miércoles, 19 de septiembre de 2018

Errores y excusas de una sabiduría política ausente

Hay una frase muy célebre del poeta británico Alexander Pope que dice: “Errar es humano, perdonar es divino, rectificar es de sabios”. Buenas son las frases de eruditos literatos, pero hay que reconocer que bien dicen los proverbios, los refranes y latiguillos lingüísticos de la jerga popular; bendito lenguaje que cabe en rincones muy diversos, desde ahora a los ancestros siempre fue un gran aliado hasta que algún desgraciado se apropiase en su ignorancia de ser valedor de algún cambio. Como somos solidarios, de valía conformados y resortes del progreso, avancemos con lo cierto, calibrando prohibiciones, aconsejando ventajas e integrando coaliciones que nos hagan ser más ricos en el don de la palabra, manteniendo liderazgos que nos lleven a aprender a convivir con el tesoro envidiable de las lenguas que habitamos; desagrado del rico será lo provechoso que hablamos y la posición que ocupamos. Seguro que el mundo sabrá apreciar nuestros dones y con ellos, sin condiciones, seremos cada vez más fuertes, más visible nuestros logros y menos amarga la hiel que sale de las entrañas de unas bestias del poder. Lo que me sorprende es que el hecho manifiesto de dar explicaciones se convierta en un grito de éxito al contrincante, el que espera el desliz para adelantarte en prohibido, sin tener en cuenta el lamentable hecho de que cuando lo intenta, ni siquiera tiene el carne para conducirse él/ella mismo/a. Y digo yo ¿Sera mejor pedir disculpas que intentar dar una imagen sospechosa basada en la ocultación de la verdad? No todo debería valer en política pero se está convirtiendo en un género de alto riesgo tener un título universitario y olvidar lo que te costó conseguirlo
Pero, además de sabiduría, pueden converger eruditos del sostén literario con versos enigmáticos, profundamente inspirados en la belleza y en lo iracundo del ser humano en relación a sus ansias de poder, belleza baldía o innoble aspiración. Deberíamos apoyarnos más en la experiencia de nuestros mayores, vividores de pasadas rencillas y tiempos de forzada disciplina, personas merecedoras de la pleitesía obligada por una sociedad educada al amparo de su linaje. Aunque después de toda esta perorata y yéndome del sentido de mi idea primera, una serie de aspectos inspirados en un género amado, tengo que describir el secreto de mi intención en dos simples y llanas palabras: “Honradez y transparencia”. Unas palabras que nuestros dirigentes políticos son incapaces de atender, ensimismados en unos estudios sin estudiar, estudiando como estudiar el estudio de los demás sin aprender lo que en tu diploma pone o coincidir con las fechas de un máster al que le salen notas para que otros entre tanto encuentren impertinentes preguntas. Y es que, tras cuarenta años de democracia y con una Constitución en progresiva necesidad de regeneración, comienzan a verse muestras de querer al menos, acabar con la inmunidad de los fantasmas políticos del pasado; un riesgo no obstante si se ansían demasiado, hay que tener en consideración y manejar con sumo cuidado que los jueces permanezcan protegidos ¿O nos vamos a fiar de que en un juicio no demanden al juez por estrategias personales, ideologías, partidismo o similares? En definitiva, déjennos en paz de independencias, diplomas y conocimientos sin conocer y sáquennos de la penuria económica en la que estamos desde que los bancos fuesen rescatados por nuestros ahorros. Trabajo, educación, sanidad, vivienda, igualdad y protección de los derechos; eso es lo que nos importa y no tanta demagogia inservible. jasc