Van desapareciendo con el
paso del tiempo o afectados por las enfermedades que tanto dañan a la salud de
forma considerable aquellos políticos que fundamentaron en la coherencia, el
sentido común y el diálogo su manera de llevarla a cabo, atendiendo a aquellas
personas que en su día les dieron un voto de confianza y buscaron en su
honestidad, honradez y sentido de Estado algo tan esencial para la sociedad
como la búsqueda de sus valores y el bien del conjunto de la ciudadanía. El
último en esta larga lista ha sido Julio Anguita, el que fuese máximo dirigente
de Izquierda Unida, le antecedieron ideólogos de su misma ideología como
Santiago Carrillo; aunque tenemos que saber legitimar en sus puestos a aquellos
que sin ser de nuestra simpatía en cuanto a política se refiere, supieron sumar esfuerzos
e iniciado cambios socio políticos de gran importancia como Adolfo Suárez,
Tierno Galván, Manuel Fraga y un largo
etcétera en el último medio siglo; sin duda, los hubo que con el paso de los
años vimos con escepticismo que se lucraron del erario público o los favores de
intereses privados como fue el caso de Jordi Pujol, el considerado venerable
catalán y ejemplo a seguir defraudo a muchos de sus votantes con un escándalo
que presuntamente fue seguido por gobiernos posteriores de otras regiones de
España, sin que por ello tengamos que meter a toda la élite política catalana
en el mismo saco de triquiñuelas y manejos ilegales de objetivos personalistas.
Sin percibirnos en su día
de ello hemos tenido lideres respetados por la clase política que ya en su día
hicieron patente su preocupación ante una falta de conciliación en el entorno
familiar lo suficientemente visible para la mejora del entorno laboral y que
sin embargo, aun hoy seguimos luchando por alcanzar objetivos necesarios para
una mejor calidad y una mayor competitividad en esos puestos de trabajo que
parecen seguir reñidos con el progreso social; ha tenido que venir un
desafortunado y virulento escenario para corregir la falta de cultura laboral
con las posibilidades del tele trabajo en vías de reaparecer a un nivel con
medidas a corto plazo que deben ser todavía mejorables por parte de la
Administración y los agentes sociales.
No debemos tratar de
focalizar en un solo partido el miedo a la pandemia, hacerlo culpable de
semejante manera no es un acto consciente ni lo apropiado de la situación; en
un Parlamento repleto de obscenidades no vendría mal atisbar algo de prudencia
en declaraciones que invalidan la confianza de la sociedad. Hay muchos puntos
para dialogar, discutir con serenidad aspectos de lo que se ha dado en llamar
“nueva normalidad” y que sería conveniente enfocar como una progresiva vuelta
al escenario que dejamos atrás con el confinamiento. Hay que atender la demanda
social al mismo ritmo que la económica, todas ellas precediendo a lo que
determinen las autoridades sanitarias, pero quiero ir más lejos, quiero mostrar
un cierto pesimismo ante lo que tenemos delante, el cuidado de nuestro entorno
para cuidar de nosotros mismos.
Pero seguimos obcecados
sin querer creernos a pesar de los continuos varapalos en un camino incierto por
el equilibrio sostenido de naturaleza y ser humano, la desafección que parecen
conllevar en sus programas políticos los queaspiran a gobernar un país que
sufre contundentemente catástrofes naturales, plagas, epidemias, radiación
solar, gotas frías y olas de calor entre otros muchos desastres provocados por la
fuerza del cambio climático que la especie humana le ha infringido al Planeta.
O tomamos medidas de manera urgente o la pandemia que ahora estamos padeciendo
será el comienzo de otras que vendrán más tarde, atraídas por el desprecio de
la élite política y la escasa trascendencia de sus declaraciones en una
sociedad a la que le queda demasiado por aprender para tomar medidas de
carácter inmediato.
Los ciudadanos utilizarán
más el vehículo privado y esto contribuirá de forma notable a la contaminación
ambiental, una naturaleza que se vio afortunada ante la llegada de la pandemia
y cuyo medio se tradujo en mejor caudal de los ríos, en la aparición de
riachuelos que se creían desaparecidos o en la emanación de manantiales irreconocibles
hace apenas unos meses. Los animales parecían haber salido del letargo del
invierno y la hibernación de las plantas se tradujo en abanicos de colores y
una gama de aromas silvestres difíciles de definir por su belleza.
Procuremos entonces utilizar
como dogma de supervivencia del ecosistema la protección del mismo frente a
agentes contaminantes que saturan el aire, mancillan sus aguas y amenazan con
hacer desaparecer numerosas especies de la Naturaleza, sometidas por aquel que
se considera racional e inteligent A partir del instante en el que la
coordinación del conjunto de la élite política ante los problemas que acucian
nuestro presente se luche desde el corazón y pensando en toda la sociedad por
igual y no desde la soberbia,, el ciudadano comprenderá mejor el por qué vota y
a quién. Debemos aprender a no caer en la irresponsabilidad de los políticos
que sólo creen en la responsabilidad de ser ganadores en una lucha por el poder
y no por el bien de los demás; es esa diferencia tal que mientras él ciudadano
engaña a otro y le tachan de timador, el político engaña a uno, ese uno es el
pueblo y le tildan de triunfador.
En definitiva, atendiendo
el refranero de que “nunca llueve a…”, parece ser que lo que es bueno para el
ecosistema se confunde con el dolor humano, aunque si cogemos la balanza
deberíamos preguntarnos cuál le dio más al otro.
Cuando los políticos
dejen de comportarse como tahúres embaucadores en el gran casino de una
sociedad atrapada en las redes de su juego, volveremos a ver el horizonte
limpio desde la ventana del optimismo. jasc
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