No pretendo ser
la antítesis de la sociedad actual, solo avisar de la supremacía peligrosa de
la tecnología, algo que poco a poco se introduce en nuestra vida sin tomarlo en
consideración siquiera. Management, ya empezamos a
fastidiarlo con la definición que de dicha palabra se configura al instalarla
en el navegador de Google como nombre masculino ¿acaso no podría ser cifrado
con la ayuda de la evolución lingüística que nos proporciona la perspectiva de
género? Me molesta esta construcción que detalla las técnicas de dirección y
gestión de empresas por lo poco eficaz que resulta a su implantación en el
amplio conjunto de sectores donde tiene cabida.
Podría considerar con toda
seguridad que soy el mejor en mi sector, el más cualificado y mejor posicionado
de todos y todas en el egocéntrico mercado de la falsedad de perfil y con la
observancia de no disponer en la mayoría de mis cálculos de escritos con
anglicismos salvo raras excepciones que me invitan a usarlos por pura necesidad
en la comprensión de sus líneas; no hay otro igual en el mercado ni se podrá
considerar a nadie tan poco probable a superar los valores que me acompañan
como para intentar desbancarme del lugar que en esta sociedad ocupo.
La instauración del intrusismo léxico suscita
rebeldía y atrae incomprensión, aunque una manera como otra cualquiera de
definir una palabra con un contexto distinto al nivel de su concepto como tal
no debería causar involución severa en la jerga empresarial. ¿Soy o no soy el
que mejor define en estos momentos el liderazgo de las redes? Pues posiblemente
no, pero en esta ocasión he abierto el Facebook, LinkedIn, Twitter, Instagram,
WhatsApp y un casi abandonado blog, me he dado cuenta d que tenía que poner algo
en el espacio donde el sistema me sugiere teclear algún párrafo por muy poco
útil que parezca porque si no las telarañas harán mella en la libertad del
pensamiento positivo.
Esta puede ser la razón
obvia de resucitar analogías en la manera de comportarse de un entorno social atrapado
en las redes de una novedosa forma de escapatoria a la “vulgaridad”, dando
imagen falsa de un cierto status dentro de un entorno diferente a la realidad
de su verdadera identidad. Nos vamos sumergiendo en la cada vez más agobiante
manera de empatizar con desconocidos mediante un trabajo on line del que solo
sabemos su dirección de correo electrónico o su perfil en la red, esclavos de
una necesidad y ajenos a la pérdida de valores tanto personales como humanos;
un conflicto futuro de colectivos sociales con muy diferente idiosincrasia
derivada del acceso a las nuevas tecnologías y el avance de una interacción
virtual del sistema.
No soy del género
pesimista, tampoco me ando reflexionando demasiado sobre lo que mi cerebro me
ordena ante la visceralidad de algunos de mis pensamientos,, entre otras muchas
cuestiones porque perdería el arma maravillosa e insustituible de la
improvisación, trato de enfocar de la mejor manera posible lo que me incomoda o
me fascina, lo que me atrapa o incita a evadirme de un influjo negativo a lo
que mis objetivos pretenden. Pero debo de mencionar la necesidad imperiosa de
que además del “management”, un cargo de notable valor para ciertos expedientes
curriculares, en un pequeño espacio de tiempo estos sean superados por los de
“coach social interacción”, un modelo del que no podamos pasar desapercibidos
si queremos seguir siendo libres, empáticos y supervivientes a las fuerzas tecnológicas
que nos acechan; el poder de la lengua no obstante es fundamental, a costa de
la utilización de anglicismos recurrentes en determinadas concesiones por ahora
frecuentadas en el diccionario de las redes o en el diseño de nuevas
profesiones alimentadas por los posibles prejuicios de nuestra irresoluta
voluntad actual. jjasc
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