Es
tan patético como triste que las mofas en época de pandemia se oigan en los
medios audio visuales, no tiene ni gracia ni ética moral alguna quién se dirige
al Ejército con palabras malsonantes; esto ha pasado en una televisión que a
pesar de su respeto a la libertad de expresión u opinión de sus presentadores y
del propio medio, se permiten la obscenidad de decir que es extraño como los
militares velan cadáveres en la improvisada morgue del Palacio de Hielo en
lugar de hacerlos.
Si
ya es repugnante aguantar que los políticos endurezcan sus mitines
parlamentarios lanzandóse muertos a los escaños, mal nos va si seguimos
treduciendo palabras desprovistas de solidaridad allá dónde cada cual entienda
considerar ser su espacio privado, reglado por sus propias normas e impune a
las críticas que de sus palabras salgan a relucir. Esto no es lo que piensa por
ejemplo un concejal de un pueblo de la Comunidad de Madrid contagiado por este
desalmado virus a la hora de implorar compromiso a la clase representativa de
la sociedad española, trabajo en común para acabar con la pandemia es su máxima
y el que no atienda esta pues mejor que cambie de trabajo porque le queda poco
por hacer en el que ahora predica a sus anchas sin freno a ser increpado por
sus desaires.
Y
es que el escepticismo campa a sus anchas, si el pueblo se comporta con dignidad,
solidaridad, compromiso y respeto a las normas, en sus hogares hasta que los
especialistas procedan a variar en algo sus consejos de confinamiento, si
nuestros pequeños y adolescentes privados de sus derechos a jugar en las calles
por el bien social se comportan mejor de lo que nadie hubiese esperado, si
nuestrosjóvenes utilizan su conocimiento para interactuar de manera virtual para
no correr riesgos inapropiados ¿qué les sucede a la élite política y a algunos
comunicadores televisivos que se creen con el poder de la palabra por encima de
la coherencia requerida en estos momentos?.
Lo
curioso es que aunque nadie se lo crea, cuando todo esto acabe y una nueva
normalidad venga a asentarse en nuestras vidas, estas manifestaciones
imprudentes no quedarán en el aire como algún sucedido tipícamente rastrero;
estas cuestiones que ahondan en la sociedad y son interpretadas con la
reflexión apropiada tendrán su contestación a futuro en los consejos de
administración de empresas de
información a la ciudadanía, aunque tengan un liderazgo en redes más bien
populista y poco profesional; por el lado político tampoco se salvarán de sus
continuos exabruptos callejeros en las urnas electorales que vengan en un
futuro que ahora nos parece lejano pero que con la imagen de solidaridad de la
sociedad puede ser más bien a un corto o medio plazo.
Podemos
dejar trabajar a nuestros especialistas sanitarios en su abnegada lucha por
tratar de conseguir llevar a feliz término esa llamada desescalada o por el
contrario, transformar sus condiciones en favorecer idealismos recurrentes que
nada aportan a ampliar las opciones estudiadas por estos a conciencia, estaría
dentro de la vuelta atrás después de tanto sacrificio y trabajo bien hecho por
la sociedad española; salvaguardar al sistema sanitario de lo que podría
convertirse en un rebrote sin precedentes sería un gravísimo traspiés en el
camino por erradicar a su más elevada potencia tan luctuoso virus.
Nada
se escapa de la fortaleza social de una ciudadanía que ve colmada su ya demasiado
trabajada paciencia con aptitudes irreverentes, inusualmente comprometida, pero
con la solidaridad de siempre las ciudadanas y ciudadanos de este país
resurgirán de nuevo, vencerán el virus, valorarán lo sucedido y optarán por el
recuerdo de la dignidad a sus mayores y las victímas de esta pandemia, pero
ojo, estos maleantes de la palabra tendrán su castigo. jasc
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