Si nos dicen que dentro de apenas veinte años la
esperanza de vida en nuestro país va a ser la de más crecimiento a nivel
mundial, en lugar de estar dándonos esperanzas, nos hacen reflexionar
detenidamente sobre la manera de cómo vamos a afrontar semejante liderazgo. Nos
invade la incertidumbre que vivimos ahora y de qué forma podremos abordar la enorme
brecha abierta en la sociedad ante la desigualdad de clases, la vulneración de
derechos, la falta de vivienda digna, un abrumador desempleo, la progresiva
pérdida de calidad en la sanidad pública
y la permisividad de los diferentes colectivos quienes seguramente, se estarán haciendo
ahora verdaderas cuentas de qué estudiar más allá de derecho, ciencias
políticas o periodismo, las tres profesiones que serán las que irán aumentando
según necesidades de la población sin solucionar o en litigio permanente son
las que liderarán el mercado profesional. Y es así, nada peor que usar métricas
saludables para darnos cuenta de todo lo que nos queda por delante hasta lograr
un mínimo éxito futuro; la cuestión es bien sencilla, tan solo con educación y
unos recursos económicos para los supervivientes que vengan de las estadísticas
de empleo podrán confirmar que entonces sí seremos afortunados y afortunadas
por vivir sin tener que sufrir por ello.
Bien podría significar esta esperanza en la vida de
los y las españoles un acicate para construir bases de crecimiento, para
edificar parámetros de calidad social y un bienestar de la población con el beneplácito
de nuestra economía. Si realmente vamos a vivir más, me cuento entre ellos como
no podía ser menos, la situación debe cambiar radicalmente, estamos a tiempo de
afrontar un futuro con la experiencia de los profesionales del presente, con el
acuerdo común de los sindicatos y las formaciones representativas; todo ello con
un planteamiento veraz de los partidos
que se crean de una vez por todas que contribuir a la mejora del país no es volverse
vulnerables por realizar un esfuerzo común.
Estamos a punto de convertirnos en la mayor población
en calidad de vida no solo europea sino mundial, los números cantan; en eso
seguramente ha tenido que ver nuestra alimentación, los productos de la tierra,
las viandas de la huerta y el rico clima de nuestra geografía. Somos herederos
de la agricultura que nos dejaron nuestros abuelos o tatarabuelos, cómplices de
las experiencias de los supervivientes, analistas de pro para sacar el provecho
a la tierra y técnicos en la materia de acoger los rayos del sol en plantas
solares, el arrullo del viento en eólicas y la hidráulica de nuestras aguas en
buena armonía con la naturaleza, solapando a las grandes marcas que se llevan
en sus peajes, impuestos, arbitrios cenagosos y avaras intenciones; un dinero
que si lo invertimos con sentido común, nos hará el servicio que la población
merece. ¿Significa todo esto un sueño con la sana intención de que algún día se
convierta en realidad o viviremos en un sueño del que la coherencia no nos
despertará jamás?
Cuidemos entonces de lo que nos prometen los datos,
afrontemos un futuro óptimo y esperanzador con la voluntad de ser generosos con
nosotros mismos, sin depender de una política infame que no se preste a
consolidar los valores que promueven sus normas, confundiéndose en engañosos
entramados o constantes disparates que no llevan a ninguna parte y empobrecen
su figura. jasc
No hay comentarios:
Publicar un comentario