sábado, 6 de julio de 2019

Votos ceniza


Parece que pudiera ser que podríamos volver a las urnas, increíble pero cierta es la vergüenza que nos hacen pasar esta clase política que se vanagloria de servir a la sociedad que representan ¿verdad? No deja de resultar irónico el enfrentamiento que llevan a cabo entre la izquierda, la derecha y los que ni saben a qué ideología pertenecen, entremezclados en un batiburrillo de definición incierta en el que cabe la anarquía, el anti sistema o el ansia por apropiarse  de un terreno al que dicen odiar y del que por el contrario, no tienen ni la más mínima intención de despreciar si se le pone a tiro. Todos con la única y malsana intención de frenar las expectativas del otro, infringirse mutuamente daños en el núcleo del campo de maniobras abyecto que mantienen activo sin entender nada de estas batallas los colectivos ciudadanos que les dieron su confianza, incapaces de corregir errores y salvaguardar la paz social por encima de sus taimadas pretensiones.
La coherencia no es algo que frecuente la conciencia política de nuestro país, enturbiada visión y un futuro que promete y al que, sin embargo, no se sienten realmente ganadores de lograr sin antes dejar en la cuneta a todo aquel o aquella que se interponga en sus objetivos partidistas y personales.
Nos enfrentan sin parar, nos quieren hipnotizar con unos mítines en los que la ética no aparece y apoyados en el atril del Parlamento, esa casa en la que se deberían conseguir beneficios a la ciudadanía, sueltan improperios, añadidos funestos o simples mentiras con las que aventajar los aplausos de su estirpe. Toda esta parafernalia política cara a la galería en la que se van quemando sin decoro las papeletas que se usaron en su día para darles el beneficio de la humildad con el que servir a la sociedad de la que forman parte, construyendo edificios con una estructura fuerte en su argumentación ,  llegando a acuerdos ignífugos en el tiempo que medie en la consecución de pactos acordes con la posición que cada cual obtuvo en las votaciones.
Fuimos a votar cuando así nos lo indicaron, como sociedad comprometida con su obligación y derecho, con la sana esperanza de que este fallo fuese el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas y las papeletas las han ido quemando según han venido dadas las cartas a favor de unos u otros, sin demasiada consistencia en sus maniobras y menos aún en un programa que pasa inadvertido cuando debiera de ser el principal destino de sus discusiones.
Pero de nada han servido nuestras disposiciones democráticas, nuestras idas y venidas a los colegios electorales y el gasto que todo este montaje político ha costado  a las arcas de los españoles, españolas o persona con derecho a voto  ansiados de tanto menosprecio. Se han pasado las decisiones de la sociedad por el forro de sus tramas, malogrado el factor del porcentaje de electores por la entrepierna de la falacia y todo esto nos ha llevado a nos saber quién es el que ha ganado a pesar de los votos conseguidos.
La Ley Electoral, rancia disposición de nuestra Carta Magna se nos ha quedado en la más extinga de las normativas, más allá de favorecer el servicio al que fue destinada nos obstaculiza las decisiones adquiridas y comienza a aparecer en escena el factor apatía, junto al de incredulidad y desconfianza en lo que ya está a punto de cambiar en su definición de comicios por eventos electorales sin final creíble.
Sin nada mas que aportar en toda esta reflexión de fundamentos tomados del sector ciudadano, incluido en las conversaciones cotidianas de los que fueron a votar y no saben para que lo hicieron, queda como muestra la desfachatez de nuestros políticos en querer que uno haga lo que él no hizo en su día o hacer lo contrario a lo que ayer entendía era calamitoso. Jasc

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