La historia nos demuestra
que las situaciones adversas forman parte de la vida del ser humano. No ha sido
en muchas ocasiones del todo afortunado el transitar de cualquiera de nosotros
por la vida, el éxito ha estado siempre menospreciado si esté no era lo suficientemente
visible cómo para no pasar desapercibido y por el contrario, el fracaso es una consecuencia
de nuestro intento por llegar a la exelencia y a ser objeto de elogios por parte
de los demás, un error manifiesto que carece de validez, no podemos fracasar si
no osamos buscar prosperar en conocimiento y valores para así poder hacer participes
de los mismos a quienes sepan apreciarlos.
Nos
exponemos a una lucha constante por la supervivencia, a una dependencia de los
demás para proteger al máximo nuestra debilidad y no somos conscientes de que
la vida, en su trayecto hasta el final es una carrera repleta de obstáculos que
en muchas ocasiones son imposible de saltar o ni tan siquiera llegar a sortear.
Esta pandemia ha venido a dejar al desnudo nuestros grandes fracasos y los
éxitos se han diluido entre el miedo y la desconfianza de un mañana diferente;
nos creíamos en el pódium de los vencedores y nos hemos dado cuenta de que
somos uno más de los millones de seres humanos que habitan el Planeta, salvo
por una calidad del entorno menos angustiosa y severa que otras muchas civilizaciones
y culturas existentes. Una vez más la realidad ha superado a la ficción, ha
confirmado la fragilidad innata de nuestra especie pero por el contrario, ha
sacado al exterior lo mejor de cada cual; algo que debemos incorporar a ese presente
y futuroque nos aguarda.
Se
ha hecho indispensable para intentar entender como nos ha ocurrido esto, el por
qué de no haber atendido con celeridad los avisos y llamadas a la prudencia hacer
uso del pensamiento critíco, reflexionar sobre lo que está ocurriendo y fomentar
los cuidados que nos lleven a la previsión y provisión de medios capaces de
sustentar los daños que nuestro sistema
ha dejado al aire, a la vez que ponernos en guardia para atender lo que pueda
venir como consecuencia de una desacertada actividad sin acatar las normas que
promueven los que saben de la peligrosidad de la pandemia y que con una
indisciplina absoluta incurrimos a diario.
Debemos
aprender a respetar y valorar la ciencia, a creer en la investigación y
proteger la sanidad a nivel público, sin que intervengan factores de carácter
privado que conlleven el deseo de obtener beneficios lucrativos y prioricen el
uso de los éxitos conseguidos en las maniobras del capitalismo farmacéutico a
salvaguardar la salud de este mundo tan globalizado, sin excluir a nadie y sin
priorizar ingresos para conseguirlo.
En
su afán por mantener posiciones la política establece murallas de protección a
todos los niveles, es una necesidad más
de tenernos aleja dos de declaraciones impostadas, las que nos harían
reflexionar con sentido común y de las que nos daríamos cuenta que tan solo sugieren
un protagonismo carente de moralidad y ética. La información exagerada y su
exposición a los medios conlleva fomentar la idea de que los demás nada aportan.
Se
están volviendo inútiles las manifestaciones de algunos líderes europeos, al
igual que quienes se encuentran en una oposición grotescamente repleta de
obscenidades lingüísticas que quieren basar el diálogo en sus propias
conclusiones; si para llegar a estas es necesario atraer la atención mediante
actos incoherentes que aquellos aseveran de sentido común, se nos hace más
difícil salir de la incongruencia de una situación que tergiversa los datos en
beneficio propio, postergando lo ajeno a un lugar de escasa o nula importancia.
Cuando
llego la pandemia se instauro en nuestras vidas una nueva forma de interactuar
con los demás, las nuevas tecnologías desplazarón por completo al trato
personalizado y el ascenso de demandantes de espacios virtuales convirtió en un
verdadero paraíso de sustanciales beneficios a las empresas lideres en las
redes y propietarias de recursos hasta ahora desconocidos por una gran mayoría
de gente de una generación acomodada en el espacio reducido de su navegador o
en las aplicaciones de sus télefonos móviles.
Alguién
dijo en una ocasión “No somos mortales
al final de nuestra vida, sino durante toda ella”; tan cierta es está afirmación
que tendríamos que grabarnosla en la memoria, hacer filosofía de una verdad que
viene a demostrarnos de manera escueta quienes somos, dónde vamos y a que
sentido tenemos que dirigir los pasos para hacer más llevadero el camino. jasc