La
realidad supera la ficción y la alimenta; lo que está sucediendo en un mundo
globalizado que corre peligro de caer en el distanciamiento con respecto a
otras sociedades puede ser imprevisible, lo que no deja lugar a especulaciones
es que el confinamiento nos ha devuelto algo de cordura, empatía y una cierta abnegación
al estoicismo solidario.
Caminamos
desorientados en busca de soluciones, exigimos lealtad de las fuerzas políticas
y las instituciones, creemos en solventar de la mejor manera posible la vuelta
a nuestros quehaceres rutinarios, especulamos sobre la importancia de ser parte
integrante de la UE y está por el contrario, vuelve a caer en el pozo de la
ignorancia al no saber cómo resolver la amenaza que la acecha; una UE que va de
capa caída y se arriesga a pasar de ser un espacio democrático con una solvencia
financiera para con los países que la conforman a plegarse al sibilino ataque
de cierta parte de los mismos con exigentes ideologías de antaño.
El
euro se resquebraja y eso es malo para la estabilidad financiera de los países
integrantes de la institución, nos
convertimos en presa fácil para el dólar o los inquisitivos avances del poder asiático
e incluso de países de nuestro continente a los que eso de construir salvavidas
comunes para que nadie se ahogue no encaja en sus auténticos objetivos o prioridades
futuras.
Los
científicos e investigadores se nos están volviendo locos de tanto probar con
cientos de fórmulas una que atrape el Virus y lo estanque en una probeta. Y
ahora posiblemente no se trate de falta de recursos, es más que eso, falta
tiempo para llegar al éxito. Una vacuna que solape el contagio, un remedio que
pare el dolor de tanta muerte en escasas semanas, un escudo protector de
contagios que nos lleve a la puerta de salida y el final del confinamiento.
Las
cosas cambiarán, pero ¿durará ese cambio lo suficiente como para lograr la
recuperación económica sin dejar a los más débiles en el umbral de la exclusión
social? Ahora todo son buenas intenciones, los agentes sociales se muestran
atareados en proteger el mercado laboral del contagio, una labor que no tendría
nada de extraño sino fuera porque antes de llegar esta pandemia poco se veía su
labor. La ciudadanía aplaude a las 20:00 p.m. desde los balcones y saludan con
efusividad al vecino de enfrente del que nunca supo nada hasta el día de hoy;
ojalá mañana sigamos preocupándonos por él aunque simplemente sea para regalarle
una sonrisa.
Son
los partidos políticos los únicos que desfasan del conjunto con sus bravuconadas,
ofensas y discursos de mitin electoral; como si estuviésemos en época de
candidaturas. Mal les irá a quienes no pongan el codo al lado de su colega,
aunque este sea de ideología contraria, poco tendrá que decir cuando todo esto
pase de lo que significa lealtad al pueblo soberano que a pesar de su estupor
con lo ocurrido, no deja de ver algo de luz al final del túnel y reconocer el
esfuerzo del colectivo sanitario, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado,
barrenderos, camión de recogida de basura, cajeros de supermercados,
limpiadoras y así una larga lista de profesionales, al igual que el de un
Gobierno que de saber lo que se le venía encima, quizá hubiese deseado esperar
tiempos mejores para ser elegido. jasc
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