martes, 13 de diciembre de 2011

EL LARGO VIAJE DE UN LIBRO


Ni por asomo se me hubiera ocurrido pensar que los libros acostumbran a descansar más sosegados y protegidos de las inclemencias no sólo del tiempo, sino de posibles atentados a su integridad de entes de cultura, en las mismas condiciones confortables que yo mismo apreciaría.
Hoy he aprendido una nueva lección, cómo muchas a diario, que me ha resultado igualmente beneficiosa. Los libros arden muy mal a una temperatura de 20 grados centígrados, y a una humedad relativa del aire del 45 %. Desde luego que apetece mantener el ambiente en esas condiciones durante toda una vida de trescientos años.
El frío cortaría su frágil rostro, las vetustas hojas se agrietarían apareciendo en ellas heridas similares a pequeños sabañones y en el caluroso estío se retorcería entre su propia sombra, enrojeciendo su prestancia gallarda.
En la generosidad de un autor que escribe una obra para ser leída, se aprecia furtivamente un deseo irrefutable de cuidar el texto con todos los medios a su alcance, esperando ilusionado el transcurrir del tiempo hasta que un día pueda verse desposeído de ella. Es en ese momento cuando la historia empieza, el punto de partida que marca una auténtica odisea, en la cual un libro comienza su largo viejo a través de su cultura.

Juan Antonio Sánchez Campos
Diciembre/2011

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