martes, 16 de octubre de 2018

¿Dónde está la verdad política?

Es triste que nuestra política se convierta en un nido de imbéciles o “palmeras”, en ridículas escenas de patio de colegio que no llevan a ninguna parte; la actualidad de nuestros representantes públicos se basa en si la ministra de Educación comete alguna falta de ortografía en las redes sociales, en si los masters son o no ficticios, en cuánto insulto se comete en el Parlamento o la indiferencia de las presidencias de los diferentes órganos ante tanta aptitud difamatoria aplaudida por los que en cada ocasión arremeten contra aquellos que consideran los culpables de que ellos y ellas estén en la oposición, palabra que según nuestros políticos viene a significar que cuando están ubicados en ella, todo lo que hacen los demás está mal hecho. 
Esta forma de trabajo político por el que cobran unos magníficos salarios se limita a enfrascarse en teatrillos de atril momentáneos y cafés a hurtadillas. Se ha puesto de moda la ciencia política asimétrica, o lo que es lo mismo, cada uno considera su manera de realizarla como mejor convenga a sus intereses partidistas y personales, lo que quienes les votaron piensen, al fin y al cabo, son los daños colaterales de haber depositado nuestra confianza en aquel que no se la merece. Ellos y ellas bastante tienen ahora con la investigación periodística que saca a relucir aromas fétidos, como el de la ministra de Justicia con un presunto estafador pretencioso, un personaje que acabará abandonado por su propio ego, capaz de vender su libertad al mejor postor mediante oscuros tejemanejes, guardados a buen recaudo con la única intención de salvar el pellejo sin que le tiemble lo más mínimo la mano a la ora de desembuchar argumentos escrupulosamente reservados a tal fin, una valiosa información para la oposición que por pura objetividad, de llegar el caso, podría volverse en su contra.
Surgen de una forma preocupante demasiadas noticias sin medida, con la libertad de opinión como protectora, a las que no les importa atacar sin el respeto que se merece la estructura judicial de nuestro país, sacar al escenario público un vídeo en el que se habla en privado de lo que muchos de nosotros podemos conversar creyéndonos a salvo de grabaciones ilegales desprestigia tal institución de manera relevante; pero claro, a cada uno le interesa perjudicar al otro sin tomar en consideración lo bueno o malo que esa aptitud conlleva con respecto al bien social.
La situación puede llevar a una desafección política; jugar con los electores y vulnerar sus derechos decorando el espacio donde se mueven nuestros representantes de un olor a podredumbre peligroso y dibujar una perspectiva de progreso social por un camino  escabroso no es la mejor manera de utilizar el sentido común y la coherencia necesaria en un momento difícil de nuestra política autonómica. Hay que adecentar el terreno, todo no puede valer en política porque de volverse está libertina, la sociedad será la única perjudicada. Aunque siempre han surgido derroteros imprevistos, la limpieza de la corrupción política y el trabajo de las formaciones por regenerar el ambiente son indispensables en la actualidad si queremos sumar progreso y no frenar el renacer de nuestra economía.  Lo de los socialistas ahora no es nuevo, ya tuvimos en su día, con el Gobierno actual en la oposición, primicias informativas dispuestas con la labor de difamar la figura del actual Presidente de la Xunta de Galicia “posando” en una fotografía al lado de un narcotraficante; una noticia que acabó como una anécdota  irrelevante.
Otra cosa es gastarse el dinero como presuntamente se gastaron personajes de la política andaluza en salas de alterne, como también se los gastó Pujol del erario catalán y acabó con su “honorabilidad”,  o un presumible  sindicalista de la denominada “nueva izquierda” con las tarjetas black; pero, ¿cuándo la política ha estado exenta de corrupción? ¡Nunca! Desde que fuese creada por entre otros Maquiavelo, allá por el siglo XVI, el oscurantismo ha sido su mejor valedor.
Del paro nada, de las pensiones menos y de la inmigración ni hablar, esa se pretende utilizar como arma arrojadiza en los programas electorales, meciéndose entre el miedo a la súper población de los centros de internamiento temporales o como argumento indicativo de una errónea afirmación hacía el aumento de una amenaza al mercado laboral con tanto extranjero. La luz sigue subiendo, el gas también y el carburante no parece preocupar demasiado a los ciudadanos y ciudadanas con tanto embotellamiento de madrugada en nuestras carreteras de acceso a las grandes ciudades, insuflando polución al ambiente. De la sanidad no hablemos, para un reconocimiento o una prueba a realizar en nuestros hospitales, hay que echarle paciencia; bueno, paciencia y suerte para contarlo, la demora en muchos de ellos hace correr un serio peligro a algún que otro paciente.
De los centros de residencia para personas mayores, de carácter público claro, no nos vendría nada mal abordar la situación en la que se encuentran, una calidad de vida paupérrima con serias faltas de dignidad en muchos de ellos, centros a los que tan sólo por sobrevivir le cuesta al pensionista el total de sus recursos económicos o lo que es lo mismo, la imposibilidad de recursos para poder salir a tomar un café en algún local fuera de los muros donde habita.
Imbéciles sí hay, a cientos, en las formaciones políticas con representación en el Parlamento, “palmeras” seguramente habrá más de uno o una de tan bella isla, pero descerebrados que se acusan unos a otros sin solucionar los problemas para los que fueron elegidos los tenemos en nuestros noticiarios cada veinticuatro horas. Jasc

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