Es triste que nuestra política
se convierta en un nido de imbéciles o “palmeras”, en ridículas escenas de
patio de colegio que no llevan a ninguna parte; la actualidad de nuestros
representantes públicos se basa en si la ministra de Educación comete alguna
falta de ortografía en las redes sociales, en si los masters son o no
ficticios, en cuánto insulto se comete en el Parlamento o la indiferencia de
las presidencias de los diferentes órganos ante tanta aptitud difamatoria
aplaudida por los que en cada ocasión arremeten contra aquellos que consideran
los culpables de que ellos y ellas estén en la oposición, palabra que según
nuestros políticos viene a significar que cuando están ubicados en ella, todo
lo que hacen los demás está mal hecho.
Esta forma de trabajo
político por el que cobran unos magníficos salarios se limita a enfrascarse en
teatrillos de atril momentáneos y cafés a hurtadillas. Se ha puesto de moda la
ciencia política asimétrica, o lo que es lo mismo, cada uno considera su manera
de realizarla como mejor convenga a sus intereses partidistas y personales, lo
que quienes les votaron piensen, al fin y al cabo, son los daños colaterales de
haber depositado nuestra confianza en aquel que no se la merece. Ellos y ellas
bastante tienen ahora con la investigación periodística que saca a relucir
aromas fétidos, como el de la ministra de Justicia con un presunto estafador
pretencioso, un personaje que acabará abandonado por su propio ego, capaz de
vender su libertad al mejor postor mediante oscuros tejemanejes, guardados a
buen recaudo con la única intención de salvar el pellejo sin que le tiemble lo
más mínimo la mano a la ora de desembuchar argumentos escrupulosamente
reservados a tal fin, una valiosa información para la oposición que por pura
objetividad, de llegar el caso, podría volverse en su contra.
Surgen de una forma
preocupante demasiadas noticias sin medida, con la libertad de opinión como
protectora, a las que no les importa atacar sin el respeto que se merece la
estructura judicial de nuestro país, sacar al escenario público un vídeo en el
que se habla en privado de lo que muchos de nosotros podemos conversar
creyéndonos a salvo de grabaciones ilegales desprestigia tal institución de
manera relevante; pero claro, a cada uno le interesa perjudicar al otro sin
tomar en consideración lo bueno o malo que esa aptitud conlleva con respecto al
bien social.
La situación puede llevar
a una desafección política; jugar con los electores y vulnerar sus derechos
decorando el espacio donde se mueven nuestros representantes de un olor a
podredumbre peligroso y dibujar una perspectiva de progreso social por un
camino escabroso no es la mejor manera
de utilizar el sentido común y la coherencia necesaria en un momento difícil de
nuestra política autonómica. Hay que adecentar el terreno, todo no puede valer
en política porque de volverse está libertina, la sociedad será la única
perjudicada. Aunque siempre han surgido derroteros imprevistos, la limpieza de
la corrupción política y el trabajo de las formaciones por regenerar el
ambiente son indispensables en la actualidad si queremos sumar progreso y no
frenar el renacer de nuestra economía.
Lo de los socialistas ahora no es nuevo, ya tuvimos en su día, con el
Gobierno actual en la oposición, primicias informativas dispuestas con la labor
de difamar la figura del actual Presidente de la Xunta de Galicia “posando” en
una fotografía al lado de un narcotraficante; una noticia que acabó como una
anécdota irrelevante.
Otra cosa es gastarse el
dinero como presuntamente se gastaron personajes de la política andaluza en
salas de alterne, como también se los gastó Pujol del erario catalán y acabó
con su “honorabilidad”, o un presumible sindicalista de la denominada “nueva
izquierda” con las tarjetas black; pero, ¿cuándo la política ha estado exenta
de corrupción? ¡Nunca! Desde que fuese creada por entre otros Maquiavelo, allá
por el siglo XVI, el oscurantismo ha sido su mejor valedor.
Del paro nada, de las pensiones
menos y de la inmigración ni hablar, esa se pretende utilizar como arma
arrojadiza en los programas electorales, meciéndose entre el miedo a la súper
población de los centros de internamiento temporales o como argumento
indicativo de una errónea afirmación hacía el aumento de una amenaza al mercado
laboral con tanto extranjero. La luz sigue subiendo, el gas también y el
carburante no parece preocupar demasiado a los ciudadanos y ciudadanas con
tanto embotellamiento de madrugada en nuestras carreteras de acceso a las
grandes ciudades, insuflando polución al ambiente. De la sanidad no hablemos,
para un reconocimiento o una prueba a realizar en nuestros hospitales, hay que echarle
paciencia; bueno, paciencia y suerte para contarlo, la demora en muchos de
ellos hace correr un serio peligro a algún que otro paciente.
De los centros de
residencia para personas mayores, de carácter público claro, no nos vendría
nada mal abordar la situación en la que se encuentran, una calidad de vida
paupérrima con serias faltas de dignidad en muchos de ellos, centros a los que
tan sólo por sobrevivir le cuesta al pensionista el total de sus recursos
económicos o lo que es lo mismo, la imposibilidad de recursos para poder salir
a tomar un café en algún local fuera de los muros donde habita.
Imbéciles sí hay, a
cientos, en las formaciones políticas con representación en el Parlamento,
“palmeras” seguramente habrá más de uno o una de tan bella isla, pero
descerebrados que se acusan unos a otros sin solucionar los problemas para los
que fueron elegidos los tenemos en nuestros noticiarios cada veinticuatro horas. Jasc
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