viernes, 9 de diciembre de 2011

NOCHE Y ESCARCHA


El sonido de la noche crujía el silencio en el ambiente de una calle oscura y sucia. Las luces de las casas se apagaban despacio, como si estuvieran dispuestas en una gran mesa de fichas de dominó y fueran cayendo al compás de los pasos. El frío helaba las palabras de unos labios sellados en la más absoluta incredulidad, cortados por el aire de un pasado desleal y un presente insatisfecho.
Nada parecía acordarse de nadie, el tiempo transcurría sin retorno hacía un futuro incierto que sostenía las riendas del destino. No había objetivos marcados de antemano, sólo insensatez, sensaciones de no haber hecho lo suficiente por aguantar una vida, la honestidad se volvió traición y está se tornó en su contra.
Los gatos maullaban a su alrededor criticando su espacio, haciéndole culpable de bordear un camino diseñado por continuo; los ruidos descompensados parecían llamarle a volver la cara hacía adelante, aunque sólo fuera para calmarle el despropósito de unos pensamientos que le oprimían la conciencia. El deplorable panorama usurpaba cualquier intento de encontrar un resquicio a la esperanza, horadaba en los recuerdos alejándose raudos del momento.
Unas cajas apiladas se convertían en el hogar deseado para salvarse de un final seguro, un desgastado y arrugado abrigo tapaba su cuerpo mientras las hojas de los diarios se pegaban a su desaliñado aspecto. El nauseabundo olor de la calle se mezclaba con los vapores de una botella ya terminada de bebida barata y unas colillas chupadas por una boca de carmín le recordaban que un día beso unos labios frescos.
Empezaba a sentir los primeros síntomas de la embriaguez mientras cerraba unos ojos resecos de asaltar lágrimas inútiles, la garganta se volvió arcada de hastío y las manos encogidas agarraban los cartones para que el viento no los arrancase de su cuerpo. Los focos de los coches aprecian de improviso para desaparecer raudos, como sí tampoco ellos tuvieran en consideración su lamentable estado, ni siquiera por un momento. Recordaba que un día fue feliz, creyó en el amor cuando se acercó con la belleza de la edad, amó con todo lo que uno puede amar jubiloso de tener el mundo a su alcance.
Sus manos temblorosas tocaban de soslayo su hombro, como acariciando el pensamiento furtivo que le venía de pronto. Las piernas se encogieron cautelosas para evitar dejar al pairo unos tobillos desnudos mientras las farolas se cubrían de una espesa seda, creando sombras insidiosas que parodiaban las siluetas.
Nadie sabe que pasó porque a nadie le importó el no verlo. La gente dice que fue un hombre de negocios que perdió la cabeza por una mala jugada del destino, otros comentan que la bebida le dejó sin nada, aunque yo sé realmente quien era. Un buen hombre al que la vida castigo sin motivo, que nunca hizo daño a nadie y al que sólo los gatos recordarán cada noche mientras los cartones vuelan hacia el cielo.
Juan Antonio Sánchez Campos
08 Diciembre 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario