jueves, 24 de noviembre de 2011

ANTES ¿Y AHORA?


Han pasado ya tres días y las guirnaldas de colores parecen aún reclamos, siguen sujetas en muchas farolas de nuestra geografía como queriendo recordar el día en el que los españoles, tuvimos la ocasión de gestionar nuestros representantes para los próximos cuatro años de existencia.
Han pasado setenta y dos horas de lluvia, viento y sol; muchas horas esperando, suspirando el comienzo de una nueva era, un tiempo nuevo que nos traiga mejores perspectivas que el anterior. Y mientras los colores han cambiado, todo sigue igual que antes, del mismo paisaje desolador de hace apenas tres días.
En las casas se respira el olor al desaliento, el silencio sólo se rompe por el ruido ensordecedor de un grupo de adolescentes ociosos, sentados en un banco de cualquier parque, arremolinados al sonido de un teléfono móvil que marca el compás de una conversación conocida. La abstención escolar sigue su camino indiferente al mismo tiempo que los chic@s gritan para oírse entre el tumulto de sus voces; nada les sugiere la idea de asistir a unas absurdas clases que no conducen a nada, restriegan por el suelo las mochilas cargadas con los libros arrugados que apenas han tenido tiempo de recoger para usarlos simplemente como escusa para salir de casa, incapaces de asumir que la enseñanza no será una pérdida de tiempo el día de mañana, obsesionados porque a sus padres no les han valido de nada, que las discusiones en casa giran en torno al mismo problema, la escasez de medios para mantener la familia a flote. El futuro no existe, ni tan sólo en la mente de unos chaval@s que apenas pasan de los catorce y ya están abrumados por las escasas perspectivas de un trabajo, acorde con los esfuerzos de apretar los codos en una desangelada clase en la que el profesor está pensando en la inadmisible gestión de los políticos que han sido elegidos para atender nuestras necesidades. Esos mismos chaval@s que llevan ya demasiado tiempo sin escuchar las risas de sus padres, las bromas familiares que antes eran constantes han quedado apartadas por los reproches y las sensaciones de culpabilidad.
Los canticos que salían de las ventanas en esas horas del día que se usan para recoger los hogares, ya no existen. Camino por lugares que ya no reconozco por el silencio que inunda todo y recuerdo el día en el que los trinos de los pájaros que revoloteaban curiosos eran acallados por las voces, algunas incluso melodiosas, de la gente que se afanaba en sus tareas domésticas. Las persianas cerradas, carentes de vida exterior y los corrillos de gente que se encontraban en la acera a la hora de la compra diaria, han sido relegados a un acelerado y simple saludo.
Recuerdo con total nitidez la figura del éxito, del triunfo sobre el descalabro, del balcón de la gallardía en el que se postulaban los vencedores de una desigual lid; la lucha del pueblo contra la política distante había perdido con holgura la batalla.
La democracia decadente había dictado su ley, la mayoría había ganado al raciocinio. Aquellos que habían generado el inconformismo durante ocho largos años en los cuales ingresaron más de 550.000 personas anuales a las listas del paro se habían marchado de rositas, ni siquiera faltó que su cabeza visible durante el tiempo de esgrimir valores, tuviera que aprenderse la despedida, simplemente la leyó, valiente acto de soberbia cuando ya no hacía falta, creo que esto lo hizo para demostrar estúpidamente que él también sabía hacerlo.
Volvemos a tener el contador a cero para ir recibiendo lo que no merecimos. Hemos vuelto a caer en la misma interpretación pero con los actores cambiados, no hemos sido capaces de atender la realidad como se merece, tan sólo nos hemos dejado llevar donde la posibilidad nos dejaba. Sin leyes adecuadas para unas elecciones que se salieran del marco de los que bien las diseñaron para lucro propio, nos hemos visto de nuevo en la misma tesitura, hemos caído en la trampa de una volatilidad bipartidista que nos obligará a seguir recortando de donde ya no sea posible.
Estamos de nuevo en el punto de partida, en el mayor desconcierto político de la historia contemporánea de este país. Los que se marcharon se fueron de puntillas para no hacer ruido y los que han venido lo han hecho con soltura prefabricada, con aires de optimismo contraído a sabiendas que por sí mismo serán incapaces de solucionar los problemas de España y sus ciudadanos. La hecatombe económica a la que nos han derivado las entidades bancarias y financieras con total permisividad por parte del gobierno anterior es una losa demasiado grande para un único partido, las mayorías no pueden nunca resultar imparciales, vulneran cualquier forma de consenso y alteran sobremanera las actuaciones necesarias para tomar decisiones ventajosas y medidas equilibradas en cada momento.
Las reflexiones post electorales nos llevan a la dicotomía de siempre, algo había que hacer para intentar salvar de alguna manera unos muebles casi carcomidos, esté país necesita un empujón grande, un esfuerzo mancomunado entre la sociedad y la clase política el cual no nos han dejado ni siquiera plantear. El clásico de “…yo me lo guiso…” ha podio más que la lucidez del trabajo conjunto, la soberbia ha podio más que la humildad y la plebe seguirá sufriendo el trasfondo de esta situación tan egocéntrica de dos partidos que “…ellos se lo comen y nosotros los mantenemos”.
Juan Antonio Sánchez Campos
23 Noviembre de 2011

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