miércoles, 1 de abril de 2020

Prudencias e imprudencias de la duda


Aun tenemos tiempo por delante para analizar lo sucedido, podemos o no creernos los análisis científicos que investigan la pandemia que está sufriendo el mundo, tenemos el poder de nuestra propia síntesis y no por ello vamos a poner en un exceso de duda la información con la que nos despertamos día tras día.
Evidencias plausibles existen según los investigadores, que prometen una llegada a la meta en el orden de contagios, fallecidos o recuperados; es nuestro propio poder de pensar el que nos proporciona evaluar con una cierta critica lo acontecido.
No podemos mostrarnos laxos y dar por veraces las noticias que colapsan las redes sociales o periódicos más o menos involucrados con una cierta ideología; recordemos que la política sigue estando ahí y que sus administradores en el Parlamento mantienen un rifi rafe constante con sus opositores.
El ser humano posee el don del conocimiento y un personal análisis de lo crítico, reflexivo, analítico desde su propia ética moral, es por tanto evidente que las opiniones dadas por verdades tienen un cierto sentido en la vida cotidiana a pesar de estar en la diana de nuestro pensamiento y dentro de una duda aceptable.  No por el hecho de dudar de algo se es extremadamente escéptico o permanecer inmerso en algún tipo de ignorancia de lo que es puramente reflexionar sobre lo que ocurre a nuestro alrededor; mostrarse distante de la verdad no significa no acceder a ella una vez demostrado que nuestro análisis entra dentro de la lógica pero que la evidencia supera con creces cualquier contrariedad; aceptando que puedan haber otras alternativas a los hechos manifestados que no seamos capaces de visualizar con detalle y reflexionar en profundidad.
Todo esto nos lleva a no cuestionar en demasía lo que resulte de una información significativa y de carácter prominente; no podemos ser escépticos en extremo a la vista de las cuestiones palpables a las que nos enfrentamos en circunstancias alarmantes. Son estas circunstancias las que desencadenan un grado de objetividad que no deja lugar a dudas sobre la certeza de la información, aunque en cada individuo permanece intacto su propio análisis subjetivo, pero dentro de su propia idiosincrasia.
No debemos caer en el atropellamiento de la mayoría, ensimismada en las informaciones que no resultan veraces pero que, a costa de difundirse de forma acelerada gracias a las nuevas tecnologías, signifique que debamos dar por sentada la veracidad de la información sin contrastar por nuestros propios medios el proceder de las mismas.
Procesar la información en nuestra mente de manera consciente es determinar qué es aquello que más se acerca a nuestra reflexión y desdeñar todo lo que resulte nocivo por sus características infundadas.
Considerando la aptitud de cada persona, sus reflexiones, opiniones, explicaciones o detalles dados sobre cualquier tipo de información lo excepcional es aceptado como posible y lo desconocido por veraz, aunque siempre tengamos que tener en cuenta nuestras propias dudas sobre el calado de la noticia propiamente dicha. El respeto en condiciones excepcionales es algo puntualmente aceptable, no vaticinar por si mismo un problema mundial que hay que erradicar tiene consecuencias que limitan nuestra reflexión y nos lleva a tener que plegar fundamentos cotidianos, la importancia debida acarrea una intensa acometida de información que sobrepasa nuestro conocimiento.
Ahora nos toca cumplir con las normas establecidas sin cuestionar el trabajo de analistas, científicos e investigadores, pero siempre con la duda y la sospecha hasta que la obviedad venga a demostrar algún día el porqué de estas situaciones. Jasc

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