sábado, 16 de mayo de 2020

Ni aprendemos ni parece que queramos hacerlo


Van desapareciendo con el paso del tiempo o afectados por las enfermedades que tanto dañan a la salud de forma considerable aquellos políticos que fundamentaron en la coherencia, el sentido común y el diálogo su manera de llevarla a cabo, atendiendo a aquellas personas que en su día les dieron un voto de confianza y buscaron en su honestidad, honradez y sentido de Estado algo tan esencial para la sociedad como la búsqueda de sus valores y el bien del conjunto de la ciudadanía. El último en esta larga lista ha sido Julio Anguita, el que fuese máximo dirigente de Izquierda Unida, le antecedieron ideólogos de su misma ideología como Santiago Carrillo; aunque tenemos que saber legitimar en sus puestos a aquellos que sin ser de nuestra simpatía en cuanto a  política se refiere, supieron sumar esfuerzos e iniciado cambios socio políticos de gran importancia como Adolfo Suárez, Tierno Galván,  Manuel Fraga y un largo etcétera en el último medio siglo; sin duda, los hubo que con el paso de los años vimos con escepticismo que se lucraron del erario público o los favores de intereses privados como fue el caso de Jordi Pujol, el considerado venerable catalán y ejemplo a seguir defraudo a muchos de sus votantes con un escándalo que presuntamente fue seguido por gobiernos posteriores de otras regiones de España, sin que por ello tengamos que meter a toda la élite política catalana en el mismo saco de triquiñuelas y manejos ilegales de objetivos personalistas.
Sin percibirnos en su día de ello hemos tenido lideres respetados por la clase política que ya en su día hicieron patente su preocupación ante una falta de conciliación en el entorno familiar lo suficientemente visible para la mejora del entorno laboral y que sin embargo, aun hoy seguimos luchando por alcanzar objetivos necesarios para una mejor calidad y una mayor competitividad en esos puestos de trabajo que parecen seguir reñidos con el progreso social; ha tenido que venir un desafortunado y virulento escenario para corregir la falta de cultura laboral con las posibilidades del tele trabajo en vías de reaparecer a un nivel con medidas a corto plazo que deben ser todavía mejorables por parte de la Administración y los agentes sociales.
No debemos tratar de focalizar en un solo partido el miedo a la pandemia, hacerlo culpable de semejante manera no es un acto consciente ni lo apropiado de la situación; en un Parlamento repleto de obscenidades no vendría mal atisbar algo de prudencia en declaraciones que invalidan la confianza de la sociedad. Hay muchos puntos para dialogar, discutir con serenidad aspectos de lo que se ha dado en llamar “nueva normalidad” y que sería conveniente enfocar como una progresiva vuelta al escenario que dejamos atrás con el confinamiento. Hay que atender la demanda social al mismo ritmo que la económica, todas ellas precediendo a lo que determinen las autoridades sanitarias, pero quiero ir más lejos, quiero mostrar un cierto pesimismo ante lo que tenemos delante, el cuidado de nuestro entorno para cuidar de nosotros mismos.
Pero seguimos obcecados sin querer creernos a pesar de los continuos varapalos en un camino incierto por el equilibrio sostenido de naturaleza y ser humano, la desafección que parecen conllevar en sus programas políticos los queaspiran a gobernar un país que sufre contundentemente catástrofes naturales, plagas, epidemias, radiación solar, gotas frías y olas de calor entre otros muchos desastres provocados por la fuerza del cambio climático que la especie humana le ha infringido al Planeta. O tomamos medidas de manera urgente o la pandemia que ahora estamos padeciendo será el comienzo de otras que vendrán más tarde, atraídas por el desprecio de la élite política y la escasa trascendencia de sus declaraciones en una sociedad a la que le queda demasiado por aprender para tomar medidas de carácter inmediato.
Los ciudadanos utilizarán más el vehículo privado y esto contribuirá de forma notable a la contaminación ambiental, una naturaleza que se vio afortunada ante la llegada de la pandemia y cuyo medio se tradujo en mejor caudal de los ríos, en la aparición de riachuelos que se creían desaparecidos o en la emanación de manantiales irreconocibles hace apenas unos meses. Los animales parecían haber salido del letargo del invierno y la hibernación de las plantas se tradujo en abanicos de colores y una gama de aromas silvestres difíciles de definir por su belleza.
Procuremos entonces utilizar como dogma de supervivencia del ecosistema la protección del mismo frente a agentes contaminantes que saturan el aire, mancillan sus aguas y amenazan con hacer desaparecer numerosas especies de la Naturaleza, sometidas por aquel que se considera racional e inteligent A partir del instante en el que la coordinación del conjunto de la élite política ante los problemas que acucian nuestro presente se luche desde el corazón y pensando en toda la sociedad por igual y no desde la soberbia,, el ciudadano comprenderá mejor el por qué vota y a quién. Debemos aprender a no caer en la irresponsabilidad de los políticos que sólo creen en la responsabilidad de ser ganadores en una lucha por el poder y no por el bien de los demás; es esa diferencia tal que mientras él ciudadano engaña a otro y le tachan de timador, el político engaña a uno, ese uno es el pueblo y le tildan de triunfador.
En definitiva, atendiendo el refranero de que “nunca llueve a…”, parece ser que lo que es bueno para el ecosistema se confunde con el dolor humano, aunque si cogemos la balanza deberíamos preguntarnos cuál le dio más al otro.
Cuando los políticos dejen de comportarse como tahúres embaucadores en el gran casino de una sociedad atrapada en las redes de su juego, volveremos a ver el horizonte limpio desde la ventana del optimismo.  jasc

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