Sufrimos
una larga pesadilla que dura ya cien días, con sus noches de angustia y la
amarga sensación de buscarle un razonamiento lógico a lo que nos está pasando.
No podemos pensar en teorías conspiratorias para asemejar a los dioses que
sacudían su ira o monstruos de los mares capaces de destronar a los reyes. Es
indudable que el viaje de un atroz virus que salió del rebrote de alguna célula
a la que es incapaz llegar según afirmaciones actuales de los científicos asiáticos
viene a provocar una exigente duda de la ciudadanía del viejo continente sobre
la veracidad de sus manifestaciones.
Ha
habido pandemias en la historia de la humanidad que acabaron con la prosperidad
de algunos pueblos más débiles y menos protegidos mientras por el contrario, trajeron
bonanza económica a los que se recuperaron antes para recoger el botín de los
recursos. Curioso que hace apenas cien años de la gripe española que mató a
millones de personas en tiempos del final de la primera guerra mundial veamos
ahora con un grado de conocimiento y técnicas más loables, una amenaza sin
tregua que se está llevando por delante centenares de vidas, con el riesgo
añadido de que el brote de la pandemia infrinja daños irreversibles al ya tan maltratado
continente africano.
Igualmente
parece poco menos que descabellado ver como la sociedad americana con su egocéntrico
presidente al mando, haya visto morir tanta gente en la misma ciudad para
creerse de una vez que una bufanda es para el frío y para los muertos han tenido
que acondicionar cámaras frigoríficas en camiones o enterrarlos en fosas comunes
en una isla. Esta es la cruda realidad de los estadounidenses y la manera de
actuar de quién se cree uno de esos dioses que matan monstruos en la cultura
china, o que mantienen una idea preconcebida sacada de un film como Gotzila, en
el que si eres yanque y aludes a “Houston tenemos un problema” vendrán a
sacarlos del atolladero unos héroes cinematográficos solo existentes en la
ficción, o en la mente de su líder.
cuando
acabó aquella guerra de 1918 comenzó el calvario de la gripe española, curioso
que en el momento preciso salgan a escena otros dramáticos; tras esa guerra
vino un periodo más o menos laxo que se vio sacudido por otra guerra, en este
caso la nuestra contra un conocido enemigo, nosotros mismos. Con el paso del tiempo adquirimos cordura y
dejamos el belicismo atrás, tan solo los duros años del terrorismo nos sacaban
de muy dentro el sonido de las balas; vino después esa Transición que trajo
democracia y esperanza a un país irreconocible por su gran valía social y hace
apenas una década volvimos a sufrir, en este caso la recesión y un estallido
inmobiliario, un rescate a la banca y un exagerado desempleo entre los más
jóvenes.
Ahora
que nos encontrábamos a la puerta de una regeneración económica, con un mercado
laboral que estaba a punto de entrar en alza por las campañas vacacionales
instauradas en nuestro calendario, viene otro golpe sobre nuestros recursos que
nos dejan de nuevo des nudos y desprotegidos en manos del capital.
No
hay alternativa posible a la de trabajar en conjunto para salir de esta
situación; aquellos que se distancien del cometido esencial que debe confirmar
la UE cometerán un grave error, el de verse frustrados su recursos por tener
que autoabastecerse ya que no serán aquellos a los que dejaron enterrados en
sus miserias los mismos que vayan a
sacarles de las suyas. Esto no es la ley del Talión, esto es simplemente pensar
que en situaciones adversas un país por sí solo no sacará nada más que barro de
su cosecha capitalista por no haber sabido sembrar solidaridad a su entorno.
Ama sin que te amen, quiere sin que te quieran
y no odies por desespero; la vida es demasiado corta y bella, siempre sujeta a
infortunios como para gastarla en actos injustificados en tiempos de necesidad.
jasc
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