esta situación tan dramática no ha sido provocada por ningún partido sino por un agente extraño del que no nos avisaron su llegada. Nunca es tarde para solventar problemas futuros y desde luego, en esto no entran ni recortes ni austeridad de ningún modo. jasc

jueves, 2 de abril de 2020

No tuerzan los derechos de la discapacidad


Cuando se cree en lo que se hace y se lleva a cabo con constancia y humildad, salvo ocasiones puntuales en las que nos impiden el paso, podemos lograr el éxito. Son esas veces en las que la gente no cree en lo que hacemos porque mientras ellos se sienten capacitados de hacerlo en el momento apropiado para demostrar su hegemonía, a menudo a los demás nos suele salir de manera normal. La integración social de las personas con alguna discapacidad es motivo de alarma en los tiempos en los que estamos, no solo por la decepcionante aptitud de la administración, unida a un conformismo sindical y a una mala información de las empresas que pierden cientos de personas con unos niveles de competitividad, conocimiento y valores con los que se sentirían sumamente beneficiadas de incluirlas en sus plantillas laborales.
La profesionalidad se ha convertido en una de las herramientas principales de personas que por motivos de discapacidad se sienten desvinculadas del colectivo laboral sin una oportunidad con la que demostrar sus conocimientos, los sueldos indignos que aparte de estas personas se les proporciona no son lo asequibles para satisfacer sus necesidades básicas y por ello, tienen que seguir dependiendo de sus familias para solucionar tales obstáculos indecorosos en una sociedad a la que se define moderna y que es mirada con cierto agrado por parte de sus socios europeos.
Tenemos empresas dedicadas a conseguir un puesto de trabajo para colectivos de discapacidad y que son meramente oficinas de lucro propio, las fundaciones que se presentan en las webs como lanzaderas de oportunidades son fotografías ilustrativas de grandes empresas para solucionar alternativas de integración en sus presupuestos y con ello, mantener una partida presupuestaria bajo mínimos con las que solventar la normativa que les atañe. Aunque no son todas merecedoras de ser definidas por igual  y por tanto ser tachadas de entrar en el mismo saco de las que utilizan esas argucias, no hay duda que existen organizaciones, empresas o fundaciones que mantienen una legalidad y una ética que denota compromiso.
Toda esta pantomima es una mala gestión de las administraciones competentes, un malogrado acto de solidaridad que, por el contrario, nos hemos dado cuenta de que es una mera aritmética contemplativa de atenerse a sus obligaciones, más allá de todo esto no hay nada, solo buenas palabras, alguna fotografía corporativa con la que saldar pequeñas revueltas y una extrema laxitud de los agentes sociales que dicen estar involucrados liderando un denodado esfuerzo por la integración laboral del colectivo de discapacidad.
Una persona con más de diez años como demandante de empleo en las listas del INEM, sin obtener una sola respuesta a sus demandas, sin recibir un solo correo con una oportunidad laboral o una llamada telefónica que le indique donde puede solventar sus problemas y con ello integrarse en la plantilla de alguna empresa privada o pública no es una buena imagen para nuestra sociedad, ni siquiera una mínima palabra de afecto con la que dar fuerzas al demandante para seguir con la ilusión intacta.
Triste no, indignante diría yo más bien es la propuesta que las empresas les hacen a personas con discapacidad para darles como limosna un salario no acorde con las tareas que desempeñan. Se puede ser ciego pero no inútil, sordo pero con la vista fresca, en silla de ruedas pero con una velocidad de reflejos convincente a través de los conocimientos y la formación adquirida con la ayuda de la tecnología que domina buena parte del conglomerado profesional.
 el colectivo de discapacidad no es un grupo de personas que con una prestación se den por zanjadas sus inquietudes, en primer lugar porque con esas ayudas no logran lo esencial de una persona, la autonomía; en segundo lugar, las personas con discapacidad no son objetos sin sentimientos, tan sólo venidos a más en épocas de añoranza impuesta como las fiestas navideñas, la solidaridad no es un momento, la solidaridad se demuestra andando día a día a su lado, conociendo sus inquietudes, sus demandas, sus necesidades y sus valores personales, humanos y profesionales, así es como se construye una sociedad igualitaria en una época en la que las nuevas tecnologías aumentan las posibilidades de las personas con discapacidad, atendiendo de manera provechosa muchas de sus necesidades y coordinándoles su manera de vida a niveles iguales a la de los demás ciudadanos y ciudadanas de este país.
Es por tanto indispensable, además de urgente, comenzar a reconocer aunque cueste hacerlo, que las personas con discapacidad son necesarias para el progreso social y que en las manos de los agentes sociales esta la tarea coordinada con la administración y los empresarios, de integrarlas de pleno derecho en el mercado laboral.
 No se puede esperar diez años a que te llamen para un puesto de trabajo, esa lista de espera es igual de grave que la de la sanidad pública, pero por contraste, llegan a unificarse en un momento determinado por las enormes dificultades que luchar por un puesto de trabajo significan para el deterioro de la salud cuando esto que intentas hacer no logras conseguirlo. “Pensar en discapacidad es pensar en positivo, olvidarse de ello es malograr nuestra sociedad” .jasc