lunes, 30 de marzo de 2020

Mirad atrás con prudencia y al frente con optimismo


Quiero comenzar mi humilde redacción mandándoos ánimo en estos momentos difíciles. Deciros que mi máxima prioridad es la salud no solo de mis seres queridos sino de toda la sociedad y por ello desde el primer momento, incluso antes d la declaración del Estado de alarma, asumo las recomendaciones sanitarias de quedarse en casa mientras se mantenga esta situación.
Con el tiempo del que disponemos podemos comenzar a escribir una lista de prioridades para cuando pase el luto de tanto dolor acumulado durante LOS días de confinamiento.
Habremos tenido momentos de un nerviosismo divertido, situaciones difíciles en las que a punto de estallar hemos optado por callar o serenar los ánimos y otras de angustia propiciados por la excesiva propagación de información en cualquier red social, radio o televisión a la que hemos estado constantemente expuestos.
Pero ¿qué habrá cambiado cuando salgamos de nuestros hogares por primera vez tras el paso del tsunami del coronavirus a la calle? Sin darnos cuenta pasaremos a ser aun más miedosos de lo que ya éramos antes de enfrentarnos a la pandemia, proclives a mirar con recelo durante las primeras fechas a todo aquel que se acerque o pase a pocos centímetros de nosotros, temiendo que la sombra del contagio persista en el ambiente.
 Es normal, el temor a ser contagiado es algo que estará rondando nuestra cabeza tras semanas de confinamiento. Pasado este tiempo, con la plena libertad que las autoridades marquen, notaremos que la solidaridad ha subido enteros en nuestros valores sociales, que nos emos vuelto más cercanos, menos dados a la interacción virtual y hasta más cariñosos con la gente que tenemos a nuestro alrededor y que antes pasaba desapercibida. Aun a riesgo de que esta aptitud sea pasajera y no resista a nuestro modelo social, siempre podemos optar a reflexionar en ello y llegar a la conclusión de que nos necesitamos unos a otros por encima del protagonismo y que el cariño y la amistad deben prevalecer ante un egoísmo que no olvidemos, estará siempre amenazante para volver a posarse en nuestros modos y costumbres.
Una vez terminado el confinamiento nos habremos dado cuenta de que necesitamos de las tecnologías para el día a día, más allá de la educación de nuestros jóvenes para los que ha significado una ayuda innegable, nosotros nos deberemos volcar en el aprendizaje, en una formación adecuada a las necesidades de una globalización que se nos daba servida en bandeja y que a causa de la epidemia, hemos tenido que aprender con esfuerzo para poder comunicarnos con nuestras familias, amigos o puestos de trabajo a los que nos forzaba la situación llevar a cabo desde nuestros hogares.
Nos encontraremos con casos puntuales que no han querido aprender nada de esta situación tan drástica que hemos atravesado, seguirán viviendo en la indiferencia de sus propios argumentos y tratarán por todos los medios de llevarse a su campo a aquellas personas con una personalidad poco definida, usando cuántas argucias fuesen necesarias para tapar su verdadera ignorancia.
Queda mucho por vivir, la esperanza en una vida mejor libre de enfermedades será pasajera ante la avalancha de enfermedades que pronostican los investigadores científicos, pero eso será más adelante. Ahora tenemos que confiar en ellos para conseguir un tratamiento que nos saque de esta pandemia. 
Como también vendrán la petición de responsabilidades, la exigencia de por qué pasó y la falta y prevención ante tal oleada del coronavirus. Eso será más tarde, cuando nuestro bienestar social vuelva a implantarse en nuestras vidas, cuando la calidad de vida sea igual para todos y en el preciso momento en el cual nos digan que podemos salir a la calle porque hemos vencido al bicho
El mundo a pesar de algunos habrá dado una vuelta de tuerca en sus prioridades y quedará sostener lo aprendido ante todos aquellos que, con la fuerza del capital en sus manos, traten de remar hacia su puerto privado tantos recursos económicos como puedan. Es el momento de tratar de impedirlo con lo que, sin querer, hemos añadido a nuestros valores para intensificar el equilibrio de una sociedad que ahora sufre pero que mañana sin lugar a dudas, conseguirá vencer la pandemia que se ha llevado por delante la vida de personas buenas que nunca deberán ser olvidadas.
En definitiva, nunca creamos que somos inmunes a enfermedades nuevas que aun no han dado la cara, mantengamos sin embargo la confianza en la ciencia y la investigación y exijamos protección de las instituciones para una sociedad que se ha quedado con el poso del miedo y con la certeza de que los recortes en sanidad, ciencia e investigación nunca vuelvan a ser austeros. jasc

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