El
carácter soberbio y violento de la clase política induce a confinarlos en el
Parlamento para además de hacer ejercicioscon el uso de la reflexión, de la
descalificación soez y vulgar de los intervinientes y de un análisis banal de
lo que podría haber sido si en lugar de estar en la oposición estuvieran
gobernando, lograsen motivar a la sociedad dando una imagen de Estado y con
ello impedir la desafección a la que nos tienen acostumbrados.
Afectos
a una pandemia que se lleva por delante la vida de miles de personas, infecta a
cientos de miles y consigue denigrar a nuestros representantes públicos elegidos
por la masa social; trae añadidosdesastrosos con familias en el umbral de la
pobreza, la exclusión social en primera línea de las muchas colas en busca de
alimentos que comienzan a vislumbrarse en el panorama nacional y restringe la
esperanza de un progreso que teníamos al alcance de la mano y se nos ha ido por
culpa de un virus inesperado al que nadie nos previno fuese tan letal y dañino.
Ante
la vulnerabilidad de la ciudadanía, fácil de diagnosticar e influenciar por el
acoso en las redes sociales al que es sometida, son muchas las muestras de
intentar disimular la falta de argumentos a la hora de explicar los por qué de
sus declaraciones; resulta paradojico que cuando alguien no es capaz de poner
sobre la mesa soluciones a los problemas que la pandemia ha generado, caigan en
la desfachatez de echarle poca honestidad al asunto y tratar a aquellos que ni
por asomo se esperaban, se encontraron de frente con una situación del todo desconocida
en lo que a política se refiere, deben luchar para sacar adelante conclusiones
y soluciones que eviten una nueva oleada de repercusiones inimaginables. Es
fácil darle a compartir si con ello atentas contra el sistema, si además se
traduce en oleadas de populismos con la intención de manipular datos que ven en
su contra, todo vale porque la nueva normalidad para los que no saben de
colaboracionismo es el uso de las nuevas tecnologías para concebir una nueva
forma de hacer política basada en la desinformación y en tapar la debilidad de
su partido mientras esos a los que difaman
se han visto abocados a tratar de impedir a costa de cualquier precio que
prolifere el número de víctimas de esta pandemia a sumar a las cifras que ya
nos remueven hasta el alma.
Si
tras recepcionar los mensajes abordamos con mesura su contenido llegaremos a lo
que es su objetivo esencial, aquí no hay pactos de compromiso sin recibir nada
a cambio; el pragmatismo de los argumentos se ha vuelto una perición constante
por un interés partidista y quién sufre toda esta amalgama de angulosa
definición es la ciudadanía, esa que sigue esperando que al menos en una
cuestión tan imperiosamente alarmante lo
afín sea igual para todos hasta que llegado el momento, puedan volver a
hecharse los trastos a la cabeza desde el atril de sus egos.
Hasta
que las filas de la pobreza desaparezcan, cuando el empleo prolifere sustancialmente
cuando las necesidades básicas de las familias resulten aceptables, cuando los
derechos previstos en nuestra Carta Magna hagan posible volver a esa nueva normalidad
tan usada para referir el futuro, puede que entonces y solo entonces,
manifestemos en las urnas quienes son los que mintieron o, por el contrario,
cuales son aquellos que quisieron disputar el poder por mercadeo.
Pero
hasta entonces, dejemos trabajar a quienes saben, los profesionales, científicos,
investigadores y sanitarios, dejémosles hacer su trabajo, ya hasta me cansan
los programas de televisión en los que un presentador osa utilizar la ciencia sin
la menor idea de lo que está tratando de explicar sin fundamento alguno. Porque
una cosa es la libertad de expresión y otra muy diferente hablar de hemisferios
cerebrales sin conocimiento alguno.
jasc
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