Puede que sí o puede que
no el hecho de que el voto progresista venga de la mano del socialismo, hasta
puede que se haya renovado en sus ideales cuando ya estaban dirigiéndose
demasiado a la derecha o dejaban el centro libre. Puede que el ideal de la derecha
sea el de anular cualquier atisbo de libertad obsesiva a sus intereses y puede
que el líder de la izquierda más radical tenga razón y se haya confabulado una
cierta parte del ideal contrario a desbaratar alguna esperanza de progreso
suficientemente peligrosa para la clase adinerada, el empresariado, la banca o
vaya usted a saber, incluso la nobleza antigua conspirando contra todo.
Lo cierto es que apenas
recién recordado el 119 aniversario del nacimiento de una de las mentes más
comprometidas con la lengua española como María Moliner, homenajeada en
internet con un doodle en Google, son ya muchos adjetivos sinónimos o
definiciones desacertadas las acumuladas con la llegada de unas nuevas
elecciones a nuestro país; una millonada en papel para que cada ciudadano o
ciudadanas tenga a mano la papeleta que mejor entienda depositar en las urnas
en cuatro ocasiones diferentes en tan solo dos meses.
Me indigna contemplar
como tratan las naciones europeas a los representantes españoles, como el caso
del Ministro de Exteriores José Luis Borrell al ser entrevistado por un
periodista alemán que más le valiera criticar la imagen de su país con
decisiones nacionalistas que alentar posicionamientos que no le son apropiados
y que además carecen de legalidad en nuestras leyes. La profusión de opiniones
sin valor es excesivamente preocupante; Méjico nos dice que pidamos perdón por
lo que ocurrió allá por el siglo XV, Venezuela nos trata de seguidores de la
secta americana, Francia se dedica a razonar sin memoria sobre temas ocurrentes
y España, por el contrario, mantiene una imagen personalista protegida de
asaltos a las normas establecidas para la paz social del país.
Hasta ahí todo parecería
algo normal en la escena política, usual a las partes intervinientes en las
polémicas abiertas. Ahora lo que escucho desolado es lo que nos queda por oír durante
varios días, la tristeza me acompaña en cada debate, diálogo, entrevista o
salida en cualquier tipo de medios de información tan abundantes en estos
tiempos.
Personajes expuestos en
primera fila de representación ciudadana son poco menos que insultantes a la
mayoría en cada oportunidad que tienen de levantar la voz o posar su rítmico
silábico en un micrófono. Quién desciende de un personaje único en la política
española, respetado por todos y todas tanto a nivel nacional como
internacional, por líderes políticos de la Transición con los que mantuvo un
rife rafe delicado pero dialogante en todo momento, el hijo de Adolfo Suárez,
se ha vuelto un individuo descalificador con buena parte de la sociedad
identificada con los derechos legítimos de la mujer. No obstante, como en este país todo vale, la
cúpula de su partido le exime de responsabilidad por pipiolo en estos trances y
protege sus espaldas de político poco acertado con todo lo que suene a
comentarios; a pesar de quedar dañada su imagen con apelativos a leyes que no
existen, desagravio a nuestros antepasados los cuales eran sobre todo,
acérrimos defensores de la vida de sus primogénitos; hechos que dejan marcados
a los que se mueven en la deriva oportunista de no saber callar cuando la
necesidad apremia y la ignorancia te lo sugiere.
Pero la derecha recae en
su soberbia con “la sabiduría” de su vidente Aznar, un individuo mezquino de
palabra y con más de un complejo a sus espaldas, un falso profeta que reta a
aguantarle la mirada a uno de su misma estirpe. Matón de mitin podíamos llamar
al actor en cuestión de tan alto rango y abolengo pensante como falto de
respeto hasta a su sombra.
Claro que, si nos movemos
más a la derecha y eso que es difícil, nos encontramos con una panda de
inigualables figuras con bandolera en cadera y argumentos tan calenturientos
como disparatados en los tiempos que corren, aunque seguramente habrá alguno o
alguna que interprete su programa como el salvador de su causa; tenemos que tener en cuenta que un país
democrático el nuestro, con libertad de elección de sus representantes, tiene
un gusto por votante y eso, a fe que me da terror la simple idea de que estos
señores de gatillo ligero y lengua viperina, consigan representación en el
Parlamento Nacional de la misma forma que el conseguido ya en las pasadas
elecciones andaluzas.
Ahora volquemos la taza y
veamos como quedan los posos de la oportunidad; fácil, asoma una leve tendencia
a incidir con la izquierda algo extrema producto de una falta de ideal
concreto, máxime si la vertiente cotidiana a la que le servíamos los votos por
puro idealismo se difuminó paulatinamente devorada por las modas políticas, la
misma que en el fondo sigue estando anticuada, sin un avance contemporáneo
significativo basado en el sustancial progreso que la sociedad demanda.
¿Qué nos queda tras toda
esta amalgama en las posibilidades de voto que nos lleve a acertar la que mejor
se ajusta a nuestras necesidades? Si vemos la diligencia con la cual la
oposición machaca al actual Gobierno, tratando de generar el caos ideológico de
una izquierda más conservadora de lo que aparentemente potencia, no tenemos
demasiado para elegir. Concentrar el voto en una sola dirección conlleva un
riesgo notable de recaer de nuevo en una crisis económico-social difícil de
sustentar, con el peligro añadido de consecuencias desastrosas para la
estabilidad de la sociedad española y, por el contrario, decidir por varias
estrategias a la vez no parece ser lo más pretendido por las partes
involucradas en una guerra ideológica en lugar de afrontar como es su deber,
una équida de propuestas con las que salir airosos de tanta votación como se
nos viene encima. Ahí dejo la intentona, es solo una pequeña parte de lo que
todo español o española piensa, todos los prejuicios son iguales, todas las
ventajas son pocas y cualquier atisbo y conformismo se da por imposible. Lo
seguro es que la posición coordinada no es plausible políticamente hablando, el
intercambio de propuestas tampoco y menos aún, la disposición por dialogar
sobre temas que interesan a pesar de que estos vulneran el equilibrio político
y por tanto, la tranquilidad social.
Solo nos queda esperar,
ver lo que disponen las papeletas, contarlas, cuáles son los que ganan o los
que pierden y confiar en que, si los tiempos cambian, sean los políticos
también capaces de cambiar para mejorar la desconfianza que generan al pueblo. jasc