LOS RICOS ADORAN BANKIA
Es normal que la clase
adinerada se frote las manos de forma tan abrumadoramente ensordecedora. Cuando
Bankia saca su tenderete de productos inmobiliarios, el dinero sale debajo de
los bien acolchados bolsillos de la empresa privada o el amnistiado de turno,
para atrapar en sus “saneadas” redes
todo aquello que vea atractivo. El tiempo dará la razón a quien humildemente
escribe estas líneas.
Lo que Bankia está
haciendo de forma desconsiderada en estos
momentos es pura mercadería al servicio del pudiente. Mostrar un
ladrillo debilitado a quien tiene el poder adquisitivo suficiente de comprar,
el dinero es lo que tiene, cuando el que lo tiene lo multiplica en época de
crisis varias veces sin riesgo alguno. Es tan sencillo como fácil comprar a
precio de mercadillo saldos rebajados, para vender cuando el tiempo así lo
disponga a precio de boutique de primeras marcas a inversores extranjeros –o
españoles-, con el beneficio “pulcro y
limpio” que otorga el poder del dinero.
Inmuebles que en muchos
casos –la mayoría- han sido embargados a empresas promotoras, constructores
autónomos o ciudadan@s normales, por falta de recursos económicos con los que
hacer frente a la deuda. Es mejor para la entidad quitarse de encima el
problema a un precio razonable cuanto antes, que pagar impuestos, arbitrios o
recibos de comunidad a los que hacer frente. El moroso lo seguirá siendo de por
vida, en caso del trabajador que se ha quedado sin empleo para pagar la
hipoteca ni siquiera tendrá la oportunidad de seguir en la vivienda, bajo un
régimen de alquiler adecuado e incluso subvencionado por la entidad acreedora.
Esa entidad a la que le estamos pagando la deuda contraída con la sociedad por
su mala gestión, la que es poseedora de una cuota de participación en la crisis
que soporta el ciudadano junto a la clase política que lo permitió –Sr.
Zapatero- y el Gobierno del PP que le
dio la oportunidad de salir adelante con el dinero del contribuyente. Lógico
¿verdad? que el que paga las consecuencias del trabajo mal hecho de la
Administración sea siempre el mismo; el que paga las prejubilaciones
millonarias de los consejeros, la incapacidad de la clase política y las deudas
contraídas.
Los ricos también
lloran, pero sus lágrimas –sino es tema humano- son distintas porque pueden
permitírselo y apenas pueden notarse; el pueblo llora de frente, grita de rabia
e impotencia, pero nadie parece escucharle –o no quiere-. El pueblo invoca el
legítimo derecho a que sus seres queridos vivan bajo un techo y no a la
intemperie insolidaria de una clase política y adinerada; la justicia no
siempre hace honor a su palabra.
Juan
Antonio Sánchez Campos
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