EL
PREMIO GORDO DE RAJOY
Las ayudas a los bancos
traerán consigo -más temprano que tarde- un rescate en toda regla de los “socios europeos”, lo que sin duda
repercutirá de forma notable en la deuda que mantendrá España a las órdenes del
CE durante mucho tiempo. El caos social al que nos encaminamos con toda esta
descabellada forma de “buscar el
crecimiento y generar empleo” del Gobierno de Mariano Rajoy, solo demuestra una incompetencia de
nuestra clase política, obsesionada más por quedar bien ante los que se frotan
las manos con los intereses de la deuda, que en una ciudadanía relegada a
segundo plano con sus acciones.
Cuando la esperanza de
lograr una calidad de vida y un bienestar social se buscaba en un “pellizco” afortunado de la Lotería
Nacional, vienen a destruir la ilusión que generaba esa exigua probabilidad. Es
normal tener que pagar por un premio “considerable”
los impuestos que se determinen para ello en las leyes, pero sin duda, es
realmente improcedente, insolidario y a todas luces desproporcionado, obligar a
abonar una quinta parte del premio si esté es inferior a los 2500€ marcados por
el Gobierno ¿También Sr. Rajoy quiere usted ser el mandatario que controle la
suerte? Aunque para suerte la del último acertante del sorteo euro millonario,
que por unas horas se ha librado del impuesto, ojalá una parte del mismo sirva
para crear puestos de trabajo, sin necesidad de invertir el 20% o sí, como crea
conveniente.
Más nos vale ir
abasteciendo nuestras despensas con productos convenientes y el premio de la
lotería será que no se rompa la lavadora. Se nos van los días y no decrece el
número de desempleados, mientras el Gobierno persiste en su postura aceptando obediente cuantas imposiciones se
le exijan desde el CE y el BCE, sin tener en cuenta que las luces del desespero
se van apagando con la subida de los impuestos.
Es notorio que la clase
política actual, la mayor parte con sus ideologías pasadas de moda, se nos ha
quedado vieja, senil ante los problemas de una sociedad moderna que se inquieta
en la dejadez de los que no atienden sus demandas por ignorancia. La
profesionalidad de los políticos está llamando a la puerta, como trabajadores a
sueldo impuesto por la ciudadanía y no a los que bajan e incluso anulan el
sueldo de la misma para aumentar sus aspiraciones; encubriéndose en la mayoría –mucha
de ella engañada por sus falsas promesas- para sacar adelante cuantos
procederes estimen oportunos.
La impunidad legal en
la que se mueven nuestros políticos es demasiado dolosa para la sociedad que
representan, haciendo de la misma razón de fe para no cejar en sus devaneos
impositivos. Los ciudadanos están desnudos ante los sacrificas continuos a que
son sometidos por parte de un Gobierno que mantiene por encima de cualquier otra
cosa, la espalda en Bruselas y la vista en sus punteras.
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