Cuando se cree en lo que se
hace y se lleva a cabo con constancia y humildad, salvo ocasiones
puntuales en las que nos impiden el paso, podemos lograr el éxito. Son esas veces
en las que la gente no cree en lo que hacemos porque mientras ellos se sienten
capacitados de hacerlo en el momento apropiado para demostrar su hegemonía, a
menudo a los demás nos suele salir de manera normal. La integración social de las
personas con alguna discapacidad es motivo de alarma en los tiempos en los que
estamos, no solo por la decepcionante aptitud de la administración, unida a un conformismo
sindical y a una mala información de las empresas que pierden cientos de
personas con unos niveles de competitividad, conocimiento y valores con los que
se sentirían sumamente beneficiadas de incluirlas en sus plantillas laborales.
La profesionalidad se ha
convertido en una de las herramientas principales de personas que por motivos
de discapacidad se sienten desvinculadas del colectivo laboral sin una oportunidad
con la que demostrar sus conocimientos, los sueldos indignos que aparte de
estas personas se les proporciona no son lo asequibles para satisfacer sus
necesidades básicas y por ello, tienen que seguir dependiendo de sus familias
para solucionar tales obstáculos indecorosos en una sociedad a la que se define
moderna y que es mirada con cierto agrado por parte de sus socios europeos.
Tenemos empresas dedicadas a
conseguir un puesto de trabajo para colectivos de discapacidad y que son
meramente oficinas de lucro propio, las fundaciones que se presentan en las
webs como lanzaderas de oportunidades son fotografías ilustrativas de grandes
empresas para solucionar alternativas de integración en sus presupuestos y con
ello, mantener una partida presupuestaria bajo mínimos con las que solventar la
normativa que les atañe. Aunque no son todas merecedoras de ser definidas por
igual y por tanto ser tachadas de entrar
en el mismo saco de las que utilizan esas argucias, no hay duda que existen
organizaciones, empresas o fundaciones que mantienen una legalidad y una ética
que denota compromiso.
Toda esta pantomima es una
mala gestión de las administraciones competentes, un malogrado acto de
solidaridad que, por el contrario, nos hemos dado cuenta de que es una mera
aritmética contemplativa de atenerse a sus obligaciones, más allá de todo esto
no hay nada, solo buenas palabras, alguna fotografía corporativa con la que saldar
pequeñas revueltas y una extrema laxitud de los agentes sociales que dicen
estar involucrados liderando un denodado esfuerzo por la integración laboral
del colectivo de discapacidad.
Una persona con más de diez
años como demandante de empleo en las listas del INEM, sin obtener una sola
respuesta a sus demandas, sin recibir un solo correo con una oportunidad
laboral o una llamada telefónica que le indique donde puede solventar sus
problemas y con ello integrarse en la plantilla de alguna empresa privada o
pública no es una buena imagen para nuestra sociedad, ni siquiera una mínima
palabra de afecto con la que dar fuerzas al demandante para seguir con la
ilusión intacta.
Triste no, indignante diría
yo más bien es la propuesta que las empresas les hacen a personas con
discapacidad para darles como limosna un salario no acorde con las tareas que
desempeñan. Se puede ser ciego pero no inútil, sordo pero con la vista fresca,
en silla de ruedas pero con una velocidad de reflejos convincente a través de
los conocimientos y la formación adquirida con la ayuda de la tecnología que
domina buena parte del conglomerado profesional.
el colectivo de discapacidad no es un grupo de
personas que con una prestación se den por zanjadas sus inquietudes, en primer
lugar porque con esas ayudas no logran lo esencial de una persona, la
autonomía; en segundo lugar, las personas con discapacidad no son objetos sin
sentimientos, tan sólo venidos a más en épocas de añoranza impuesta como las
fiestas navideñas, la solidaridad no es un momento, la solidaridad se demuestra
andando día a día a su lado, conociendo sus inquietudes, sus demandas, sus
necesidades y sus valores personales, humanos y profesionales, así es como se
construye una sociedad igualitaria en una época en la que las nuevas
tecnologías aumentan las posibilidades de las personas con discapacidad,
atendiendo de manera provechosa muchas de sus necesidades y coordinándoles su
manera de vida a niveles iguales a la de los demás ciudadanos y ciudadanas de
este país.
Es por tanto indispensable,
además de urgente, comenzar a reconocer aunque cueste hacerlo, que las personas
con discapacidad son necesarias para el progreso social y que en las manos de
los agentes sociales esta la tarea coordinada con la administración y los
empresarios, de integrarlas de pleno derecho en el mercado laboral.
No se puede esperar diez años a que te llamen
para un puesto de trabajo, esa lista de espera es igual de grave que la de la
sanidad pública, pero por contraste, llegan a unificarse en un momento
determinado por las enormes dificultades que luchar por un puesto de trabajo
significan para el deterioro de la salud cuando esto que intentas hacer no
logras conseguirlo. “Pensar en discapacidad es pensar en positivo, olvidarse de
ello es malograr nuestra sociedad” .jasc
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