Es
inaudito que un gobierno autónomo como el de Madrid, con una imagen real sobre
lo que significan los recortes a la Sanidad y un entramado oscuro desde hace ya
dieciocho años en el poder, prevea entre sus objetivos desestabilizar al
Gobierno Central con una oposición sin fundamento cientifico.
En
plena pandemia se pudierón ver las graves consecuencias generadas por una falta
de profesionales sanitarios capaz de afrontar con una cierta disponibilidad d
medios el dramático escenario provocado por un virus desconocido y demoledor.
Pero fuera de lo puramente inesperado no es de ninguna manera entendible que
los recortes hayan dejado una huella en la sociedad difícil de paliar con demostraciones
patrióticas o gestos de desdén a los que luchan en primera línea para salvar vidas.
Tras
la oleada de contagios y la progresiva cura de enfermos con las UVI menos
saturadas no han tardado en mandar a sus casas a profesionales de la sanidad
que sin una miníma protección sacaron lo mejor de sus conocimientos y una
humanidad impagable en tiempos de globalización; ahora por el contrario, cuando ya no se
consideran indispensables, se ven desprotegidos de nuevo en está ocasión por un
despido desafortunado sin justificación cuando la oleada parece haber pasado
pero que lamentablemente puede brotar en cualquier momento. Una situación que
parece ser poco valorada por la institución autónoma sin querer oír las alertas
de la comunidad científica.
La sociedad de buena fe
se pregunta como pueden ser tan poco previsores y a la vez libertinos al dejar
de nuevo desmoronarse el sistema, volviendo a la estrategia de una política
nada acertada en materia sanitaria que maneja datos imprecisos relativos a
cubrir las necesidades de la ciudadanía pero que, por el contrario, suma y
sigue en su escalada a lo incierto de cara a sostenerse en el poder de la
Comunidad más azotada por la pandemia. Ya no es ninguna incógnita que las
ansias de privatizar sean parte del manifiesto de la presidencia de Madrid,
rebelarnos con las herramientas democráticas a nuestra disposición para que no
echen por tierra el trabajo que la ciudadanía madrileña ha llevado a cabo con
el confinamiento en los hogares es fundamental para que nuestros profesionales
sanitarios regresen por el bien común de la sociedad.
Un
colectivo este de la sanidad española alabado a nivel internacional como los
mejor preparados para emprender hazañas impensables en la protección de los
ciudadanos y ciudadanas que cada dìa a las ocho intentan agradecerles con sus
aplausos una miníma parte del esfuerzo que han realizado para enfrentarse al
virus. No es de razón el querer ahora ignorar o desdeñar sus cometidos, es ora
de erradicar la desprotección de los sanitarios y conformar un horizonte en el
que sean tratados como se merecen, atendiendo igualmente las demandas de los
centros ambulatorios y enfocados a posibles nuevas pandemias que vengan en un
futuro a recordarnos que sin ellas y ellos, somos tan vulnerables como débiles
nos dejaron hace décadas. Es lógico que el colectivo de la sanidad y el
científico hayan tenido que buscar en otro lugar la valoración salarial que su
excelente labor aconseja pero de eso, de eso nada quieren saber los que lideran
Madrid con la ostentación de atribuirse éxitos que no le corresponden.
Llegó
el PP a Madrid para quedarse, no tuvó la misma suerte en el Gobierno Central al
que sometió a la misma vorágine de decadencia sanitaria con sus ajustes, una situación que significa la
reiteración en la política nacional con
una renovación continua de esa incoherencia de los hechos manifiestos que simpre infringen un daño al sistema sanitario
de una comunidad que comienza a darse cuenta de en qué manos dejó la salud de
sus habitantes.
Ahora,
cuando el miedos igue siendo el mayor
conviviente de los madrileños, asolados por la suma de victímas mortales de
estápandemia con más del cincuenta por ciento de todas las acontecidas en el
Estado español, la idea de recortar de la sanidad e implantar sus deseos de
privatización siguen intactas; en nada ha contribuido el virus para cambiar la
disposición de los gobernantes y pese a hacer el ridiculo más abrumador que
tanto le gusta esgrimir su líder refiriéndose al Gobierno Central, protagonizan
la curiosa charlotada de aparecer repartiendo calamares con su esperpéntica
salida de normas en la clausura del Hospital Ifema, la Sra. Ayuso quiere pasar
por alto a los profesionales sanitarios enviándolos a otra variante del confinamiento,
el laboral, el de rescindir los contratos por terminar un trabajo que con
dignidad y abnegación han llevado a cabo jugándose la salud por la carencia de
medios, en lugar de buscar el pragmatismo de la situación con objetividad y atender
la demanda social con el restablecimiento de las plantillas y un salario acorde
con sus merecimientos.
No
seamos el hazmerreír de Europa a la que tanto nombramos para sacarnos del
atolladero economíco que la pandemia nos ha sometido y tengamos la honradez
política y altura de Estado suficiente para hacer de esta situación un alegato
al sentido común y una particular atención de la sanidad pública que a su vez
proteja a la ciudadanía que ha sabido apreciar su trabajo.
Porque
cuidar y respetar a quienes a su vez nos respetan y cuidan es engrandecer los
valores sociales de un país comprometido con la salud y el bienestar de sus
habitantes. jasc
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