lunes, 6 de abril de 2020

Por boca de la racionalidad


En las costumbres de una cultura arraigada en la interacción personal y acostumbrada a empatizar mediante besos y abrazos dentro de su entorno e incluso a saludar con efusividad a personas desconocidas, nunca pensé que iba a reaccionar de manera tan drástica y cambiar la libertad por la seguridad de sentirse a salvo confinados en sus hogares.
Tuvo que ser un virus calificado por muchos como proveniente de un digamos descuido de los investigadores asiáticos, lo que ha inducido a ciudadanas y ciudadanos de una manera de ser tan afable como Italia o España a resguardarse de los demás para combatir a la muerte y liderar la bandera de la vida con su acatamiento a las normas. Algún día, cuando todo esto sea historia y  los libros de enseñanza divulguen tamaña situación, sabremos el por qué pasó toda esta pesadilla.
No han tenido que venir de políticas cerradas a enseñarnos que lo mejor de cada uno corría un serio peligro sino hacíamos algo por evitarlo. Han sido la democracia y nuestros sanitarios los que han dejado sobre la mesa las posibilidades que teníamos para construir una fortaleza inquebrantable, la de poner por delante la seguridad de los demás con la nuestra propia. Luego vendrán de partidos políticos a criticar decisiones tomadas, soluciones que pudieron ser más eficientes, protestas por la gestión que estiman no fue la correcta, pero lo científicamente resolutivo y transparente lo tenemos delante de nosotros y eso, a pesar de ser una excepcional situación que nunca antes la sociedad que conocemos había sufrido, por el momento es lo que nos vale para hacer que el optimismo prevalezca por encima de lo que las fuerzas de la oposición digan.
Ha sido puesto a prueba un sistema sanitario sin parangón, acotado tras las austeras leyes que singularmente llevaron a cabo los que ahora quieren quedar en buen lugar, heridos por los recortes y los despidos de unos profesionales que no han dejado solo al ciudadano y se están jugando su integridad física sin las herramientas que debemos importar de dónde vino la pandemia que nos ha sumido en el miedo.  Se aprende de lo bueno y también en muchas ocasiones de lo peor, nosotros ya hemos aprendido para no caer en el mismo error de mercado salvaje, terreno inhóspito repleto de avaricia, lucro a costa del dolor ajeno, suspicacias internacionales y evidencias de que el capitalismo yanqui ha demostrado una vez más ser el rey del dólar sin alterar el rictus. Debemos aprovisionar nuestro mercado  a las necesidades de la población, reinventar industrias capaces de autoabastecernos cuando las circunstancias así lo demanden y no depender de agentes extranjeros que ganen cifras estratosféricas a  cambio del dolor de los demás.
Esto nos hará también reaccionar a que no será esta situación la única que podrá aparecer en un mundo al que no cuidamos como merece, alterando el clima y un cambio evidente d la madre naturaleza que se da la vuelta para no ver lo que está sucediendo. Las grandes ciudades han llegado a mediciones extraordinarias de pureza en el aire como hace muchas décadas no se veía, los contenedores de reciclaje se llenan en un porcentaje mucho más elevado que antes de la pandemia y la sociedad reflexiona sobre lo increíble que resulta una primavera tan bella con los seres de la racionalidad encerrados en sus casas.
La muerte de miles de ciudadanos ha traído dolor para muchas familias y en su conjunto a toda la ciudadanía; los contagios se multiplicaron por cientos en pocas horas y el aviso de la catástrofe se nos vino encima sin darnos apenas cuenta. Tenemos la obligación moral ética y ciudadana de reducir la contaminación y polución de nuestros pueblos y ciudades, tenemos la alternativa al transporte público para no llenar de accidentes con vidas perdidas en nuestras carreteras, tenemos una sanidad que debe ser protegida con todos los recursos que hagan falta y los que se inventen tras la aparición de este virus pero, ante todo, tenemos el gran poder de la solidaridad para enfrentarnos a cualquier cosa, cambiar nuestra libertad por la de otros y recibir a cambio una calidad de vida mejor para un futuro al que tendremos que enfrentarnos con la lección aprendida  jasc.

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