La preocupación va in crecento tras los últimos informes presentados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Nuestros jóvenes se marchan, emigran a otros países sobre todo de Europa, en busca de un futuro más prometedor al que se cierne halagüeño en el nuestro. Descontentos con la difícil situación que estamos padeciendo y con ello a una imperiosa necesidad de obtener resultados a corto plazo que les lleve a optimizar sus expectativas de futuro.
Los demógrafos y sociólogos en España, se muestran preocupados con la migración de “mentes” capacitadas, con una formación académica más que sobresaliente y una capacidad de enlazar sus estudios con el trabajo, fuera del alcance de muchas sociedades europeas. Hombres y mujeres con unos deseos y un potencial sumamente atractivo para muchas empresas extranjeras deseosas de tenerlos en su nómina.
Realmente me resulta indignante el hacerme a la idea de qué una vez formado de forma brillante, el colectivo de población con una edad idónea para abastecer el mercado laboral en infinidad de sectores, los veamos hacer el equipaje y marchar fuera de nuestras fronteras en busca de un futuro prometedor y merecido tras años de esforzarse en sus estudios.
Hombres y mujeres que portarán en sus maletas y mochilas la cultura de la cual se sienten orgullosos. Los mismos que se integrarán en el lugar al cual se dirijan e incluso formarán una familia, una vida. Mientras la crisis siga su curso la emigración irá aumentando. Esa crisis que plantea en la sociedad civil universitaria una incertidumbre y una falta de expectativas que se ven incrementadas por la demanda de países europeos, asiáticos y americanos que les lleva a tomar una decisión rápida. Países que les esperan con los brazos abiertos para hacerles participes de poder llevar a cabo los conocimientos adquiridos en su etapa estudiantil con plena autonomía.
La emigración se supera en esté ya agotado 2011, colocándose por encima de la inmigración y creando la angustia en muchas familias. Esas familias que quedarán menguadas con la marcha de sus miembros, la misma que no entiende como un país como España, colocado a la estela de los primeros del continente, se vea lastrado con la carga inmensa del desempleo que lleva al desmembramiento familiar. Hijos que se marchan ilusionados por haber encontrado un puesto de trabajo acorde con esos estudios finalizados con éxito. Maridos que tendrán que buscarse la vida en otra parte para sostener unas familias rotas por el desempleo, algo impensable hace unos años se vuelve realidad y no simple especulación. Volvemos al pasado sin haber aprendido nada en el camino, extraviados en una vía muerta que no lleva a ninguna parte, tan sólo a la mediocridad de volver a ser lo que fuimos.
No quiero buscar culpables para sosegar mi indignación pues hay demasiados “presuntos” para hacerlo. Sólo deseo hacer una puntualización, que quede en la memoria de todos y cada uno de los que optan por marcharse o no tienen más remedio que hacerlo, que recuerden que aquí siempre guardaremos la esperanza para que todo se solucione algún día, que los que quedamos aquí lo hacemos para luchar por una calidad de vida digna, por unos intereses que tendremos que empezar a forjar sin descanso y que la estadística actual se vea poco a poco mermada, para poder disponer de esa forma de unas nuevas perspectivas de futuro a medio plazo. Asentar las bases de un nuevo resurgir en un país marchito de optimismo, debe de ser causa común para demostrarnos a nosotros mismos que todavía estamos a tiempo de luchar por lo que realmente merece la pena, una calidad de vida digna, una familia protegida por los estamentos públicos apropiados a cada momento, una educación que nos mantenga en primera fila y un puesto de trabajo digno para poder pagar la parte que nos corresponda por decreto.
A los que os vais os deseo lo mejor para el futuro, que los sueños que os lleváis se vean cumplidos en su totalidad y que no os falte el recuerdo de un anuncio de antaño, por favor, VOLVER A CASA POR NAVIDAD, os estaremos esperando tras el cristal de una ventana abierta a la esperanza.
Juan Antonio Sánchez Campos
Diciembre/2011
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