domingo, 19 de abril de 2020

LA LIBERTAD DEL MIEDO



En esta ocasión no han sido bulos, facke new de red social o mentiras fabricadas lo que nos ha horrorizado, lo que nos esta sucediendo es una pesadilla real, inmune a la ciencia y mortal a la humanidad recorre el tiempo dejando tras de sí desolación, muerte y añadiendo más pobreza a lo que ya era excluyente por falta de recursos básicos. No dejamos de pensar confinados en nuestros hogares de qué forma se ha podido transmitir tan letal enfermedad en tan escaso tiempo, la gente en su gran mayoría lo denomina guerra y yo por mi parte prefiero palabras, como una pugna entre la vida y la muerte, entre lo que se denomina progreso y evolución tanto humano como tecnológico que se ha visto desbordada por una pandemia sin parangón en la historia reciente, un silencioso conflicto que sigue su inagotable avance a la destrucción de todo lo que sea racional sembrando el horror en toda la población del Planeta.
Los habitantes de este mundo con sus diferentes culturas y costumbres no se explican como en pleno siglo XXI con los avances de la ciencia, la investigación y la tecnología, no han sido capaces de prever la llegada de esta pandemia; llevamos meses sabiendo de su procedencia, identificando el  virus y protegiéndonos de la única manera que los representantes de la sanidad a nivel global han recomendado, el confinamiento en nuestros hogares, el lavado constante de las manos, el distanciamiento social a la hora de salir para hacer las compras imprescindibles y el uso de mascarillas.
De una etapa de confinamiento pasaremos a otra antes de doblegar a tan pavorosa enfermedad, de unas normas a otras con tal de que la economía no desfallezca y termine por tocar fondo y, sin embargo, seguimos sumando víctimas mortales a la estadística, contagiados y un gran grupo de los que denominan asintomáticos, instalados en el miedo de creernos infectados o por el contrario contagiar a otros sin saber siquiera que somos portadores de la enfermedad
Nos dicen que hasta mediados del mes de mayo siempre que los números así lo permitan, no pisaremos la calzada de nuestros pueblos y ciudades con sumo cuidado de no poner los guantes en superficies cualquiera. Todo parece estar infectado o ser susceptible de contagio al menor descuido posible, viviremos con la amenaza constante a lo desconocido, con el miedo aflorando ante posibles escenarios peligrosos y lo más doloroso, teniendo que esperar a nueva orden lo de besar a quien queremos o abrazar a nuestros amigos.
La angustia a lo que podemos encontrarnos en el camino cuando abramos la puerta de nuestras casas será tremenda, bajaremos las escaleras para no utilizar el ascensor por si los botones están contaminados, sujetaremos el pomo del portal con un pañuelo de papel que luego tiraremos en las papeleras y no se nos ocurrirá llevarnos las manos a la mascarilla, a la cara o peor aún, a los ojos por mucho que el aire levante siempre será mejor cerrarlos para que no entre polvo antes que padecer un terrible sobresalto.
Cuando tengamos a alguien cerca nos preguntaremos si estará o no infectado, si tose o estornuda nos alejaremos apresurados ante semejante situación de riesgo y aquellas o aquellos que sufran los síntomas normales de una alergia, serán señalados por las miradas cercanas o por los sanitarios del centro ambulatorio cuando vayan a pedir un antihistamínico. Lo que es gripe pasará a ser presunto contagiado, la nariz taponada símil de asintomático y si la fiebre añadida a un molesto dolor de garganta no aparece, tampoco se salva de la aptitud temerosa que las articulaciones ante tanto tiempo confinado representarán una duda constante a padecer el maldito covid19.
En pleno dos mil veinte hemos caído en la trampa mortal con una carencia total de contar con una vacuna a corto plazo la cual nos impida seguir horrorizados día tras día. Ni el capitalismo americano, ni los fuertes gobiernos económicamente poderosos de Asia, América, Europa o el gigante soviético parecen tener la solución a esta pandemia. Si la solidaridad es la única herramienta con la que contamos para salvar a la humanidad, deberían hacerse todas las gestiones posibles para proteger a un continente como África, siempre azotado por la pobreza y la falta de recursos básicos; depende la fuerza común para debilitar al monstruo que se nos coló en nuestro siglo.
Y lo peor será que la vida en sociedad cambiará, los colectivos que se reunían para atender las necesidades de nuestra cultura seguirán hibernando durante meses, si es que al final no nos vamos al próximo año.  Nos hacemos demasiadas preguntas sin contestación tranquilizadora alguna, nos protegemos entre las paredes de los hogares y esperamos, esperamos con el miedo en las miradas a que mañana hayan bajado las víctimas y los contagiados para mirar desde la ventana con el optimismo adecuado.
A pesar de todo desechemos la ilusión ficticia por asirnos a la utopía de un continuo desconcierto que solo conseguirá alimentar la ansiedad, tengamos como objetivo no dejar pasar cuando la oportunidad nos lo permita, la importancia de valorar las pequeñas cosas y gestos a los que no prestábamos atención alguna y confiemos en que lo mejor esta aun por venir a formar parte de nuestras vidas.
 jasc / 19 Abril 2020

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