Un Nobel premia la incompetencia
El hecho de ser
proclamada ganadora del Premio Nobel de la Paz, no hace a la UE más digna y
merecedora de lo que era hace apenas unos días, a pesar de contar entre sus arcas
con cerca de un millón de euros provenientes del galardón. Todo lo contrario,
algunos escépticos creen que los
merecimientos no han sido suficientes, menos aún con la que se les ha venido
encima a los europeos.
Es preciso resaltar que
quienes han logrado mantener la paz en el continente durante tanto tiempo –con más
de un fracaso de por medio-, podían ser proclives a recibir un reconocimiento
de calado mundial pero, siempre hay de por medio aspectos que no se han tenido en cuenta suficientemente a la hora de
elevar a la historia de los Nobel un continente y una unión que se encuentra en
peligro de supervivencia. Muchos se han alegrado –con excepción de más de uno-
de ver en primera línea de la paz a la UE, si bien es cierto que la noticia ha
sorprendido en medios políticos, sociales y de la ciudadanía por los problemas
que vienen soportando la mayor parte de los países integrantes. La paz no sólo
se consigue manteniendo el belicismo a buen recaudo o luchando contra el
terrorismo, la paz se compone de muchos más valores como la solidaridad entre
los países y los hombres que los integran o la lucha contra las desigualdades
sociales, trabajando para el bienestar de la sociedad y el mantenimiento se una
digna calidad de vida; eso que en el caso de la UE no está ocurriendo. Las
necesidades de la población, rayanas en la pobreza y en el umbral de la
miseria, son algo con lo que el Nobel no está de acuerdo; el principal objetivo
para elegir al ganador «a la persona que ha hecho el mejor trabajo o la mayor
cantidad de contribuciones para la fraternidad entre las naciones, la
supresión o reducción de ejércitos así como la participación y promoción de
congresos de paz en el año inmediatamente anterior» no se cumple en el caso de
la UE, prácticamente por ninguna de sus vertientes.
La prueba más
fehaciente de ello es que hay países en la actualidad que están sometidos por
los más poderosos –la desigualdad es notable- esperando soluciones a sus
problemas, que vengan del conjunto de la UE. España., como ejemplo de ser uno
de ellos, con las demandas aparcadas hasta finales del presente año –tal vez
esperando comer las uvas con el rescate en la mesa-, claudica con su Gobierno a las imposiciones
que les marca la Sra. Merkel y Bruselas, la primera como ejemplo puro de
dictadora moderna y la segunda, como valedora del BCE, dialogante pero no
impulsora. Un compadreo excesivo sin sitio de por medio a la solidaridad, tan
sólo basados en los intereses que cobren a los que supliquen auxilio –eso no
suena a fraternidad entre los pueblos desde hace ya cuatro años- amparados en
la excusa de hacer frente a las necesidades de los más débiles.
Palabras de
satisfacción entre los dirigentes europeos con sonrisas de satisfacción e
incredulidad, -según vayan las arcas- en una cumbre de un FMI que está
prediseñado a sumar puntos en las encuestas para tomar decisiones a dos bandas.
Europa ha marcado hitos en la historia que han servido para alimentar la paz,
pero ahora hay que alimentar el empleo, la educación, la cultura y las
pensiones de nuestros ciudadanos y eso parece que lo han dejado pasar a la hora
de votar una elección de semejante valor.
Juan
Antonio Sánchez Campos
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