jueves, 18 de octubre de 2012


LOS RICOS ADORAN BANKIA

Es normal que la clase adinerada se frote las manos de forma tan abrumadoramente ensordecedora. Cuando Bankia saca su tenderete de productos inmobiliarios, el dinero sale debajo de los bien acolchados bolsillos de la empresa privada o el amnistiado de turno, para atrapar en sus “saneadas” redes todo aquello que vea atractivo. El tiempo dará la razón a quien humildemente escribe estas líneas.
Lo que Bankia está haciendo de forma desconsiderada en estos  momentos es pura mercadería al servicio del pudiente. Mostrar un ladrillo debilitado a quien tiene el poder adquisitivo suficiente de comprar, el dinero es lo que tiene, cuando el que lo tiene lo multiplica en época de crisis varias veces sin riesgo alguno. Es tan sencillo como fácil comprar a precio de mercadillo saldos rebajados, para vender cuando el tiempo así lo disponga a precio de boutique de primeras marcas a inversores extranjeros –o españoles-, con el beneficio “pulcro y limpio” que otorga el poder del dinero.
Inmuebles que en muchos casos –la mayoría- han sido embargados a empresas promotoras, constructores autónomos o ciudadan@s normales, por falta de recursos económicos con los que hacer frente a la deuda. Es mejor para la entidad quitarse de encima el problema a un precio razonable cuanto antes, que pagar impuestos, arbitrios o recibos de comunidad a los que hacer frente. El moroso lo seguirá siendo de por vida, en caso del trabajador que se ha quedado sin empleo para pagar la hipoteca ni siquiera tendrá la oportunidad de seguir en la vivienda, bajo un régimen de alquiler adecuado e incluso subvencionado por la entidad acreedora. Esa entidad a la que le estamos pagando la deuda contraída con la sociedad por su mala gestión, la que es poseedora de una cuota de participación en la crisis que soporta el ciudadano junto a la clase política que lo permitió –Sr. Zapatero-  y el Gobierno del PP que le dio la oportunidad de salir adelante con el dinero del contribuyente. Lógico ¿verdad? que el que paga las consecuencias del trabajo mal hecho de la Administración sea siempre el mismo; el que paga las prejubilaciones millonarias de los consejeros, la incapacidad de la clase política y las deudas contraídas.
Los ricos también lloran, pero sus lágrimas –sino es tema humano- son distintas porque pueden permitírselo y apenas pueden notarse; el pueblo llora de frente, grita de rabia e impotencia, pero nadie parece escucharle –o no quiere-. El pueblo invoca el legítimo derecho a que sus seres queridos vivan bajo un techo y no a la intemperie insolidaria de una clase política y adinerada; la justicia no siempre hace honor a su palabra.
Juan Antonio Sánchez Campos

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