DEL
MODELO ACTUAL AL MODELO IDEAL
El despropósito está
servido en bandeja. Han bastado unos días de especulación constante tras la
movilización independista en Cataluña, alentada por las declaraciones de su
máximo exponente político en esa comunidad autónoma, el Sr. Arthur Mas, para reinvertir
pasados.
A la espera de una
reacción inmediata de los mandos del ejercito, que desautorice lo dicho por
algunos miembros de una de sus asociaciones de jubilados y personal de reserva,
las palabras pronunciadas sobre el legitimo derecho de los españoles a la
libertad de expresión de su ideología, han demostrado una vez más que, aun
viviendo en una sociedad democrática, algunos todavía siguen manteniendo unos
ideales que asemejan demasiado a una dictadura.
Un tema tan delicado
como es la independencia, no puede ser tratado a la ligera de una forma tan ignominiosa
por unos señores que debieran meditar sus palabras antes de lanzarlas con tanta
soltura, difamando los derechos de los ciudadanos. No se puede tratar de poco
más que rebeldes a quienes piden un sistema republicano, dentro de la legalidad
y las normas democráticas; como tampoco se puede definir de renegados a quienes
piensan en la independencia -si bien es cierto que no es el momento adecuado-,
cualquier opinión que no afecte los derechos de la mayoría es legitima de
escuchar y debatir como se merece.
Lo que está claro es
que, desde la crisis que afecta a nuestro país, las declaraciones que
escuchamos o leemos en los medios de comunicación, son cada vez más resultado
de un delirio social constante. Bien por el desasosiego que sufrimos esperando
la mañana de los viernes para sufrir un nuevo atentando al bienestar social de
los ciudadanos, por un Consejo de Ministros que saque a la luz otra propuesta de
reformas o ajustes; bien por las declaraciones de unos personajes anclados en
sus ancestrales normas castrenses y se permiten imputarlas a la sociedad civil;
bien por una Presidenta de Castilla-La
Mancha que se atreve a buscar el paralelismo de una huelga contra la gestión
política del Sr. Rajoy, con un golpe de Estado; o bien por una Delegada del
Gobierno en Madrid, a la que a pesar de tener los cables del estadio de fútbol
del Rayo Vallecano a un metro de sus ojos, no tiene la valentía suficiente para
decir no solo que es un sabotaje en toda regla, sino que no se tiene en cuenta
la seguridad de los aficionados en un evento deportivo. ¿Qué hubiera sucedido
si en vez de cortar los claves eléctricos hubiesen colocado un artefacto
explosivo? Por favor, seamos un poco coherentes y pongamos a dirigir la
seguridad política y ciudadana de los españoles a personas competentes.
Hay que cambiar el
modelo del puzzle social de inmediato porque el Exim castillos se ha quedado
obsoleto.
Juan Antonio Sánchez
Campos
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