El género literario
lírico y poético se encuentra inmerso en el túnel oscuro y silencioso del
desconocimiento por parte de un gran número de gente que con asiduidad, se
sumergen en el maravilloso placer de la lectura. Salvando los grandes nombres de la historia
de la poesía como Federico García Lorca, Antonio Machado, Juan R. Jiménez y
muchos otros de gran renombre universal, que han llevado sus obras a las
primeras filas del éxito teatral o cinematográfico, el vacío generado en la
comprensión de los poetas se ha hecho tan grande que, a pesar de los esfuerzos
de muchos autores contemporáneos, no se ha sabido promocionar entre la sociedad
que nos rodea.
Las Universidades,
centros docentes e instituciones, verdaderas inspiradoras del sentir del estudiante
para con las obras y los autores de la historia literaria, han acotado el
espacio reservado en sus temarios a autores ya previstos de antemano, sin
variar en contenidos ni diseños; el vocabulario, rico en palabras de novedosa
incorporación, ha hecho que los escritores sean aún más privilegiados de poder
usar un número mayor de probabilidades para insertar en su pluma. La
literatura, al igual que el resto de conceptos sociales, cambia con los
tiempos, se adapta a las nuevas costumbres
y ello trae consigo fórmulas de canalizar la expresividad de sus textos,
métricas revolucionarias del léxico que hace apenas tres décadas serian
impensables.
La expresividad de las
formas en los distintos estilos de redacción a la hora de describir un momento,
es tan versátil que sin una lectura detallada, no veríamos fundamentos básicos
para comprender el sentir del autor a la hora de escribirlo. Por eso la poesía
podríamos decir que puede llega a ser un “estilo
anárquico” del escritor en relación a su obra, un comportamiento
minuciosamente pensado para decir lo que en cada verso es apropiado; sin tener
en cuenta la “obviedad” del espacio
reservado a cada estrofa saltándose las reglas de la estética.
Nada se hace por si
sólo, el poeta exhibe un conocimiento amplio de sus intenciones para llevar a
cabo su redacción correcta pero no uniforme. Las reglas del tan aprendido
lenguaje (versos con rima tetrasílabo, octosílabo; versos sin rima, blancos,
libres) surgen a menudo sin apercibirlo el autor; las estrofas (redondilla,
romance) siguen un ritmo desigual en la forma, pero equilibrado en el fondo. El
autor se vale de todas estas posibilidades para diseñar su verdadero sentido de
la obra a escribir, lo escrito se queda tal cual quiere mostrarlo, arriesgando la comprensión
que ello pueda tener al lector que le ocupe. No por ese motivo debemos pensar,
ni siquiera por un momento, que el poeta sea una especie de “kamikaze” que pretende dar siempre en
el blanco con sus poemas, al contrario, podríamos comparar tal poema con un
problema matemático de fácil solución, tan simple que leyéndolo una vez demos
con la solución inscrita entre sus versos y estrofas; al fin y al cabo, el
poeta es transparente, sutil, eufórico o melancólico como tirano, ruin y
rebelde en ocasiones.
La empatía que puede
llegar a causar un poema es realmente loable, se sale de lo común de la
literatura por la simple descripción de
sus detalles, por su lenguaje de ricos matices y su amplio abanico de
posibilidades. La poesía refleja el sentir del autor, al que desnuda su
interior para enseñar la verdadera razón de su obra, las intenciones de odiar o
ser odiado, de amar sin ser correspondido y de herir con la daga de sus versos.
Sin duda alguna, la
poesía es el género más dañado de la actualidad, al que debemos cuidar para no
ser relegado al ostracismo literario; autores con una jerarquía tal, que
pasarán años e incluso siglos han pasado, y seguirán siendo utilizados por los
mejores docentes del mundo para enseñar a los alumnos la historia de las
letras; deben de estar acompañados por aquellos que surten las librerías de
nuestro país con ejemplos de creatividad tan grandes como sus estrofas
reflejan.
La cultura de las
letras en España, tan envidiada durante lustros, debe y tiene la obligación de
dar la oportunidad a la gente para conocer nuevas formas de escritura, de
nuevos autores desconocidos entre los adeptos a la lectura que, sin ser asiduos
de la poesía, les baste echar un vistazo al libro para comprender la existencia
de un escritor diferente.
Juan Antonio Sánchez Campos
No hay comentarios:
Publicar un comentario