jueves, 2 de abril de 2020

No tuerzan los derechos de la discapacidad


Cuando se cree en lo que se hace y se lleva a cabo con constancia y humildad, salvo ocasiones puntuales en las que nos impiden el paso, podemos lograr el éxito. Son esas veces en las que la gente no cree en lo que hacemos porque mientras ellos se sienten capacitados de hacerlo en el momento apropiado para demostrar su hegemonía, a menudo a los demás nos suele salir de manera normal. La integración social de las personas con alguna discapacidad es motivo de alarma en los tiempos en los que estamos, no solo por la decepcionante aptitud de la administración, unida a un conformismo sindical y a una mala información de las empresas que pierden cientos de personas con unos niveles de competitividad, conocimiento y valores con los que se sentirían sumamente beneficiadas de incluirlas en sus plantillas laborales.
La profesionalidad se ha convertido en una de las herramientas principales de personas que por motivos de discapacidad se sienten desvinculadas del colectivo laboral sin una oportunidad con la que demostrar sus conocimientos, los sueldos indignos que aparte de estas personas se les proporciona no son lo asequibles para satisfacer sus necesidades básicas y por ello, tienen que seguir dependiendo de sus familias para solucionar tales obstáculos indecorosos en una sociedad a la que se define moderna y que es mirada con cierto agrado por parte de sus socios europeos.
Tenemos empresas dedicadas a conseguir un puesto de trabajo para colectivos de discapacidad y que son meramente oficinas de lucro propio, las fundaciones que se presentan en las webs como lanzaderas de oportunidades son fotografías ilustrativas de grandes empresas para solucionar alternativas de integración en sus presupuestos y con ello, mantener una partida presupuestaria bajo mínimos con las que solventar la normativa que les atañe. Aunque no son todas merecedoras de ser definidas por igual  y por tanto ser tachadas de entrar en el mismo saco de las que utilizan esas argucias, no hay duda que existen organizaciones, empresas o fundaciones que mantienen una legalidad y una ética que denota compromiso.
Toda esta pantomima es una mala gestión de las administraciones competentes, un malogrado acto de solidaridad que, por el contrario, nos hemos dado cuenta de que es una mera aritmética contemplativa de atenerse a sus obligaciones, más allá de todo esto no hay nada, solo buenas palabras, alguna fotografía corporativa con la que saldar pequeñas revueltas y una extrema laxitud de los agentes sociales que dicen estar involucrados liderando un denodado esfuerzo por la integración laboral del colectivo de discapacidad.
Una persona con más de diez años como demandante de empleo en las listas del INEM, sin obtener una sola respuesta a sus demandas, sin recibir un solo correo con una oportunidad laboral o una llamada telefónica que le indique donde puede solventar sus problemas y con ello integrarse en la plantilla de alguna empresa privada o pública no es una buena imagen para nuestra sociedad, ni siquiera una mínima palabra de afecto con la que dar fuerzas al demandante para seguir con la ilusión intacta.
Triste no, indignante diría yo más bien es la propuesta que las empresas les hacen a personas con discapacidad para darles como limosna un salario no acorde con las tareas que desempeñan. Se puede ser ciego pero no inútil, sordo pero con la vista fresca, en silla de ruedas pero con una velocidad de reflejos convincente a través de los conocimientos y la formación adquirida con la ayuda de la tecnología que domina buena parte del conglomerado profesional.
 el colectivo de discapacidad no es un grupo de personas que con una prestación se den por zanjadas sus inquietudes, en primer lugar porque con esas ayudas no logran lo esencial de una persona, la autonomía; en segundo lugar, las personas con discapacidad no son objetos sin sentimientos, tan sólo venidos a más en épocas de añoranza impuesta como las fiestas navideñas, la solidaridad no es un momento, la solidaridad se demuestra andando día a día a su lado, conociendo sus inquietudes, sus demandas, sus necesidades y sus valores personales, humanos y profesionales, así es como se construye una sociedad igualitaria en una época en la que las nuevas tecnologías aumentan las posibilidades de las personas con discapacidad, atendiendo de manera provechosa muchas de sus necesidades y coordinándoles su manera de vida a niveles iguales a la de los demás ciudadanos y ciudadanas de este país.
Es por tanto indispensable, además de urgente, comenzar a reconocer aunque cueste hacerlo, que las personas con discapacidad son necesarias para el progreso social y que en las manos de los agentes sociales esta la tarea coordinada con la administración y los empresarios, de integrarlas de pleno derecho en el mercado laboral.
 No se puede esperar diez años a que te llamen para un puesto de trabajo, esa lista de espera es igual de grave que la de la sanidad pública, pero por contraste, llegan a unificarse en un momento determinado por las enormes dificultades que luchar por un puesto de trabajo significan para el deterioro de la salud cuando esto que intentas hacer no logras conseguirlo. “Pensar en discapacidad es pensar en positivo, olvidarse de ello es malograr nuestra sociedad” .jasc

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