Son
los errores los que conducen al acierto, saber en dónde se ha cometido tal
error es aspirar al conocimiento y eso pasa por una inversión adecuada al
sistema de investigación de los países que buscan obtener recursos con materia propia
y medios residentes.
Desde
la obviedad de que en un mundo globalizado que ahora sufre el impacto de un
virus desconocido, no es difícil encajar cual de los países enfrascados en
conseguir la vacuna o el tratamiento viral óptimo para proteger a sus
ciudadanos sería más beneficioso para la población mundial y más conveniente por su imagen como mejor
colaborador para el beneficio común de la humanidad. Es contraproducente ser
únicamente reservorio de tus propios logros; temas como la salud y la vida de
los habitantes de un Planeta asolado por multitud de enfermedades y pandemias
es suficiente razón para compartir cuántos avances en remedios científicos aparezcan
para contrarrestar no sólo la enfermedad que ahora nos provoca ansiedad, sino
otras muchas que asolan el mundo, las cuales en la actualidad están inmersas en
el olvido por razones que aunque a la mayoría resulten evidentes en países catalogados como
desarrollados, deben seguir siendo abordadas con la máxima urgencia.
Se
ha vuelto un gesto interesado decir que los científicos nos engañan en las
redes sociales, seguramente proveniente de políticos interesados en hacer de la
pandemia un manifiesto simbólico de oposición desacertada, esgrimiendo como válido
que los científicos “están dando palos de ciego o que “nos están engañando con
los datos que cada día nos suministran,
Lamentable
incoherencia “a todas luces” incluso usando eso tan de moda como son las
descalificaciones vertiéndose desde algunas instituciones y medios de
comunicación que manejan a su antojo y con absoluta ignorancia el concepto de
ciencia, capaces de dar por buenas afirmaciones irresponsables basadas en
bulos, con la malsana intención de manejar el miedo de la ciudadanía ante este
dramático escenario.
Hemos
visto a lo largo de estos más de cien días como la prudencia de la élite científica
mundial ha estado repleta de dilemas, interrogantes, especulaciones y un sinfín
de intentos por avanzar con celeridad para frenar al virus covid19; pero se
sigue trabajando sin descanso a todos los niveles en busca de un tratamiento
eficaz. Porque la ciencia avanza del mismo modo que vendrán nuevas enfermedades
a lo largo de los años o en un futuro que todavía viviremos atemorizados y
contra esta situación, la única opción es la inversión en investigación y la
protección de la sanidad pública, algo que nos ha costado demasiado daño
aprender en pocas semanas y que hemos pagado a un alto precio en vidas humanas.
No
es menos cierto que en nuestro país ha surgido un espectacular aumento de gente
que de pronto, sabían más que los propios investigadores utilizando tan solo el
navegador de internet como arma premonitoria de lo que iba a suceder al día
siguiente. Las falsas noticias parecen alimentar la desazón y a la vez provocar
una especie de distopía en la población
con miradas diferentes, algunas inconscientes venidas de la desinformada sociedad
en aspectos que antes nos resultaban irrelevantes, alejados de nuestro sistema
y más dados en otras latitudes del globo terráqueo que en nuestra propia
comunidad; por otro lado, la insistencia de la clase científica por alertar de
las graves consecuencias que tendría la llegada de la pandemia a nuestro país,
si no se tomaban de manera contundente medidas para aplacar su rápida y letal
expansión.
Todo
lo que contribuya a convertirse en un maremágnum de interés político debemos de
desplazarlo de nuestras prioridades, al igual que basarnos en opiniones inanes
de personajes carentes de conocimiento científico. Ahora toca aspirar a sortear
la situación de la mejor manera posible, atender la demanda social, económica y
laboral de la población y surtir de recursos a los más débiles e indefensos;
estos últimos ya comenzaban a ver un plato de comida digno en su mesa desde que
avanzamos en medios tras la crisis galopante, la misma que en dos meses cumplirá
ocho años, pagando intereses por el rescate a la banca y sin que aparezca apenas
culpable alguno de sus devastadores efectos, ni nadie que se arrepienta lo más mínimo
de que mientras la pobreza, exclusión social y desempleo aumentaba desenfrenadamente
en nuestro país, un grupo de miserables se iba lucrando del erario público.
Bueno,
puede que en un futuro próximo veamos la luz con el remedio a la enfermedad que
de modo imprevisible vino a azotarnos provocando fisuras a una normalidad que afecto
de pleno a nuestras vidas, aunque no debemos olvidar que junto al dolor
declarado con el virus tenemos otros problemas por resolver que dañan
igualmente a la salud de esta sociedad como son las ayudas a las familias sin
recursos, la adecuación del sistema
sanitario o el diálogo social que ahora se encuentra en ralentí tras una mala
gestión del Gobierno al aliarse con tal de salir a flote de una situación que
no debería haberse producido si quienes están para protegernos lo hubiesen hecho
llevándolos a cometer el error de una firma hasta entonces impensable con extraños adeptos de pactos ocurrentes.
Lo
únicamente cierto es que de esta situación saldremos unidos, no hay lugar a
ningún otro género de dudas que las provenientes
de la clase científica, la otra ciencia la política, es la que debe andar con
pies de plomo sobre el infernal horizonte que sin diálogo y altura de Estado se
puede producir en nuestro país, una nación como otras muchas no solo del
continente europeo sino del mundo y que se encuentra demasiado sensible para
oír declaraciones que vulneran el respeto y atentan contra el sentimiento doliente
de la ciudadanía. jasc
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