domingo, 20 de mayo de 2012

Un alegato a la educación y el saber para enseñar


LA VERGÜENZA 

La descontrolada actuación del ser humano ha ido degenerando progresivamente en la perdida de valores éticos e inherentes a la convivencia de la sociedad. Pero ni siquiera hemos llegado a darnos cuenta que uno de ellos, la vergüenza, ha ido perdiendo valor con el paso de los años, bien por los designios que nos marca la política anti-integradora o bien por la apatía de la sociedad que ha consentido ser relegada al plano del ostracismo. La vergüenza está desapareciendo sin remedio. La desvergüenza aflora entre nosotros como vehículo de rebeldía de los ciudadanos con el momento que viven.
Juan Antonio Sánchez Campos
21 Julio de 2012





Estamos confundiendo el destino de nuestros alumnos, llevándolos hacía un apartado lugar de ignorancia del que tan sólo sobrevivirán la clase más adinerada que accede a la enseñanza privada. Los recursos de la mayoría de familias se desintegran por la falta de medios para hacer frente al que, pronto conoceremos como “el derecho a aprender hasta donde pueda pagar”.  Nos acercamos peligrosamente a los deseos de un Gobierno obcecado en la privatización del conocimiento; poniendo trabas desde temprana edad en el coste elevado del saber hasta, una vez solventado el primer problema, obstaculizar el acceso a las universidades con unas matrículas abusivas, unas tasas que en ningún caso ayudan a generar el ambiente apropiado para que nuestros estudiantes consigan los objetivos planteados. La preocupación y contratiempo que pueden llegar a sufrir en el transcurso de su época de formación, se pueden ver aumentados por la desagradable sensación de que un suspenso les puede llevar al fracaso y al deterioro notable de la economía familiar, tal y como ocurría en los años 60.
Envueltos en está tesitura las estadísticas comenzarán a reflejar la desacertada postura tomada por el Ministro de Educación, ese que no diferencia un “Grado” de una “Licenciatura”, bajo la supervisión del Presidente de un Gobierno que se empieza a desmoronar entre bastidores. La excelente preparación de nuestros universitarios corre un grave peligro de degeneración progresiva por la falta de medidas a adoptar, el reconocimiento internacional de nuestros profesionales “noveles” está en riesgo. Una cultura con un nivel de aceptación en empresas punteras se puede ir al traste ante la permisividad de los representantes que tienen el poder de variar el rumbo en sus manos.
El cuidado extremo que se le ha dado a la educación en España desde hace más de 35 años ha traído consigo una amplia cartera de profesionales, tanto en distintos niveles de la Formación Profesional, como en los grados superiores y técnicos en las múltiples universidades distribuidas a lo largo de nuestra geografía. Pero todo ello no hubiera sido posible sin una preparación anterior, dictada en los colegios e institutos por parte de un profesorado preparado y unos medios adecuados para conseguir los fines deseados. Dotar estos centros con el material necesario y los profesionales suficientes para atender las demandas de los alumnos es garantía de éxito; recortar en gastos de enseñanza y formación es sinónimo de fracaso acelerado, del que la sociedad educativa tardará mucho en salir airosa de nuevo. Diseñar modelos de actuación para afrontar con garantías la situación actual por la que está atravesando no sólo España sino el resto de Europa, es reaccionar a los problemas con la importancia que merecen y lo esperado por la sociedad de su Gobierno.
El reconocimiento de hechos palpables es fundamental para que retengamos en nuestro poder el mecanismo que en su día se puso en marcha, el mismo que ha seguido funcionando durante mucho tiempo y que ha repercutido a la sociedad en una excelente inversión para formar a los estudiantes. Incluso aquellos que observaron en un momento de su trayectoria estudiantil algún problema que le impedía acceder a su verdadero desarrollo intelectual, han salido a flote por el excelente trabajo de los docentes, ayudándolos para solventar el trance.
No hay alumnos “tontos” ni “vagos”, en realidad lo que hay son un tipo de alumnos con problemas de distinta índole, que van desde los afectivos, familiares, sociales, de integración, a los de asimilación desacelerada en concordancia con el resto de compañeros del mismo aula o con alguna carencia físico psíquica no percibida en su debido tiempo.
La integración en la sociedad educativa es un problema de todos, las partes que intervienen en una educación adecuada desde profesionales docentes a compañeros de clase, con los tutores en primera línea, serán la principal causa del éxito o fracaso del alumno. El desdén o la falta de apoyo traerán añadidos un desacertado ambiente en el que el alumno no encontrará el poder de concentración necesario para llevar a cabo su educación de un modo satisfactorio.
“El empollón” no deja de ser un titulo despectivo que se le otorga a aquél alumno que por motivos personales o de adaptación, logra unos resultados apreciables durante su estancia en el centro, pero no por ello deja de ser un miembro más de la sociedad en la que se encuentra inscrito, con las necesidades y atención precisa en cada momento. El “listo” puede ser a la vez el desfavorecido o marginado del resto de compañeros, por ello es primordial el trato con el resto de alumnos que forman la sociedad educacional de la que es un miembro más. De la misma manera, un “cate” o suspenso no es un fracaso, el alumno debe de contar con los profesionales adecuados a las necesidades que traten el problema como la manera de superación de un momento pasajero, el dar al alumno el empujón que le lleve a sortear problemas que evidencien su desarrollo desde su temprana edad.
La realidad del sistema educativo se compone de un cierto número de integrantes con unas características definidas entre ellos, un componente humano con unas necesidades distintas dependiendo de las condiciones sociales en las que vive. En una sociedad educativa no todos son ricos o pobres, guapos o menos agraciados, hay un sinfín de diversidad con su propia idiosincrasia. El apoyo del alumno debe ser a la vez su mejor amigo,  el profesor; la persona que le escucha y le aconseja en los momentos que precise y según requiera la situación, es primordial el trato usual profesor-alumno para obtener resultados a corto plazo que supongan un buen clima de trabajo y unos óptimos resultados.
En la actualidad, debido a los recortes “promocionados” por el Gobierno, corre peligro el buen estado de salud del que gozaba la educación en nuestro país. Si como marcan las nuevas normas, se intenta unificar clases para reducir personal docente, el resultado está servido, a mayor porcentaje de alumnos en un aula, menos posibilidades de atención equitativa por el profesor hacia ellos y como resultado, un mayor número de fracaso escolar.
Tales recortes, sino se ponen remedio,  atraerán de nuevo el recurso de los más beneficiados económicamente y la educación privada sobresaldrá sobre el sector público, la privatización se hará patente de una forma repentina y aquellos que carecen de los recursos necesarios, se verán privados del derecho a la enseñanza que en cualquier caso merecen. La diferencia de clases será una de las prerrogativas a obtener resultados a cambio de favores y el alumno aventajado, en más de una ocasión, será tildado de “niño de bien” algo “aprendido” antaño. Mentes privilegiadas se perderán por el camino, por el simple hecho de no tratar a todos de la misma forma, las clases sociales más adineradas pelearán por ser la mejor, pagando por ello el “dinero que haga falta”.
La voracidad de los recortes pertrechados por el Gobierno del PP, dejarán al profesorado al descubierto, sin apoyo suficiente para acometer el trabajo que le ha sido asignado. La forma de obtener un resultado óptimo y adecuado, a pesar de la escasez de recursos con los que contaremos a partir de ahora, es el trabajo en equipo de los tutores con el personal docente; la ayuda mutua con la que recuperar en cierta medida lo que nos ha sido denegado.
Los miembros de la sociedad educativa de entre 12 y 16 años, con un alto nivel de necesidades en la mochila, derivadas de ser el tramo de edad crucial en la formación personal y del conocimiento, no solo deben ser buenos alumnos y aprender lo que se les exija, por encima de todo, el profesor aborda una de las tareas más importantes que se les haya podido encomendar, la de “educar”, volcando todo su esfuerzo en conseguirlo. 
Para alcanzar el resultado que culmine la tarea, es importante completar el binomio escuela-familia, como la base de una buena formación. El status o  modo de vida en el que se desenvuelve el alumno y sus progenitores elevan o disminuye de forma notable en la situación, al ser un condicionante importante de la actitud del menor. La personalidad de un individuo viene marcada por su entorno y por la integración en el grupo social que elija para ello; todo esto repercutirá de manera positiva o negativa en su posterior crecimiento personal, social e intelectual, tomando como base lo vivido para enfrentarse a metas más altas. Para ayudar a un alumno con problemas de desarrollo académico hay que mantener una estrecha relación progenitor-profesor/tutor, dotando a los centros de profesionales adecuados a las necesidades del centro educativo, como medico pedagogos o asistentes sociales.
Hace décadas la atención de profesionales en centros educacionales estaba orientada a aquellos con discapacitados o con alumnos de difícil integración, en la actualidad se crean grupos de trabajo en todos los centros de educación secundaria e incluso primaria, como medio de mantener un ritmo de trabajo apropiado al grupo de integrantes de los centros. Toda está diversidad de ayuda al sistema educativo, que traerá como consecuencia una excelente formación de futuros profesionales al mercado laboral, se ha visto frenada de improviso a causa de una recesión de gran calado, que conseguirá en poco tiempo, de no poner remedio, acabar con todo lo conseguido hasta ahora en la formación de nuestros jóvenes y universitarios; los mismos que hasta la fecha han sido motivo de orgullo para la sociedad española, por parte de los países de la UE y del resto del mundo, a los que han tenido presentes a la hora de formar parte del equipo de trabajo de las mejores empresas internacionales. Hechos que han quedado palpables a menudo ante las exigencias del mercado laboral, cada vez más técnico y con conocimientos elevados a los que los alumnos han tenido acceso en nuestros centros de formación.
Todo lo que acontezca a partir del momento en que consiga el objetivo de entrar a formar parte de una sociedad distinta a la anterior, como es la universitaria, vendrá marcado por la disponibilidad del alumno y por los conocimientos adquiridos hasta ese momento. Para ello tendrá que haber contado con la ayuda inestimable del profesor, al que tendrá que recurrir cuantas veces necesite, para cualquier problema que le intranquilice y no le deje concentrarse adecuadamente en las tareas requeridas a los estudios desarrollados en cada momento de su estancia, en el centro de Enseñanza Secundaria Obligatoria o incluso de educación primaria.
No se puede echar por tierra de forma tan estrepitosa lo que costo tanto tiempo construir y poner en funcionamiento, a causa de la política reformista del Sr. Rajoy y sus ministerios. El buen resultado que se ha obtenido por un profesorado adecuado y formado correctamente, es un pilar de nuestra sociedad que no debemos poner en riesgo; adecuarlo a unas condiciones demasiado exiguas puede llevarnos a perder uno de los mayores logros de los que dispone la sociedad española. Individuos que el día de mañana sean unos profesionales adecuados, que nos traigan nuevas formas de entender la economía, el equilibrio sostenido, el bienestar social y la calidad de vida digna que se merece cualquier ciudadano de esté país. Esa debe de ser causa suficiente para mirar dos veces donde se recorta tan impulsivamente.
Lo que hoy atraviesa la ciudadanía española, al igual que la del resto del continente europeo, mañana puede no tener sentido pero, si de nuevo llegará el momento tras la recuperación futura de sufrir una nueva recesión dentro de otros 75 años, habrá profesionales cada vez más preparados que le hagan frente con los nuevos recursos de los que dispongan. El saber no sólo es algo que no ocupa espacio, sino que lo hace más confortable según los nuevos diseños y los prolíferos conocimientos adquiridos con el tiempo.
Juan Antonio Sánchez Campos
18 Mayo de 2012


sábado, 19 de mayo de 2012

La poesía es vida en un solo verso



El género literario lírico y poético se encuentra inmerso en el túnel oscuro y silencioso del desconocimiento por parte de un gran número de gente que con asiduidad, se sumergen en el maravilloso placer de la lectura.  Salvando los grandes nombres de la historia de la poesía como Federico García Lorca, Antonio Machado, Juan R. Jiménez y muchos otros de gran renombre universal, que han llevado sus obras a las primeras filas del éxito teatral o cinematográfico, el vacío generado en la comprensión de los poetas se ha hecho tan grande que, a pesar de los esfuerzos de muchos autores contemporáneos, no se ha sabido promocionar entre la sociedad que nos rodea.
Las Universidades, centros docentes e instituciones, verdaderas inspiradoras del sentir del estudiante para con las obras y los autores de la historia literaria, han acotado el espacio reservado en sus temarios a autores ya previstos de antemano, sin variar en contenidos ni diseños; el vocabulario, rico en palabras de novedosa incorporación, ha hecho que los escritores sean aún más privilegiados de poder usar un número mayor de probabilidades para insertar en su pluma. La literatura, al igual que el resto de conceptos sociales, cambia con los tiempos, se adapta a las nuevas costumbres  y ello trae consigo fórmulas de canalizar la expresividad de sus textos, métricas revolucionarias del léxico que hace apenas tres décadas serian impensables.
La expresividad de las formas en los distintos estilos de redacción a la hora de describir un momento, es tan versátil que sin una lectura detallada, no veríamos fundamentos básicos para comprender el sentir del autor a la hora de escribirlo. Por eso la poesía podríamos decir que puede llega a ser un “estilo anárquico” del escritor en relación a su obra, un comportamiento minuciosamente pensado para decir lo que en cada verso es apropiado; sin tener en cuenta la “obviedad” del espacio reservado a cada estrofa saltándose las reglas de la estética.
Nada se hace por si sólo, el poeta exhibe un conocimiento amplio de sus intenciones para llevar a cabo su redacción correcta pero no uniforme. Las reglas del tan aprendido lenguaje (versos con rima tetrasílabo, octosílabo; versos sin rima, blancos, libres) surgen a menudo sin apercibirlo el autor; las estrofas (redondilla, romance) siguen un ritmo desigual en la forma, pero equilibrado en el fondo. El autor se vale de todas estas posibilidades para diseñar su verdadero sentido de la obra a escribir, lo escrito se queda tal cual  quiere mostrarlo, arriesgando la comprensión que ello pueda tener al lector que le ocupe. No por ese motivo debemos pensar, ni siquiera por un momento, que el poeta sea una especie de “kamikaze” que pretende dar siempre en el blanco con sus poemas, al contrario, podríamos comparar tal poema con un problema matemático de fácil solución, tan simple que leyéndolo una vez demos con la solución inscrita entre sus versos y estrofas; al fin y al cabo, el poeta es transparente, sutil, eufórico o melancólico como tirano, ruin y rebelde en ocasiones.
La empatía que puede llegar a causar un poema es realmente loable, se sale de lo común de la literatura  por la simple descripción de sus detalles, por su lenguaje de ricos matices y su amplio abanico de posibilidades. La poesía refleja el sentir del autor, al que desnuda su interior para enseñar la verdadera razón de su obra, las intenciones de odiar o ser odiado, de amar sin ser correspondido y de herir con la daga de sus versos.
Sin duda alguna, la poesía es el género más dañado de la actualidad, al que debemos cuidar para no ser relegado al ostracismo literario; autores con una jerarquía tal, que pasarán años e incluso siglos han pasado, y seguirán siendo utilizados por los mejores docentes del mundo para enseñar a los alumnos la historia de las letras; deben de estar acompañados por aquellos que surten las librerías de nuestro país con ejemplos de creatividad tan grandes como sus estrofas reflejan.
La cultura de las letras en España, tan envidiada durante lustros, debe y tiene la obligación de dar la oportunidad a la gente para conocer nuevas formas de escritura, de nuevos autores desconocidos entre los adeptos a la lectura que, sin ser asiduos de la poesía, les baste echar un vistazo al libro para comprender la existencia de un escritor diferente.
Juan Antonio Sánchez Campos