sábado, 13 de octubre de 2012


Un Nobel premia la incompetencia

El hecho de ser proclamada ganadora del Premio Nobel de la Paz, no hace a la UE más digna y merecedora de lo que era hace apenas unos días, a pesar de contar entre sus arcas con cerca de un millón de euros provenientes del galardón. Todo lo contrario, algunos escépticos creen que los merecimientos no han sido suficientes, menos aún con la que se les ha venido encima a los europeos.
Es preciso resaltar que quienes han logrado mantener la paz en el continente durante tanto tiempo –con más de un fracaso de por medio-, podían ser proclives a recibir un reconocimiento de calado mundial pero, siempre hay de por medio aspectos que no se han  tenido en cuenta suficientemente a la hora de elevar a la historia de los Nobel un continente y una unión que se encuentra en peligro de supervivencia. Muchos se han alegrado –con excepción de más de uno- de ver en primera línea de la paz a la UE, si bien es cierto que la noticia ha sorprendido en medios políticos, sociales y de la ciudadanía por los problemas que vienen soportando la mayor parte de los países integrantes. La paz no sólo se consigue manteniendo el belicismo a buen recaudo o luchando contra el terrorismo, la paz se compone de muchos más valores como la solidaridad entre los países y los hombres que los integran o la lucha contra las desigualdades sociales, trabajando para el bienestar de la sociedad y el mantenimiento se una digna calidad de vida; eso que en el caso de la UE no está ocurriendo. Las necesidades de la población, rayanas en la pobreza y en el umbral de la miseria, son algo con lo que el Nobel no está de acuerdo; el principal objetivo para elegir al ganador «a la persona que ha hecho el mejor trabajo o la mayor cantidad de contribuciones para la fraternidad entre las naciones, la supresión o reducción de ejércitos así como la participación y promoción de congresos de paz en el año inmediatamente anterior» no se cumple en el caso de la UE, prácticamente por ninguna de sus vertientes.
La prueba más fehaciente de ello es que hay países en la actualidad que están sometidos por los más poderosos –la desigualdad es notable- esperando soluciones a sus problemas, que vengan del conjunto de la UE. España., como ejemplo de ser uno de ellos, con las demandas aparcadas hasta finales del presente año –tal vez esperando comer las uvas con el rescate en la mesa-,  claudica con su Gobierno a las imposiciones que les marca la Sra. Merkel y Bruselas, la primera como ejemplo puro de dictadora moderna y la segunda, como valedora del BCE, dialogante pero no impulsora. Un compadreo excesivo sin sitio de por medio a la solidaridad, tan sólo basados en los intereses que cobren a los que supliquen auxilio –eso no suena a fraternidad entre los pueblos desde hace ya cuatro años- amparados en la excusa de hacer frente a las necesidades de los más débiles.
Palabras de satisfacción entre los dirigentes europeos con sonrisas de satisfacción e incredulidad, -según vayan las arcas- en una cumbre de un FMI que está prediseñado a sumar puntos en las encuestas para tomar decisiones a dos bandas. Europa ha marcado hitos en la historia que han servido para alimentar la paz, pero ahora hay que alimentar el empleo, la educación, la cultura y las pensiones de nuestros ciudadanos y eso parece que lo han dejado pasar a la hora de votar una elección de semejante valor.
Juan Antonio Sánchez Campos

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