jueves, 28 de mayo de 2020

No sabíamos lo que iba a pasar


La historia nos demuestra que las situaciones adversas forman parte de la vida del ser humano. No ha sido en muchas ocasiones del todo afortunado el transitar de cualquiera de nosotros por la vida, el éxito ha estado siempre menospreciado si esté no era lo suficientemente visible cómo para no pasar desapercibido y por el contrario, el fracaso es una consecuencia de nuestro intento por llegar a la exelencia y a ser objeto de elogios por parte de los demás, un error manifiesto que carece de validez, no podemos fracasar si no osamos buscar prosperar en conocimiento y valores para así poder hacer participes de los mismos a quienes sepan apreciarlos.
Nos exponemos a una lucha constante por la supervivencia, a una dependencia de los demás para proteger al máximo nuestra debilidad y no somos conscientes de que la vida, en su trayecto hasta el final es una carrera repleta de obstáculos que en muchas ocasiones son imposible de saltar o ni tan siquiera llegar a sortear. Esta pandemia ha venido a dejar al desnudo nuestros grandes fracasos y los éxitos se han diluido entre el miedo y la desconfianza de un mañana diferente; nos creíamos en el pódium de los vencedores y nos hemos dado cuenta de que somos uno más de los millones de seres humanos que habitan el Planeta, salvo por una calidad del entorno menos angustiosa y severa que otras muchas civilizaciones y culturas existentes. Una vez más la realidad ha superado a la ficción, ha confirmado la fragilidad innata de nuestra especie pero por el contrario, ha sacado al exterior lo mejor de cada cual; algo que debemos incorporar a ese presente y futuroque nos aguarda.
Se ha hecho indispensable para intentar entender como nos ha ocurrido esto, el por qué de no haber atendido con celeridad los avisos y llamadas a la prudencia hacer uso del pensamiento critíco, reflexionar sobre lo que está ocurriendo y fomentar los cuidados que nos lleven a la previsión y provisión de medios capaces de sustentar los daños que  nuestro sistema ha dejado al aire, a la vez que ponernos en guardia para atender lo que pueda venir como consecuencia de una desacertada actividad sin acatar las normas que promueven los que saben de la peligrosidad de la pandemia y que con una indisciplina absoluta incurrimos a diario.
Debemos aprender a respetar y valorar la ciencia, a creer en la investigación y proteger la sanidad a nivel público, sin que intervengan factores de carácter privado que conlleven el deseo de obtener beneficios lucrativos y prioricen el uso de los éxitos conseguidos en las maniobras del capitalismo farmacéutico a salvaguardar la salud de este mundo tan globalizado, sin excluir a nadie y sin priorizar ingresos para conseguirlo.
En su afán por mantener posiciones la política establece murallas de protección a todos los niveles, es una necesidad  más de tenernos aleja dos de declaraciones impostadas, las que nos harían reflexionar con sentido común y de las que nos daríamos cuenta que tan solo sugieren un protagonismo carente de moralidad y ética. La información exagerada y su exposición a los medios conlleva fomentar la idea de que los demás nada aportan.
Se están volviendo inútiles las manifestaciones de algunos líderes europeos, al igual que quienes se encuentran en una oposición grotescamente repleta de obscenidades lingüísticas que quieren basar el diálogo en sus propias conclusiones; si para llegar a estas es necesario atraer la atención mediante actos incoherentes que aquellos aseveran de sentido común, se nos hace más difícil salir de la incongruencia de una situación que tergiversa los datos en beneficio propio, postergando lo ajeno a un lugar de escasa o nula importancia.
Cuando llego la pandemia se instauro en nuestras vidas una nueva forma de interactuar con los demás, las nuevas tecnologías desplazarón por completo al trato personalizado y el ascenso de demandantes de espacios virtuales convirtió en un verdadero paraíso de sustanciales beneficios a las empresas lideres en las redes y propietarias de recursos hasta ahora desconocidos por una gran mayoría de gente de una generación acomodada en el espacio reducido de su navegador o en las aplicaciones de sus télefonos móviles.
Alguién dijo en una ocasión  “No somos mortales al final de nuestra vida, sino durante toda ella”; tan cierta es está afirmación que tendríamos que grabarnosla en la memoria, hacer filosofía de una verdad que viene a demostrarnos de manera escueta quienes somos, dónde vamos y a que sentido tenemos que dirigir los pasos para hacer más llevadero el camino. jasc

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