Utilizar
en conciencia las fuerzas de la Naturaleza, sol, viento y agua constituyen
comenzar a regenerar el modus operandi de una sociedad que sufrirá cada vez más
el azote de las catástrofes producto de los contaminantes. El carbón y el
petróleo se nos han vuelto enemigos de consecuencias irreparables si no
frenamos su utilización a tiempo; el desempleo que repercutirá en la
modernización de nuestro sistema energético será momentáneo, es indiscutible
que derivará en cientos de miles de empleos a corto plazo y esto, añadido a una
mejor calidad de vida, será significativamente productivo en un futuro inmediato.
Notaremos
la desaparición de enfermedades crónicas provocadas por plásticos derivados del
petróleo, generaremos nuevas herramientas de coexistencia entre la industria y
la revolución de las energías renovables en nuestra vida, aprendiendo a
fomentar el cuidado de nuestras calles, el respeto al medio natural y el
compromiso con el entorno que habitamos.
Tenemos
delante la oportunidad de comenzar a cambiar la manera de actuar ante los
desastres naturales, incendios, inundaciones o fenómenos costeros nunca vividos
es acertar e invertir en pro de una sociedad más sana y reconfortada, con menos
patologías crónicas provocadas por la densidad de partículas nocivas en el aire
de nuestros pueblos y ciudades y por una radiación alarmante de un Planeta que
estando ahí, no le damos importancia a su
gran capacidad de generar energía beneficiosa para la especie humana.
Para
comprender que realmente llevamos equivocados demasiado tiempos solo tenemos
que indagar en las consecuencias del deterioro natural del ecosistema, inmerso en
un avance constante hacia un cambio climático que repercutirá de forma
inimaginable en la salud no solo de la especie humana sino de cualquier tipo de
vida con la que compartimos el Planeta. Los campos se secan, la sierra arde, los
ríos pierden su cauce por culpa de una urbanización inaceptable, las plantas y
muchas especies desaparecen y nos quemamos sin remedio en nuestra propia
ignorancia.
Ahora,
cuando seamos capaces de mantener a raya el virus que nos ha venido a paralizar
nuestro sueño, bien sería coger con determinación un avance en la transición ecológica,
analizar detenidamente y llegar a la determinación de que aún estamos a tiempo
de tomar con resolución las medidas necesarias para comenzar a implantar nuevos
sistemas de energía a los hogares, la industria, la rutina diaria y todo
aquello susceptible de ser renovado con el uso de la ingente cantidad de energía
inagotable en nuestro país. Gozamos de un sol generoso, un monte rico en
materia productiva no fósil, un aire suficiente con el que abastecer a millones
de hogares y una riqueza hidráulica sin sacarle el partido que las
circunstancias requieren.
Pero
no solo avanzaremos en calidad de vida, en salud y en previsión, estaremos
enfocando el gasto de las familias a niveles apropiados a las mismas, máxime
viniendo de una crisis social y económica producto de la pandemia que
sobrevuela nuestras cabezas; la transición hacía un mundo más verde y menos
contaminado nos tocará el bolsillo, algo tan esencial para resguardar las
necesidades básicas de los hogares. La biomasa que abunda en nuestro territorio
será argumento más que suficiente para acabar con la degradación provocada por
el plástico venido del petróleo o energías contaminantes derivadas.
Todo
ello contribuirá a la protección de nuestro sistema sanitario, al control de
enfermedades y a éxitos venideros si hacemos las cosas como la naturaleza y el
Planeta Tierra demandan. jasc
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