Como
de una venganza se tratase parece que el Planeta ha venido ha traducirnos en
una pandemia sedienta de tomarnos la revancha tras nuestra desidia climática;
una laxitud durante décadas que iba avisando de la incipiente llegada de situaciones
extremadamente adversas.
Una
primavera que hacía años no venía representada por sol, lluvia, viento o nieve,
en la que los pájaros se muestran escépticos, extrañados del silencio abrumador
que les rodea, apostados en las ramas sus patitas extasiadas y volando sobre la
inmensa cola de coches aparcados en la calle; nosotros nos encontramos
confinados en nuestros hogares, como si de una pequeña jaula tan solo salieran
centenares de manos a aplaudir y que después de una ovación sonora se escuchan
las persianas cerrarse en una rue solitaria en la que apenas se escucha alguna
que otra conversación entre los tabiques que resguardan las estancias o en
balcones colindantes cuyos vecinos aprovechan para desearse lo mejor.
Es
como si nos hubiésemos levantado de una pesadilla que ya dura dieciocho días
con sus mañanas, tardes y noches; jornadas de internamiento forzoso con la sola
intención de salvar vidas de la amenaza fantasma de un virus letal y sibilino.
El
aire se respira mejor a través de la ventana, la contaminación de los coches,
aviones o ingentes cantidades de transporte público bajo mínimos, se ha
traducido en estos días en una calidad de vida notable, ha transformado la
polución por la esperanza, el miedo por el mañana y la concienciación de que
cuando podamos salir de nuevo a transitar libremente, no olvidemos que el Planeta
nos vigila, que en cualquier momento puede volver a darnos otra lección de
debilidad con nuevos varapalos producto de la inconsciencia que nos costará un
inmenso sacrificio superar.
Al
menos seguimos en una mayoría notable de la que puedo dar fe a través de mi
observatorio social privado y que denota la intención de reciclar por encima de
los que no lo hacen, algo bueno que regalar a la Tierra; como también debo
suplicar a quién se sienta señalado que el hecho de quedarnos en casa es una
norma establecida que no se puede saltar a la ligera.
Ojalá
esta redacción a la que someto mi reflexión y analizo
dentro de mi humilde ignorancia tengan algún lector que se sienta
identificado con ella. Yo solo pretendo con ello poner en tela de juicio la
sociedad que se confinó en sus hogares y deseo que cuando llegue el momento de abrir
nuestras puertas nos hayamos convertido en una sociedad nueva, más solidaria
con los demás y con el medio ambiente, más comprometida con la tecnología y la
ciencia, más responsable con el entorno, en definitiva, mejores personas. jasc