jueves, 9 de abril de 2020

Bajo la jamba de mi ventana


La pregunta es cuantas muertes son necesarias para lograr acuerdos internacionales contra la pandemia que asola a nivel global nuestro Planeta. Por la zona norte del viejo continente son reacios a sacar las manos de los bolsillos y se junta con un gobierno germano que se vio beneficiado al ser anulada la deuda que contrajo tras la ofensiva del malogrado imperio alemán provocada por su dictador. Es curioso, los que más tienen quieren solucionar solos el problema que acucia a las sociedades europeas y no dar su brazo a torcer para implementar soluciones para todos. La famosa Unión Europea se ve abocada a un desencanto de los europeístas ante la ruin y miserable decisión de países abonados a su propio interés en detrimento del resto de sus socios.
Pero no debería extrañarnos los desencantos en las cumbres institucionales con representantes de esta descompensada a todos los niveles UE; digo bien, nada tiene que nos asuste en las propuestas entre países de la zona sur con relación a los ubicados en la zona norte como Holanda o Alemania. El primero por considerarse a si mismo privilegiado dentro de su propio paraíso fiscal y el segundo, inquietantemente más preocupado en no arriesgar demasiado ante las próximas elecciones del país en cuestión, alejándose disimuladamente de un compromiso solidario que debe asumir de forma ejemplarizante contra aquellos que satisfacen su dolor con el dolor ajeno.
Y es que hablar de política hoy en día es indigno, concebir que con las palabras malsonantes o los lanzamientos de dardos envenenados a un Gobierno que sufre la pandemia como todos nosotros es realmente vergonzoso. Apelar a ideologías, independentismo o nacionalismos tanto del lado de la izquierda como de la derecha es algo que pasará su correspondiente factura cuando todo esto acabe.
Palabras amorales, frases impropias, alusiones a escritores o filósofos antiguos se ha convertido en escudos de ripio beneficio. No es el hecho de manifestar libremente lo que cada uno piense con la fuerza de nuestra democracia, es la manera en cuando, como y en que afecta a una lucha contra un virus al que tenemos que combatir cada día de la mejor manera posible. La ciudadanía está haciendo sus deberes desde el comienzo del Estado de alerta sanitaria, pero ¿y la clase política?, esa “casta” a la cual el oportunista actual vicepresidente apelaba en sus mítines ¿esta haciendo también sus obligaciones llevando a cabo planteamientos de soluciones o apoyo a quienes han tenido la buena o mala suerte de gobernarnos en tal excepcional situación?
Pues definitivamente no; han reaccionado de manera alevosa, indigna, falta de moralidad, ética política y apoyo sin medidas a sus representados. Hablar de política se ha convertido en un insulto gravoso a la respetabilidad de un pueblo confinado, solidariamente comprometido en ayudar con todas sus fuerzas para terminar con la amenaza más grande que hasta ahora ha vivido el siglo XXI.
Si la providencia nos lo permite, en unas semanas estaremos en las calles que ahora vemos desde la ventana, con las medidas que sean necesarias y con la prudencia debida; será a partir de entonces cuando habrá que ponerse a mirar con lupa y escuchar con los oídos atentos los discursos acontecidos con anterioridad para poner a cada cual en el lugar que se merece. La extrema derecha nunca será portadora en nuestro país del poder suficiente como para liderar un gobierno; el derechismo conservador va por mal camino si acepta el reto de sus correligionarios ultras; los independentistas que intensifican un discurso tendrán que esperar para proyectar su parece ser único objetivo; la izquierda deberá aprender que con su obcecación a repartir dinero sin ingresos habrá fracaso y por tanto, nos queda la esperanza de que los gobiernos en nuestro país sean legítimamente elegidos por la ciudadanía en contraposición a la mayoría y enfocados a una gobernanza aceptable de diferentes ideologías con la que lograr el equilibrio que una nación como la nuestra exige.
Llegará ese momento y será entonces cuando pongamos sobre la mesa si la UE es o no razonable con las necesidades de todos los que la integran, analizaremos si los votos que en su día emitiremos a favor o en contra de quienes presenten candidaturas es o no fructífero a nuestros intereses y pediremos con todas nuestras fuerzas como pueblo soberano, cuentas a los que nos han querido dejar desnudos y desprotegidos en la epidemia del coronavirus a cambio del capitalismo obsceno que llevan en sus carteras.
Preguntaremos como el porcentaje de bajas en el país que originó la epidemia es prácticamente insustancial en relación a los países de la zona sur de Europa más castigados y si mintieron a la hora de eximir la realidad en favor de un sistema cerrado. Porque no hay duda de que algo pasó que se ha escondido, lo sucedido tal vez fuera ocasional pero la ignorancia no siempre es negativa cuando afecta nuestra salud y la gran capacidad de un país con miles de ciudadanas y ciudadanos no cuadra con la pobreza de sus previsiones y la lucha de intereses entre capitalismos extremos.
Nos queda mucho por pensar, reflexionar con agudeza e incluso con el derecho a errar en nuestros pensamientos sobre cómo hemos caído en tal prueba de supervivencia sin armas para contener su ataque. Pero también hemos aprendido a recalcar lo que realmente es necesario para el mantenimiento vital de una sociedad de la cual me enorgullece ser participe. jasc

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