viernes, 21 de junio de 2019

La palabra escrita es maná de sabiduría


Podríamos catalogar de increíble lo que una palabra consigue construir; formada por letras es capaz de conseguir eslabones encadenados que nos lleven a una frase que edifique un verso de tanta altura como la imaginación aguante. Es potencialmente superior a cualquier otra arma que el hombre construye para hacerse daño e infinitamente superior a la intención del autor, a la complicidad del lector o la deriva de su argumento.
Se dice que el ser humano es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras, como también se dice que una imagen vale más que miles de ellas; sin embargo, son los grupos escritos de palabras los que mejor explican el comportamiento de la sociedad sin necesidad de fotografiar perfiles o escuchar ruidos ajenos. La fortaleza de la palabra escrita sobrevive al daño que pueda hacer y permanece eterna en el tiempo impresa en un lecho de tinta, esperando dormida ganarle al olvido.
La joya más valiosa, jamás superada por diamantes, zafiros, oro o platino es la escritura; el obrador de palabras se convierte en el artesano de la cultura y manifiesta una sensibilidad en sus líneas que ningún otro podría hacer con tanta elegancia. La palabra escrita es una necesidad esencial para la supervivencia del ser humano convirtiéndose en maná, en vida propia al servicio de quién pose sus ojos en ella.
El conocimiento bebe de las palabras escritas, la facultad de reflexionar sobre teoremas pasados está en su elaboración sobre el papel y el progreso no sería tal sin la convergencia del estudio de los razonamientos anteriores depositados en los libros con el añadido actual del avance al que la dinámica social evoluciona a ritmos agigantados. Jasc/Junio 2019

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