En las costumbres de una cultura arraigada en la
interacción personal y acostumbrada a empatizar mediante besos y abrazos dentro
de su entorno e incluso a saludar con efusividad a personas desconocidas, nunca
pensé que iba a reaccionar de manera tan drástica y cambiar la libertad por la
seguridad de sentirse a salvo confinados en sus hogares.
Tuvo que ser un virus calificado por muchos como
proveniente de un digamos descuido de los investigadores asiáticos, lo que ha
inducido a ciudadanas y ciudadanos de una manera de ser tan afable como Italia
o España a resguardarse de los demás para combatir a la muerte y liderar la
bandera de la vida con su acatamiento a las normas. Algún día, cuando todo esto
sea historia y los libros de enseñanza
divulguen tamaña situación, sabremos el por qué pasó toda esta pesadilla.
No han tenido que venir de políticas cerradas a enseñarnos
que lo mejor de cada uno corría un serio peligro sino hacíamos algo por
evitarlo. Han sido la democracia y nuestros sanitarios los que han dejado sobre
la mesa las posibilidades que teníamos para construir una fortaleza
inquebrantable, la de poner por delante la seguridad de los demás con la
nuestra propia. Luego vendrán de partidos políticos a criticar decisiones tomadas,
soluciones que pudieron ser más eficientes, protestas por la gestión que
estiman no fue la correcta, pero lo científicamente resolutivo y transparente
lo tenemos delante de nosotros y eso, a pesar de ser una excepcional situación
que nunca antes la sociedad que conocemos había sufrido, por el momento es lo que
nos vale para hacer que el optimismo prevalezca por encima de lo que las
fuerzas de la oposición digan.
Ha sido puesto a prueba un sistema sanitario sin
parangón, acotado tras las austeras leyes que singularmente llevaron a cabo los
que ahora quieren quedar en buen lugar, heridos por los recortes y los despidos
de unos profesionales que no han dejado solo al ciudadano y se están jugando su
integridad física sin las herramientas que debemos importar de dónde vino la
pandemia que nos ha sumido en el miedo. Se aprende de lo bueno y también en muchas
ocasiones de lo peor, nosotros ya hemos aprendido para no caer en el mismo
error de mercado salvaje, terreno inhóspito repleto de avaricia, lucro a costa
del dolor ajeno, suspicacias internacionales y evidencias de que el capitalismo
yanqui ha demostrado una vez más ser el rey del dólar sin alterar el rictus.
Debemos aprovisionar nuestro mercado a
las necesidades de la población, reinventar industrias capaces de
autoabastecernos cuando las circunstancias así lo demanden y no depender de
agentes extranjeros que ganen cifras estratosféricas a cambio del dolor de los demás.
Esto nos hará también reaccionar a que no será esta
situación la única que podrá aparecer en un mundo al que no cuidamos como
merece, alterando el clima y un cambio evidente d la madre naturaleza que se da
la vuelta para no ver lo que está sucediendo. Las grandes ciudades han llegado
a mediciones extraordinarias de pureza en el aire como hace muchas décadas no
se veía, los contenedores de reciclaje se llenan en un porcentaje mucho más
elevado que antes de la pandemia y la sociedad reflexiona sobre lo increíble
que resulta una primavera tan bella con los seres de la racionalidad encerrados
en sus casas.
La muerte de miles de ciudadanos ha traído dolor para muchas
familias y en su conjunto a toda la ciudadanía; los contagios se multiplicaron
por cientos en pocas horas y el aviso de la catástrofe se nos vino encima sin
darnos apenas cuenta. Tenemos la obligación moral ética y ciudadana de reducir
la contaminación y polución de nuestros pueblos y ciudades, tenemos la
alternativa al transporte público para no llenar de accidentes con vidas
perdidas en nuestras carreteras, tenemos una sanidad que debe ser protegida con
todos los recursos que hagan falta y los que se inventen tras la aparición de
este virus pero, ante todo, tenemos el gran poder de la solidaridad para
enfrentarnos a cualquier cosa, cambiar nuestra libertad por la de otros y
recibir a cambio una calidad de vida mejor para un futuro al que tendremos que
enfrentarnos con la lección aprendida jasc.
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