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jueves, 24 de mayo de 2012
domingo, 20 de mayo de 2012
Un alegato a la educación y el saber para enseñar
LA
VERGÜENZA
La descontrolada
actuación del ser humano ha ido degenerando progresivamente en la perdida de
valores éticos e inherentes a la convivencia de la sociedad. Pero ni siquiera
hemos llegado a darnos cuenta que uno de ellos, la vergüenza, ha ido perdiendo valor con el paso de los años, bien
por los designios que nos marca la política anti-integradora o bien por la
apatía de la sociedad que ha consentido ser relegada al plano del ostracismo.
La vergüenza está desapareciendo sin
remedio. La desvergüenza aflora entre nosotros como vehículo de rebeldía de los
ciudadanos con el momento que viven.
Juan
Antonio Sánchez Campos
21
Julio de 2012
Estamos confundiendo el destino
de nuestros alumnos, llevándolos hacía un apartado lugar de ignorancia del que
tan sólo sobrevivirán la clase más adinerada que accede a la enseñanza privada.
Los recursos de la mayoría de familias se desintegran por la falta de medios
para hacer frente al que, pronto conoceremos como “el derecho a aprender hasta donde pueda pagar”. Nos acercamos peligrosamente a los deseos
de un Gobierno obcecado en la privatización del conocimiento; poniendo trabas
desde temprana edad en el coste elevado del saber hasta, una vez solventado el
primer problema, obstaculizar el acceso a las universidades con unas matrículas
abusivas, unas tasas que en ningún caso ayudan a generar el ambiente apropiado
para que nuestros estudiantes consigan los objetivos planteados. La
preocupación y contratiempo que pueden llegar a sufrir en el transcurso de su
época de formación, se pueden ver aumentados por la desagradable sensación de
que un suspenso les puede llevar al fracaso y al deterioro notable de la
economía familiar, tal y como ocurría en los años 60.
Envueltos en está tesitura las
estadísticas comenzarán a reflejar la desacertada postura tomada por el
Ministro de Educación, ese que no diferencia un “Grado” de una “Licenciatura”,
bajo la supervisión del Presidente de un Gobierno que se empieza a
desmoronar entre bastidores. La excelente preparación de nuestros
universitarios corre un grave peligro de degeneración progresiva por la falta
de medidas a adoptar, el reconocimiento internacional de nuestros profesionales
“noveles” está en riesgo. Una cultura
con un nivel de aceptación en empresas punteras se puede ir al traste ante la
permisividad de los representantes que tienen el poder de variar el rumbo en
sus manos.
El cuidado extremo que se le ha
dado a la educación en España desde hace más de 35 años ha traído consigo una
amplia cartera de profesionales, tanto en distintos niveles de la Formación
Profesional, como en los grados superiores y técnicos en las múltiples
universidades distribuidas a lo largo de nuestra geografía. Pero todo ello no
hubiera sido posible sin una preparación anterior, dictada en los colegios e
institutos por parte de un profesorado preparado y unos medios adecuados para
conseguir los fines deseados. Dotar estos centros con el material necesario y
los profesionales suficientes para atender las demandas de los alumnos es
garantía de éxito; recortar en gastos de enseñanza y formación es sinónimo de
fracaso acelerado, del que la sociedad educativa tardará mucho en salir airosa
de nuevo. Diseñar modelos de actuación para afrontar con garantías la situación
actual por la que está atravesando no sólo España sino el resto de Europa, es
reaccionar a los problemas con la importancia que merecen y lo esperado por la
sociedad de su Gobierno.
El reconocimiento de hechos
palpables es fundamental para que retengamos en nuestro poder el mecanismo que
en su día se puso en marcha, el mismo que ha seguido funcionando durante mucho
tiempo y que ha repercutido a la sociedad en una excelente inversión para
formar a los estudiantes. Incluso aquellos que observaron en un momento de su
trayectoria estudiantil algún problema que le impedía acceder a su verdadero
desarrollo intelectual, han salido a flote por el excelente trabajo de los
docentes, ayudándolos para solventar el trance.
No hay alumnos “tontos” ni
“vagos”, en realidad lo que hay son un tipo de alumnos con problemas de
distinta índole, que van desde los afectivos, familiares, sociales, de
integración, a los de asimilación desacelerada en concordancia con el resto de
compañeros del mismo aula o con alguna carencia físico psíquica no percibida en
su debido tiempo.
La integración en la sociedad
educativa es un problema de todos, las partes que intervienen en una educación
adecuada desde profesionales docentes a compañeros de clase, con los tutores en
primera línea, serán la principal causa del éxito o fracaso del alumno. El
desdén o la falta de apoyo traerán añadidos un desacertado ambiente en el que el
alumno no encontrará el poder de concentración necesario para llevar a cabo su
educación de un modo satisfactorio.
“El empollón” no deja de ser un
titulo despectivo que se le otorga a aquél alumno que por motivos personales o
de adaptación, logra unos resultados apreciables durante su estancia en el
centro, pero no por ello deja de ser un miembro más de la sociedad en la que se
encuentra inscrito, con las necesidades y atención precisa en cada momento. El
“listo” puede ser a la vez el desfavorecido o marginado del resto de
compañeros, por ello es primordial el trato con el resto de alumnos que forman
la sociedad educacional de la que es un miembro más. De la misma manera, un
“cate” o suspenso no es un fracaso, el alumno debe de contar con los
profesionales adecuados a las necesidades que traten el problema como la manera
de superación de un momento pasajero, el dar al alumno el empujón que le lleve
a sortear problemas que evidencien su desarrollo desde su temprana edad.
La realidad del sistema
educativo se compone de un cierto número de integrantes con unas
características definidas entre ellos, un componente humano con unas
necesidades distintas dependiendo de las condiciones sociales en las que vive.
En una sociedad educativa no todos son ricos o pobres, guapos o menos
agraciados, hay un sinfín de diversidad con su propia idiosincrasia. El apoyo
del alumno debe ser a la vez su mejor amigo, el profesor; la persona que le escucha y le
aconseja en los momentos que precise y según requiera la situación, es primordial
el trato usual profesor-alumno para obtener resultados a corto plazo que
supongan un buen clima de trabajo y unos óptimos resultados.
En la actualidad, debido a los
recortes “promocionados” por el
Gobierno, corre peligro el buen estado de salud del que gozaba la educación en
nuestro país. Si como marcan las nuevas normas, se intenta unificar clases para
reducir personal docente, el resultado está servido, a mayor porcentaje de
alumnos en un aula, menos posibilidades de atención equitativa por el profesor
hacia ellos y como resultado, un mayor número de fracaso escolar.
Tales recortes, sino se ponen
remedio, atraerán de nuevo el recurso de
los más beneficiados económicamente y la educación privada sobresaldrá sobre el
sector público, la privatización se hará patente de una forma repentina y
aquellos que carecen de los recursos necesarios, se verán privados del derecho
a la enseñanza que en cualquier caso merecen. La diferencia de clases será una
de las prerrogativas a obtener resultados a cambio de favores y el alumno
aventajado, en más de una ocasión, será tildado de “niño de bien” algo “aprendido”
antaño. Mentes privilegiadas se perderán por el camino, por el simple hecho
de no tratar a todos de la misma forma, las clases sociales más adineradas
pelearán por ser la mejor, pagando por ello el “dinero que haga falta”.
La voracidad de los recortes
pertrechados por el Gobierno del PP, dejarán al profesorado al descubierto, sin
apoyo suficiente para acometer el trabajo que le ha sido asignado. La forma de
obtener un resultado óptimo y adecuado, a pesar de la escasez de recursos con
los que contaremos a partir de ahora, es el trabajo en equipo de los tutores
con el personal docente; la ayuda mutua con la que recuperar en cierta medida
lo que nos ha sido denegado.
Los miembros de la sociedad
educativa de entre 12 y 16 años, con un alto nivel de necesidades en la mochila,
derivadas de ser el tramo de edad crucial en la formación personal y del
conocimiento, no solo deben ser buenos alumnos y aprender lo que se les exija,
por encima de todo, el profesor aborda una de las tareas más importantes que se
les haya podido encomendar, la de “educar”,
volcando todo su esfuerzo en conseguirlo.
Para alcanzar el resultado que
culmine la tarea, es importante completar el binomio escuela-familia, como la
base de una buena formación. El status o
modo de vida en el que se desenvuelve el alumno y sus progenitores elevan
o disminuye de forma notable en la situación, al ser un condicionante
importante de la actitud del menor. La personalidad de un individuo viene
marcada por su entorno y por la integración en el grupo social que elija para
ello; todo esto repercutirá de manera positiva o negativa en su posterior
crecimiento personal, social e intelectual, tomando como base lo vivido para
enfrentarse a metas más altas. Para ayudar a un alumno con problemas de
desarrollo académico hay que mantener una estrecha relación
progenitor-profesor/tutor, dotando a los centros de profesionales adecuados a
las necesidades del centro educativo, como medico pedagogos o asistentes
sociales.
Hace décadas la atención de
profesionales en centros educacionales estaba orientada a aquellos con
discapacitados o con alumnos de difícil integración, en la actualidad se crean
grupos de trabajo en todos los centros de educación secundaria e incluso
primaria, como medio de mantener un ritmo de trabajo apropiado al grupo de
integrantes de los centros. Toda está diversidad de ayuda al sistema educativo,
que traerá como consecuencia una excelente formación de futuros profesionales
al mercado laboral, se ha visto frenada de improviso a causa de una recesión de
gran calado, que conseguirá en poco tiempo, de no poner remedio, acabar con
todo lo conseguido hasta ahora en la formación de nuestros jóvenes y
universitarios; los mismos que hasta la fecha han sido motivo de orgullo para
la sociedad española, por parte de los países de la UE y del resto del mundo, a
los que han tenido presentes a la hora de formar parte del equipo de trabajo de
las mejores empresas internacionales. Hechos que han quedado palpables a menudo
ante las exigencias del mercado laboral, cada vez más técnico y con
conocimientos elevados a los que los alumnos han tenido acceso en nuestros
centros de formación.
Todo lo que acontezca a partir
del momento en que consiga el objetivo de entrar a formar parte de una sociedad
distinta a la anterior, como es la universitaria, vendrá marcado por la
disponibilidad del alumno y por los conocimientos adquiridos hasta ese momento.
Para ello tendrá que haber contado con la ayuda inestimable del profesor, al
que tendrá que recurrir cuantas veces necesite, para cualquier problema que le
intranquilice y no le deje concentrarse adecuadamente en las tareas requeridas
a los estudios desarrollados en cada momento de su estancia, en el centro de
Enseñanza Secundaria Obligatoria o incluso de educación primaria.
No se puede echar por tierra de
forma tan estrepitosa lo que costo tanto tiempo construir y poner en
funcionamiento, a causa de la política reformista del Sr. Rajoy y sus
ministerios. El buen resultado que se ha obtenido por un profesorado adecuado y
formado correctamente, es un pilar de nuestra sociedad que no debemos poner en
riesgo; adecuarlo a unas condiciones demasiado exiguas puede llevarnos a perder
uno de los mayores logros de los que dispone la sociedad española. Individuos
que el día de mañana sean unos profesionales adecuados, que nos traigan nuevas
formas de entender la economía, el equilibrio sostenido, el bienestar social y
la calidad de vida digna que se merece cualquier ciudadano de esté país. Esa
debe de ser causa suficiente para mirar dos veces donde se recorta tan
impulsivamente.
Lo que hoy atraviesa la
ciudadanía española, al igual que la del resto del continente europeo, mañana
puede no tener sentido pero, si de nuevo llegará el momento tras la
recuperación futura de sufrir una nueva recesión dentro de otros 75 años, habrá
profesionales cada vez más preparados que le hagan frente con los nuevos
recursos de los que dispongan. El saber no sólo es algo que no ocupa espacio,
sino que lo hace más confortable según los nuevos diseños y los prolíferos
conocimientos adquiridos con el tiempo.
Juan Antonio Sánchez Campos
18 Mayo de 2012
sábado, 19 de mayo de 2012
La poesía es vida en un solo verso
El género literario
lírico y poético se encuentra inmerso en el túnel oscuro y silencioso del
desconocimiento por parte de un gran número de gente que con asiduidad, se
sumergen en el maravilloso placer de la lectura. Salvando los grandes nombres de la historia
de la poesía como Federico García Lorca, Antonio Machado, Juan R. Jiménez y
muchos otros de gran renombre universal, que han llevado sus obras a las
primeras filas del éxito teatral o cinematográfico, el vacío generado en la
comprensión de los poetas se ha hecho tan grande que, a pesar de los esfuerzos
de muchos autores contemporáneos, no se ha sabido promocionar entre la sociedad
que nos rodea.
Las Universidades,
centros docentes e instituciones, verdaderas inspiradoras del sentir del estudiante
para con las obras y los autores de la historia literaria, han acotado el
espacio reservado en sus temarios a autores ya previstos de antemano, sin
variar en contenidos ni diseños; el vocabulario, rico en palabras de novedosa
incorporación, ha hecho que los escritores sean aún más privilegiados de poder
usar un número mayor de probabilidades para insertar en su pluma. La
literatura, al igual que el resto de conceptos sociales, cambia con los
tiempos, se adapta a las nuevas costumbres
y ello trae consigo fórmulas de canalizar la expresividad de sus textos,
métricas revolucionarias del léxico que hace apenas tres décadas serian
impensables.
La expresividad de las
formas en los distintos estilos de redacción a la hora de describir un momento,
es tan versátil que sin una lectura detallada, no veríamos fundamentos básicos
para comprender el sentir del autor a la hora de escribirlo. Por eso la poesía
podríamos decir que puede llega a ser un “estilo
anárquico” del escritor en relación a su obra, un comportamiento
minuciosamente pensado para decir lo que en cada verso es apropiado; sin tener
en cuenta la “obviedad” del espacio
reservado a cada estrofa saltándose las reglas de la estética.
Nada se hace por si
sólo, el poeta exhibe un conocimiento amplio de sus intenciones para llevar a
cabo su redacción correcta pero no uniforme. Las reglas del tan aprendido
lenguaje (versos con rima tetrasílabo, octosílabo; versos sin rima, blancos,
libres) surgen a menudo sin apercibirlo el autor; las estrofas (redondilla,
romance) siguen un ritmo desigual en la forma, pero equilibrado en el fondo. El
autor se vale de todas estas posibilidades para diseñar su verdadero sentido de
la obra a escribir, lo escrito se queda tal cual quiere mostrarlo, arriesgando la comprensión
que ello pueda tener al lector que le ocupe. No por ese motivo debemos pensar,
ni siquiera por un momento, que el poeta sea una especie de “kamikaze” que pretende dar siempre en
el blanco con sus poemas, al contrario, podríamos comparar tal poema con un
problema matemático de fácil solución, tan simple que leyéndolo una vez demos
con la solución inscrita entre sus versos y estrofas; al fin y al cabo, el
poeta es transparente, sutil, eufórico o melancólico como tirano, ruin y
rebelde en ocasiones.
La empatía que puede
llegar a causar un poema es realmente loable, se sale de lo común de la
literatura por la simple descripción de
sus detalles, por su lenguaje de ricos matices y su amplio abanico de
posibilidades. La poesía refleja el sentir del autor, al que desnuda su
interior para enseñar la verdadera razón de su obra, las intenciones de odiar o
ser odiado, de amar sin ser correspondido y de herir con la daga de sus versos.
Sin duda alguna, la
poesía es el género más dañado de la actualidad, al que debemos cuidar para no
ser relegado al ostracismo literario; autores con una jerarquía tal, que
pasarán años e incluso siglos han pasado, y seguirán siendo utilizados por los
mejores docentes del mundo para enseñar a los alumnos la historia de las
letras; deben de estar acompañados por aquellos que surten las librerías de
nuestro país con ejemplos de creatividad tan grandes como sus estrofas
reflejan.
La cultura de las
letras en España, tan envidiada durante lustros, debe y tiene la obligación de
dar la oportunidad a la gente para conocer nuevas formas de escritura, de
nuevos autores desconocidos entre los adeptos a la lectura que, sin ser asiduos
de la poesía, les baste echar un vistazo al libro para comprender la existencia
de un escritor diferente.
Juan Antonio Sánchez Campos
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